La selección natural ha premiado desde siempre, los organismos más aptos y fuertes. La naturaleza no es sabia como popularmente se dice, ya que no direcciona inteligentemente ni con intencionalidad evolución alguna. En realidad su procedimiento roza la imbecilidad; Simplemente el ADN se replica mal mediante errores y mutaciones azarosas que, en poquísimos casos y por mera estadística, resultan ser beneficiosos (propagándose como la peste).
El ser humano, como cualquier animal que se encuentra bajo el influjo de la selección natural, parece estar biológicamente predeterminado para entrar en conflicto y competir con los demás. La historia de la humanidad es sobre todo la historia de los conflictos entre distintos grupos, como si el conflicto y la fricción, dinamizara la evolución. Nuestra biología está hecha (y se desarrolla) de tal forma que el conflicto es parte consustancial de nuestra naturaleza. ¿Competimos por la tierra, por las mujeres, por el alimento y por el poder porque existe una cantidad limitada de esto, o porque imponernos es parte de la impronta de nuestros cerebros condicionados por la competitiva y cruel selección natural? Además, aquellos que logran imponerse, no sólo transmiten sus genes, también su visión del mundo; lo que hace a su vez que el mundo sea como ellos.
Hoy la neurociencia empieza a investigar y a dilucidar qué es lo que nos hace entrar en conflicto con ciertas personas, ideas y situaciones. Desde su perspectiva, el ser humano tiene una configuración neurobiólogica que lo predetermina a entrar en conflicto con personas que piensan distinto o que presentan una amenaza para sus intereses. ¿Se reducen todos nuestros problemas al ordenamiento particular de las células de nuestro cerebro? Los neorólogos dirían que sí.
Se ha demostrado que las personas con diferentes ideologías políticas tienen también diferentes cerebros. El equipo de Michael Dodd de la Universidad de Nebraska, sugiere que ”Aquellos en la derecha política y aquellos en la izquierda política podrían simplemente experimentar el mundo de manera distinta”. Algo que curiosamente podría llevar a una mayor tolerancia: al entender que aquellas personas que están en desacuerdo contigo no necesariamente lo están porque sean irracionales o estúpidos sino porque su cerebro está cableado de una forma distinta.
La psicóloga de la Universidad de California, Emily Falk, realizó resonancias magnéticas en el cerebro de personas que se identificaban como demócratas o republicanos mientras escuchaban declaraciones de los candidatos presidenciales. Falk halló que las áreas del cerebro relacionadas con las emociones y la cognición social mostraban intensa actividad, mientras que áreas relacionadas con el pensamiento lógico y racional estaban comparativamente inactivas. Más allá de mostrarnos cómo en buena medida un voto está condicionado a factores emocionales, los investigadores sugieren que una vez que una persona está segura de que lo cree es lo correcto, deja de tomar en cuenta en sus decisiones factores correspondientes al pensamiento racional. Algo que nos hace reflexionar sobre cómo nuestras certidumbres están construidas muchas veces sobre bases sumamente endebles.
El esterotipo de que los orientales son más pacientes que los occidentales parece haberse confirmado en una investigación realizada por Bokyung Kim, de la Universidad de Stanford. Kim escaneó las regiones cerebrales relacionadas con recibir una recompensa y con el autocontrol en voluntarios estadounidenses y surcoreanos a los que se les pidió que decidieran entre recibir un pago inmediato de efectivo o recibir un pago ligeramente mayor dos semanas después. El estudio mostró que los estadounidenses reportaron mayor actividad cerebral en las zonas relacionadas con recibir una recompensa, pero poca diferencia en las zonas relacionadas con el autocontrol. Los estadounidenses prefirieron la recompensa rápida.
Esto se relaciona evidentemente con la política financiera. Hace un par de años, el gobierno chino llamó a Estados Unidos a mostrar un “sentido de responsabilidad global” y moderar sus gastos para buscar estabilidad financiera a largo plazo. Al parecer para algunos cerebros una recompensa inmediata es simplemente más deseable que una mayor recompensa distante (algo que tiene una serie de importantes consecuencias en la economía global).
Investigadores la Universidad de Bonn (Alemania), han encontrado que una diferencia genética en un gen específico, aumenta significativamente la generosidad. Ya en 2007 un estudio realizado por científicos hebreos demostró que la generosidad es un comportamiento de origen genético.
También aumenta la predisposición genética a la religiosidad; Las personas religiosas tienden a tener más hijos, y este hecho hace que sus “genes religiosos” se expandan por la sociedad. Según Rowthorn, aunque haya personas que abandonen su religión original y terminen siendo laicas, los genes religiosos que portan (y que también condicionan otras características de la personalidad como la obediencia, el conservadurismo o la tendencia a realizar rituales) seguirán expandiéndose.
En 2006 el genetista Deam Hamer comprobó que aquellas personas que poseían el gen VMAT2 tenían mayores posibilidades de desarrollar algún tipo de creencia religiosa. Es lógico pensar pues que la genética, interviene a que se manifiesten comportamientos religiosos. La iglesia no hizo esperar su respuesta, criticando rotundamente los trabajos de Dean Hamer y argumentaron que la iluminación espiritual se gana por la gracia divina, no por un “gen”.
Contrariamente a lo que podríamos pensar, un nuevo estudio realizado por la Universidad de California en Berkeley concluye que los ateos son más generosos que las personas religiosas. La razón de esta diferencia se debe a que los ateos son impulsados por las emociones, como la compasión, a diferencia de las personas religiosas, que pueden estar más influenciadas por la "doctrina, una identidad común, o las preocupaciones de reputación."
Sea como sea, los expertos indican que la tendencia es que cada vez seamos más altruistas, tolerantes, y cooperativos. ¿Lograremos algún día desembarazarnos de la dictadura de la selección natural y su genética competitiva?
Hay indicios para ello, ya que gracias al desarrollo tecnológico, personas que por selección natural deberían estar ya muertas siguen con vida y pueden aportar cosas interesantes a la sociedad.
¿Nos atreveremos algún día a gestionar nuestra propia evolución? Yo diría que ya hemos empezado a hacerlo, gracias a la tecnología…
Fuentes:
- [pijamasurf.com] La neurobiología del conflicto humano (la batalla está en tu cerebro)
- [lagacetacristiana.org] Los ateos son más generosos que las personas religiosas, según un estudio