Artifacs
20-Aug-2020, 11:07
Parte 1/10 del relato de pulp ci-fi "Yamashiro Etna".
Todo comentario es bienvenido, un saludo.
YAMASHIRO ETNA
CAP 1
No sé si esta historia es interesante. Para mí lo fue.
Lo que ocurrió no me hizo más rico, desde luego no me hizo más sabio, pero no hay día desde entonces que no me pregunte qué estará haciendo Raquel Vivaldi en este momento.
Era de noche cuando volví a la ciudad. La amplia calle principal del Barrio Chino estaba mojada por la lluvia reciente. Los charcos de agua en el asfalto reflejaban el tenue amarillo de los farolillos esféricos de papel. Eran grandes como calabazas y brillaban suspendidos de cuerdas a lo largo de la calle como un ente vivo que serpenteaba velando por el barrio.
Oscuros escaparates miraban a la calle principal con sus carteles de <i>Cerrado</i>. Los edificios de la calle eran antiguos, con balcones en voladizo y fachadas barrocas, no tenían más de cuatro o cinco plantas y entre ellos había callejones que se adentraban en la oscuridad hacia el centro de Ciudad Nexo.
No había nadie en la calle, no había viento, solo el sonido de mis pasos resonando en la distancia.
Yo acababa de volver a Nexo. Había pasado un año fuera de la ciudad en las instalaciones de Natasha Lee, la mejor especialista en biotrónica de los bajos fondos.
Mi último contrato se había vuelto complicado y supe que iba a necesitar una actualización si quería seguir teniendo una opción en el mercado del Sector Corporativo. Por eso había decidido invertir toda mi fortuna en las artes de Natasha.
Mientras caminaba por la acera sentía los nuevos implantes casi totalmente integrados en mi sistema nervioso, pero aún necesitaría abundante suministro de electrolitos y nanobots para soportar la integración completa de los tejidos de diagnóstico. Si estos tejidos no proliferaban con la suficiente densidad, mi organismo jamás alcanzaría un nivel de acción y respuesta competitivo.
Yo sabía dónde conseguirlos, pero la alta tecnología nunca es barata. Antes necesitaba un contrato, cualquier cosa, algo sencillo que no necesitara acceso al sector corporativo de la ciudad.
Por eso fui a ver a Madam Mercot, la Pitonisa de la calle principal del Barrio Chino.
Sus habilidades como adivina eran escasas, pero nadie iba a allí a conocer el futuro.
Al entrar en su pequeño local oí unas flautas y suaves bongos que pensé que complementaba bien la escenografía general propia de una Pitonisa. También noté que Mercot había cambiado la "decoración" del recibidor. Mi visión aumentada me alertaba resaltando e identificando objetos invisibles al ojo humano. Madam debía de haber tenido problemas últimamente, porque había instalado paneles antipánico de metal grueso que permitían aislar el recibidor y encerrarte dentro.
Solo con visión artificial era posible ver los paneles, por supuesto. La visión humana solo veía las telas con símbolos del Tarot, el gastado videofono VF y el reluciente espejo de medio cuerpo.
Desde el espejo me miró un joven delgado. El traje negro y camisa blanca enfatizaba su metro noventa de altura. Cabello negro corto peinado hacia atrás. En general, su aspecto exterior no era diferente del de un hombre de negocios en el Sector. Desde la era de retrovirus sintéticos y aleaciones más ligeras, ya no era necesario llenarse los brazos de chatarra para convertirlos en armas letales.
—"¡Karlo Hebouza!" Dijo una asombrada Mercot en la pequeña pantalla rectangular marca VF. "Las cartas me dijeron que venías y no supe verlo. ¿Dónde has estado, guapo?"
Tras una breve charla educada, me hizo entrar a la Sala Medium. No estaba sola, dos hombres armados y con brazos cibernéticos rondaban por un pasillo tras la pared del fondo. Ella se sentaba a su mesita redonda del Tarot.
Madam Mercot era una mujer de unos setenta años, pero tenía la vivacidad de una veinteañera hippy. Ese día llevaba una túnica egipcia amarilla y se había puesto un pañuelo celeste en la cabeza que le tapaba el pelo. En la frente llevaba una cadenita dorada con un ankh de oro. Creo que su maquillaje imitaba el imaginario de la adivina cíngara: cejas pintadas, pintalabios rojo, tez cetrina.
—"Bueno, ¿qué?", me preguntó con una mirada amonestadora que decía: «¿Cómo has podido no pasarte por aquí en todo este tiempo?»
Yo sabía cómo trabajar con Mercot. Ella vendía información y yo, como solidario cliente, tenía ahora que contribuir al Logos Común.
—"Madam, he estado fuera de la ciudad," le dije de pie ante la mesita. —"Mejoras médicas con Natasha Lee."
Ella alzó un ceja de sorpresa y me hizo un gesto para que me sentara frente a ella: —"Pues has hecho bien. La agitación en el Sector está llegando hasta el Barrio." Cuando me senté, añadió: —"Dame la caja. He sentido algo", indicándome un estante a mi lado.
Me giré y vi la cajita de madera que ella usaba para guardar las cartas. La tomé con cuidado con ambas manos y la deposité sobre la mesa frente a ella, diciendo: —"Ya sabes que no estoy muy interesado en el futuro. En realidad busco un contrato."
Ella se acercó la caja y me miró seria mientras sacaba y barajaba las cartas: —"Primero las cartas. He sentido una energía en ti."
Yo conocía esa mirada y no discutí.
Ella repartió diez cartas sobre la mesita y las estudió con atención pasando los ojos sobre sus figuras y las relaciones entre ellas. Mientras hacía esto, dijo.—"Hay una damisela en apuros."
—"¿Eso dicen las cartas?" - pregunté.
—"No," Alzó la vista hacia mí con cara pensativa y dijo: —"Las cartas no me dicen nada esta noche." Las recogió y guardó en la caja. —"Este es un contrato privado, por eso pensé que te interesaría."
Asentí lentamente mi agradecimiento.
Ella asintió en respuesta y dejó la caja a un lado. Juntó las manos frente a ella y me miró a los ojos: —"Raquel Vivaldi. Veintidós años. Trabajaba en Industrias Ishiro. Quiere escolta y guía en la ciudad durante unos días."
Asentí de nuevo: —"De acuerdo. Llámala."
FIN Cap 1
Todo comentario es bienvenido, un saludo.
YAMASHIRO ETNA
CAP 1
No sé si esta historia es interesante. Para mí lo fue.
Lo que ocurrió no me hizo más rico, desde luego no me hizo más sabio, pero no hay día desde entonces que no me pregunte qué estará haciendo Raquel Vivaldi en este momento.
Era de noche cuando volví a la ciudad. La amplia calle principal del Barrio Chino estaba mojada por la lluvia reciente. Los charcos de agua en el asfalto reflejaban el tenue amarillo de los farolillos esféricos de papel. Eran grandes como calabazas y brillaban suspendidos de cuerdas a lo largo de la calle como un ente vivo que serpenteaba velando por el barrio.
Oscuros escaparates miraban a la calle principal con sus carteles de <i>Cerrado</i>. Los edificios de la calle eran antiguos, con balcones en voladizo y fachadas barrocas, no tenían más de cuatro o cinco plantas y entre ellos había callejones que se adentraban en la oscuridad hacia el centro de Ciudad Nexo.
No había nadie en la calle, no había viento, solo el sonido de mis pasos resonando en la distancia.
Yo acababa de volver a Nexo. Había pasado un año fuera de la ciudad en las instalaciones de Natasha Lee, la mejor especialista en biotrónica de los bajos fondos.
Mi último contrato se había vuelto complicado y supe que iba a necesitar una actualización si quería seguir teniendo una opción en el mercado del Sector Corporativo. Por eso había decidido invertir toda mi fortuna en las artes de Natasha.
Mientras caminaba por la acera sentía los nuevos implantes casi totalmente integrados en mi sistema nervioso, pero aún necesitaría abundante suministro de electrolitos y nanobots para soportar la integración completa de los tejidos de diagnóstico. Si estos tejidos no proliferaban con la suficiente densidad, mi organismo jamás alcanzaría un nivel de acción y respuesta competitivo.
Yo sabía dónde conseguirlos, pero la alta tecnología nunca es barata. Antes necesitaba un contrato, cualquier cosa, algo sencillo que no necesitara acceso al sector corporativo de la ciudad.
Por eso fui a ver a Madam Mercot, la Pitonisa de la calle principal del Barrio Chino.
Sus habilidades como adivina eran escasas, pero nadie iba a allí a conocer el futuro.
Al entrar en su pequeño local oí unas flautas y suaves bongos que pensé que complementaba bien la escenografía general propia de una Pitonisa. También noté que Mercot había cambiado la "decoración" del recibidor. Mi visión aumentada me alertaba resaltando e identificando objetos invisibles al ojo humano. Madam debía de haber tenido problemas últimamente, porque había instalado paneles antipánico de metal grueso que permitían aislar el recibidor y encerrarte dentro.
Solo con visión artificial era posible ver los paneles, por supuesto. La visión humana solo veía las telas con símbolos del Tarot, el gastado videofono VF y el reluciente espejo de medio cuerpo.
Desde el espejo me miró un joven delgado. El traje negro y camisa blanca enfatizaba su metro noventa de altura. Cabello negro corto peinado hacia atrás. En general, su aspecto exterior no era diferente del de un hombre de negocios en el Sector. Desde la era de retrovirus sintéticos y aleaciones más ligeras, ya no era necesario llenarse los brazos de chatarra para convertirlos en armas letales.
—"¡Karlo Hebouza!" Dijo una asombrada Mercot en la pequeña pantalla rectangular marca VF. "Las cartas me dijeron que venías y no supe verlo. ¿Dónde has estado, guapo?"
Tras una breve charla educada, me hizo entrar a la Sala Medium. No estaba sola, dos hombres armados y con brazos cibernéticos rondaban por un pasillo tras la pared del fondo. Ella se sentaba a su mesita redonda del Tarot.
Madam Mercot era una mujer de unos setenta años, pero tenía la vivacidad de una veinteañera hippy. Ese día llevaba una túnica egipcia amarilla y se había puesto un pañuelo celeste en la cabeza que le tapaba el pelo. En la frente llevaba una cadenita dorada con un ankh de oro. Creo que su maquillaje imitaba el imaginario de la adivina cíngara: cejas pintadas, pintalabios rojo, tez cetrina.
—"Bueno, ¿qué?", me preguntó con una mirada amonestadora que decía: «¿Cómo has podido no pasarte por aquí en todo este tiempo?»
Yo sabía cómo trabajar con Mercot. Ella vendía información y yo, como solidario cliente, tenía ahora que contribuir al Logos Común.
—"Madam, he estado fuera de la ciudad," le dije de pie ante la mesita. —"Mejoras médicas con Natasha Lee."
Ella alzó un ceja de sorpresa y me hizo un gesto para que me sentara frente a ella: —"Pues has hecho bien. La agitación en el Sector está llegando hasta el Barrio." Cuando me senté, añadió: —"Dame la caja. He sentido algo", indicándome un estante a mi lado.
Me giré y vi la cajita de madera que ella usaba para guardar las cartas. La tomé con cuidado con ambas manos y la deposité sobre la mesa frente a ella, diciendo: —"Ya sabes que no estoy muy interesado en el futuro. En realidad busco un contrato."
Ella se acercó la caja y me miró seria mientras sacaba y barajaba las cartas: —"Primero las cartas. He sentido una energía en ti."
Yo conocía esa mirada y no discutí.
Ella repartió diez cartas sobre la mesita y las estudió con atención pasando los ojos sobre sus figuras y las relaciones entre ellas. Mientras hacía esto, dijo.—"Hay una damisela en apuros."
—"¿Eso dicen las cartas?" - pregunté.
—"No," Alzó la vista hacia mí con cara pensativa y dijo: —"Las cartas no me dicen nada esta noche." Las recogió y guardó en la caja. —"Este es un contrato privado, por eso pensé que te interesaría."
Asentí lentamente mi agradecimiento.
Ella asintió en respuesta y dejó la caja a un lado. Juntó las manos frente a ella y me miró a los ojos: —"Raquel Vivaldi. Veintidós años. Trabajaba en Industrias Ishiro. Quiere escolta y guía en la ciudad durante unos días."
Asentí de nuevo: —"De acuerdo. Llámala."
FIN Cap 1