Blasero1
08-Aug-2015, 21:39
PRÓLOGO
El joven ruso corre por el sendero del bosque. Es una mañana soleada de verano y hace calor, mucho, pero las copas de los árboles le protegen de los intensos rayos del Sol. Toma carrerilla para saltar un tronco en medio del camino. Asusta al ciervo que sorprendido emprende la huida. Ambos corren en paralelo. El joven sprinta. Aumenta la respiración y las zancadas. Por un instante, adelanta al animal antes de que desaparezca en la frondosidad del bosque. Afloja el paso cuando llega al caudaloso río. Con paso firme y buen equilibrio camina el árbol caído que lo cruza. Emprende de nuevo la carrera hasta que llega a la falda de la montaña. Practica la escalada libre en la pared rocosa durante el resto de la mañana. Desde la altura, observa las fabulosas vistas del parque natural. Siente el aire fresco de la montaña. El silencio de la naturaleza es quebrado por el chillido del águila. La majestuosa ave, planea el cielo con elegancia.
El joven ahora cuelga del techo rocoso. Pende de una mano y mete la otra en el saco de polvos. Repite la acción a la inversa. Se concentra en el próximo movimiento. Visualiza las fisuras próximas. Respira mientras se balacea. Salta con el impulso del cuerpo y libera los dedos del hueco, sin embargo, no alcanza el objetivo. Cae de espaldas al vacío, moviendo los brazos y piernas.
“Fin de la simulación” -suena por el altavoz.
El joven está tendido en el suelo. Se apagan los proyectores de holografías de la habitación.
Tanto los ventiladores como los ambientadores dejan de funcionar. El sistema de sonido envolvente baja el volumen al mismo tiempo que la máquina robótica de correr recobra la posición original. Hasta que finalmente se detiene la cinta de superficie moldeable.
-Tienes suerte de que sólo sea un programa de simulación -dijo la joven que hace yoga en la misma sala. **
-Cierto… -responde, jadeando.
-Voy a preparar algo de comer ¿me acompañas?
-Lo siento preciosa, mejor continúo con el entrenamiento. No te preocupes. Luego me haré la comida.
-Pues ya no nos vemos hasta que llegue la hora de cenar. Quiero descansar un rato antes de pasarme por la sala de máquinas. Debo hacer la puesta a punto del Motor de agujero de gusano y los sistemas auxiliares de la nave. Si la computadora de navegación me deja tiempo libre, pienso terminar de pintar el cuadro que empecé la semana pasada, también. No te olvides de que tenemos una cita -recordó-. Dejaré programado el robot de cocina para entonces.
-De acuerdo…
*
…más tarde…
*
“Pelirroja“. Así la llamo. Su cabello, largo y rizado, cae por la pálida piel de los hombros desnudos. Ceñida en el vestido rojo, Laura, mi mujer, cruza las piernas infinitas en el único asiento del espectador mientras yo estoy subido en el pequeño escenario, tocando el saxofón. La inteligencia artificial de la nave interestelar gestiona la luminotecnia de la pequeña sala, así como el sonido y los músicos virtuales que me acompañan en la intimidad del concierto. El foco estrella mi silueta en el suelo y otro de luz tenue la alumbra a ella. Sumidos en la penumbra y colores cambiantes según la música, Laura, después de soltar la bocanada de humo del cigarrillo, sostiene de nuevo el tubo de bebida alcohólica y hace tintinear los hielos que se deshacen lentos, moviendo el zapato de tacón de aguja del pie inquieto, me invite a mirar.
Su tobillo blanquecino, con el delicado tatuaje de la flor, y las piernas de muslos firmes, también. Si. Las uñas rojas de los dedos finos, tamborilean en el vaso al tiempo que toca el pianista holográfico. El rojo carmesí de los labios saborea el cigarrillo, más tarde, con el sonido del trompeta. Pero sus intensos ojos verdes, almendrados, no apartan la vista ni un solo instante de mí. Tampoco cuando descanso y sigo el ritmo del batería con el chasquido de los dedos, ya con el nudo de la corbata aflojado y el sombrero echado hacia atrás.
En el espacio profundo, no hay día o noches. Seguimos el reloj biológico programado en la computadora de abordo. A altas horas de la madrugada, dejo el instrumento musical sobre la silla alta, tras despedirme del grupo virtual, me arremango la camisa blanca y sujeto los tirantes del pantalón chino, mientras la miro con descaro.
Laura acepta la invitación y se levanta. No encontramos en mitad de la sala. La sujeto de la cintura. Ella rodea mi cuello con sus brazos y apoya la cabeza en mi hombro. Y bailamos, muy despacio.
Más tarde, la sala de realidad virtual se transforma. Desaparecen las figuras proyectadas y da paso al restaurante italiano, perfectamente digitalizada la ambientación. No hay más clientes, sólo nosotros, y el camarero, un brazo robot del suelo que en realidad se oculta en la holografía, nos atiende con agrado. A la luz de las velas, saboreamos la buena pasta y copas de vino, observando la nebulosa estrellada por el mirador de la nave. Celebramos dos fechas muy especiales.
Nuestras bodas de plata, como matrimonio y exploradores espaciales. Y que dentro de pocas horas iremos a dormir a las cápsulas de criogenia. La computadora se encargará entonces de gestionar todos los sistemas de nuestro soporte vital y mapas estelares, rumbo a la galaxia de Andrómeda. Llegaremos en el próximo salto al hiperespacio. Será el último agujero de gusano que generará en motor de la nave y los primeros humanos en alcanzar semejante distancia. Tan fantástico sueño.
Haremos historia.
Yo, Dmitry Ivanenko, en realidad no tengo estudios o cualificación profesional alguna para estar aquí. He sido vividor, golfo y pendenciero. Sencillamente, tuve la suerte de nacer en una familia adinerada. Muy rica, tanto por negocios legales como ilegales. Veo mi cara reflejada en la copa de vino y todavía hay un niño. Ese crío que en las rodillas del padre mira la noche estrellada mientras los corpulentos hombres cavan la tumba del cadáver, un pobre desgraciado que no devolvió a tiempo el préstamo al viejo mafioso, en mitad del campo. El dinero todo lo compra. Mi querido padre se encarga de costear el proyecto espacial para la construcción de la nave espacial, Aurora. Instalaciones y científicos desamparados que desarrollaron el motor experimental de agujero de gusano. Viejos astronautas que me instruyeron. Gobiernos. Opinión pública o acallar voces. Sin embargo, la tecnología necesaria para tal empresa fue a costa de mi boda concertada con Laura Muller, hija única de una reconocida familia germánica.
En muchos aspectos, semejante a la mía. Éramos adolescentes cuando nos casamos. Recuerdo que la noche de bodas la quise besar. Me da tal puñetazo que el diente la mancha el camisón de seda de sangre.
Luce bien el diente de oro en la copa, si.
Salvaje. Independiente o cariñosa, siempre que ella quiere. Hasta el día de hoy. Laura por el contrario si tiene varias carreras universitarias. Sí se toma en serio la formación de astronauta. La ingeniería de Aurora y el mantenimiento del motor de gusano. El funcionamiento de cada sistema o aparato. La programación de la computadora. Soporte vital. Gestión de la comida y del agua. Las cápsulas de sueño. Ella, es la verdadera alma de esta misión. Yo, sólo pienso rentabilizar los futuros descubrimiento extraterrestres cuando regresemos a la Tierra. Yacimientos mineros, ante todo. Los nuevos planetas habitables o formas de vidas están descartados de antemano por los telescopios y sondas de rastreo de la nave que funcionan sin descanso por nosotros, de aquello ya se encargarán las otras Agencias espaciales del Planeta cuando desarrollen la tecnología necesaria. Prácticamente todo está automatizado o controlado por la computadora, pero cuando falla algo y quiero hacerla de rabiar, a Laura la llamo”mecanicucho”. Procuro no pasarme con las bromas porque me amenaza con drogar mi comida y despertar solo, vestido con el traje espacial, flotando en el infinito vacío. Y sé que lo hará. Lo veo en sus ojos felinos.
Una vez que tomamos los postres y terminamos con las botellas de vino, al compás del violinista virtual que ameniza la velada, nos comemos a besos por el estrecho corredor de luces rojas y orondos ventanales de la nave al habitáculo de matrimonio. Nos quitamos la ropa de camino para llegar desnudos a la cama.
Laura está encima de mí. El largo cabello, rizado y pelirrojo, esconde el rostro mientras la sección del techo se torna transparente. Detrás de ella, aparecen las estrellas y los fastuosos colores de la espiral gigante. La galaxia de Andrómeda se agita. Tiembla. La Teoría de cuerdas vibra con ella. El Universo se comprime y explota de nuevo, dando sentido a la existencia humana. A navegar en el espacio profundo sin perder la razón. Abro los ojos y veo que Laura se ha echado el cabello a un lado. Su rostro ocupa ahora el centro de la espiral lumínica. Me sonríe.
Como también lo hace después de la cabina de ducha e instantes previos a tumbarnos en las cápsulas de criogenia. Su sonrisa, es mi último recuerdo antes de caer en el sueño profundo.
*
AMANECER
*
Algo llama la atención del pequeño reptil de escamas cristalinas que está encima de la roca, gira la cabeza afilada y mira al cielo. Aurora es una bola de fuego que se desintegra en la atmósfera del planeta enano. Se fragmenta y dispersa en pedazos humeantes.
Dentro de la nave interestelar resuenan todas las alarmas. Hay incendios en los diferentes compartimentos y cortocircuitos en los aparatos auxiliares. Las compuertas de acceso a la cabina están fundidas por el calor del interior. El humo se propaga en cada rincón, cada vez más denso. Aurora cae descontrolada mientras las nubes del horizonte amenazan tormenta. Súbitamente, estalla el motor principal y se parte en dos.
Una sección se volatiliza por completo, la otra, dónde duermen los tripulante en estado de criogenia, aún resiste la fricción. Las cápsulas son expulsadas automáticamente instantes previos del estallido que hace desaparecer por completo a Aurora en aquel sistema solar de Andrómeda.
Los contenedores sobrevuelan la cordillera montañosa, de cumbres nevadas, a gran velocidad. Las estelas que han dejado en el cielo describen sendas parábolas que se cuelan en la boca del volcán inactivo del valle. Los contenedores abren entonces los paracaídas. Los afluentes de agua que confluyen allí forman cataratas en la garganta vidriosa que se pulverizan en la caida por las entrañas de la cavidad subterránea. Los sensores de las computadoras detectan la grandiosa columna de lava sólida en el centro de aquel espacio. Funcionan los propulsores ante la proximidad del terreno y se recogen los paracaídas, apareciendo el tren retráctil, aterrizan con suavidad en la cima escarpada.
A continuación, los contenedores se transforman. Se descubren las cabezas y extremidades superiores de los robots. Haz de luces rastrean alrededor mientras los brazos mecánicos cogen el cañón de energía que hay guardado en el respectivo compartimento. Recabando datos tanto de la orografía como de cualquier tipo de organismo vivo, caminan el estrecho sendero gracias al tren articulado, en busca del mejor asentamiento. Los peculiares robots aseguran cada movimiento por la superficie resbaladiza, iluminados por la claridad lunar que se refleja en la garganta vidriosa y sume en la más absoluta negrura el ambiente. Dos horas más tarde, llegan a una cueva.
La exploran y deciden establecerse. Los contenedores enfrentados se desarman, uniendo sus tiendas tipo túnel, crean un módulo de supervivencia, hermético, con las condiciones idóneas para la vida humana, pues la atmósfera apenas es respirable. Se abren las tapas de las cápsulas. Los sistemas de reanimación poco a poco despiertan a los humanos. Cuando el joven ruso abre los ojos, Laura ya ha pasado por la cabina de ducha, viste el traje espacial y a la pequeña mesa del habitáculo come la ración del día. Incluso ha encendido los monitores que muestran toda la información recabada hasta el momento.
-Buenos días -saluda a Dmitry, sorbiendo de la taza de café.
-Magnífico -balbucea mientras abandona la cápsula-, Laura, de verdad, no puede ser mejor.
Desnudo, camina torpe hasta que entra en la cabina de ducha y cierra la mampara. Poco después se dirige al armario metálico del contenedor, viste el traje con el soporte vital y demás aparatos auxiliares. El arma de energía, también.
-¿Te haces una idea de por qué estamos aquí, verdad?
-Verdad… ¿me pasas el café? -señala la jarra oscura de la cafetera-. Y tu taza, por favor.
-Los informes de los robots, como puedes ver, están monitorizados -indicó a Dmitry-. La nave interestelar se ha consumido en la atmósfera del planeta, por cierto, irrespirable para nosotros. Hemos caído en el interior del volcán inactivo. Justo sobre esta columna fundida y tanto el sonar como el scanner no encuentran más cuevas de entrada. Tendremos que salir a investigar nosotros mismos porque debido a la composición del mineral los aparatos resultan inútiles.
-Brindo por la tecnología puntera -alzó la taza al aire.
-Mejor hazlo por Aurora y el astillero ruso donde la construyeron…
-Laura…
-¿Dmitry? -en aquel momento el estallido del trueno reverbera por la garganta y el fulgor del rayo perfila la entrada de la cueva. Empieza a llover con fuerza y la corriente agita la tienda, aullando o gimiendo a veces.
-En cuanto pase la tormenta nos ponemos a ello. Buscaremos una salida. Subiremos a la superficie para instalar la antena de largo alcance y enviar la señal de auxilio. En el mejor de los casos, nos rescatarán dentro de unos años. Quizás, treinta. Puede que encontremos un vergel escondido o un pueblecito de acogedores marcianos ¿Quién sabe? Entretanto esperamos, podríamos recuperar el tiempo perdido en la criogenia y acostarnos un rato ¿no?
-Mejor preparar el material de escalada y hacer la puesta a punto del traje -sentenció.
Horas más tarde, cuando amaina la tormenta del exterior, los astronautas deciden salir del campamento base con todo el equipo necesario.
Descienden con sumo cuidado el abrupto terreno de rocas afiladas en busca de alguna entrada, ya que los sistemas de rastreo son inútiles en aquel lugar, alumbrando con las linternas y los focos de los trajes. La inclinación es cada vez más pronunciada hasta que llega a ser vertical. En aquel momento echan mano del equipo de escalada. Después de asegurar los sistemas de anclajes y sogas, utilizan las pistolas de cuerda dinámica que van sujetas al arnés. Ambos disparan los clavos en la fisura y comienzan a caer por la resbaladiza lava fluida. En cada tramo mientras permanecen sujetos a la pared, las pistolas recogen las cuerdas en el tambor. Tras un día terrestre de bajada, deciden establecer la tienda de campaña en un saliente del precipicio. Una vez que han descansado, continúan la búsqueda.
Al sexto día, se agotan las raciones de comida. Al octavo, empiezan las discusiones y el hambre hace mella, sin embargo, tienen agua potable gracia al sistema de depuración de los trajes.
-¿Me escuchas, Dmitry? -comunica por radio.
-Dime…
-Creo que veo una entrada. A las tres en punto. Voy a comprobarlo -a continuación, empuñó otra pistola y disparó la bengala, con la buena puntería y suerte de que el proyectil luminoso cayera en la boca del tubo volcánico.
-¡Excelente vista, pelirroja! -respondía emocionado-. Creo que lo mejor sería balancearnos y tomar carrerilla por la pared para alcanzar la cueva ¿no te parece?
-De acuerdo. Hazlo tú primero. Así cuando estés allí, me ayudarás a mí ¿vale?
-Voy entonces…
El astronauta empieza a caminar por la pared. El balanceo cada vez es más intenso y la carrera más larga hasta que en un último esfuerzo consigue alcanzar la entrada del túnel. Laura hace lo mismo, pero algunas Leyes son universales. Como la Ley de Murphy. Justo en el último instante, antes de que Dmitry pueda agarrar el guante de la compañera, el anclaje de seguridad cede y cae al vacío. Laura se despeña por el precipicio acuoso. Finalmente, golpeándose de forma violenta el casco contra un saliente, queda allí tendida.
-¡Laura! -gritó una y otra vez el joven esposo asomado al abismo.
Por medio de los prismáticos observa atónito cómo una extraño ser, humanoide, después de salir de la fisura cercana, la olisquea. Pigmeo, de piel pálida y carente de bello. La cabeza achatada era una prolongación del cuello ancho, con élitros blanquecinos en la espalda. Brazos largos y huesudos, terminados en garras. Las extremidades inferiores, cortas y musculosas con espinas.
La agarra de la mochila.
Después de reparar un instante con los ojillos negros en quien grita desde lo alto, abre los élitros y despliega las alas transparentes, emite un grito amenazador, mostrando los dientes, y la arrastra al interior de la roca.
-¡Laura! -voceó de nuevo.
A su espalda aparecen infinidad de ojos brillantes en la oscuridad del túnel. Se acercan al mismo tiempo que empieza a sonar una especie de gemido. Dmitry ni siquiera lo escucha por el audio del casco. El sistema de vigilancia del traje espacial tampoco detecta a otra figura que crece sobre las demás. De la oscuridad surgen grandes patas arácnidas por él. Antes de darse cuenta de lo que ocurre o pueda reaccionar, éstas le apresan y con hilo de seda es encerrado en un capullo plateado. Inmovilizado por completo, la respiración se le acelera y entrecorta, aún más, al ver la descomunal uña que atraviesa despacio el cristal del casco. A punto está de pincharle el ojo. Al momento de inocular la ponzoña en la mejilla, Dmitry pierde el conocimiento.
No sabe el tiempo que ha pasado.
Ni qué lugar es aquel. Despierta tendido en el frío suelo de secreciones orgánicas de la cavidad, apenas iluminada por filones de mineral brillante. La bóveda y paredes porosas son ocupadas por infinidad de criaturas alienígenas. De todas las formas y tamaños imaginables. Reconoce a algunas, idénticas a la que arrastró a Laura. Otras de pesadilla y muchas con tentáculos de ventosas dentadas.
Rayan las paredes con sus garras. Jadean y emiten sonidos guturales, enseñando los afilados dientes de las fauces, cuando despierta Dmitry. Éste se yergue a duras penas, vestido únicamente con la prenda interior de celulosa. Para su sorpresa, descubre a Laura sentada en la roca basáltica con las piernas cruzadas, rodeada por los seres pigmeos que la suplican con los huesudos brazos en alto, flaqueada por dos horrendos monstruos de morfología arácnida, también.
Lleva puesta la ropa intima de celulosa. El abundante y rizado cabello rojizo cae sobre los hombros desnudos. Pero no le reconoce o muestra expresión alguna al mirarle. Un ojo es verde, el otro, está completamente inyectado en sangre a causa del golpe en la cabeza. La sangre seca todavía mancha la mejilla, empapa la lencería y llega al vientre liso.
Sostiene en brazos a un pigmeo, dándole el pecho.
Los gigantescos arácnidos le miran con los múltiples ojos verdes, moviendo las uñas, también. La anatomía externa y abultado abdomen es de la misma tonalidad cobriza. Laura después de dejar al pequeño albino con los demás, descruza las piernas y salta para caminar hacia Dmitry. Se detiene enfrente de él. Se percata entonces de que ella lleva uñas clavadas en la espalda, arrastrando venas, bombean a los arácnidos. Un pequeño albino se acerca a ellos. Sujeta un gusano que se agita. Lo ofrece. Laura lo toma y devora vivo ante Dmitry que no reacciona.
-Delicioso… -mastica los órganos, fluidos e intestinos que chorrean de la boca.
-¡Por Dios! -la zarandea de los hombros- ¿Qué la habéis hecho, malditos?
-¿Quién eres tú? ¡Dime! -grita enloquecida- ¡Quién entra en mi casa sin permiso! ¡El que molesta a mi familia! -levanta la mano y el golpe psíquico le lanza por los aires. Alcanza gran altura en la cavidad para caer de bruces al suelo. Se levanta dolorido y escupe sangre del labio partido.
-Tu marido…
-¿Marido? -pregunta, comiendo al gusano vivo. Otra onda de energía invisible brota de la frente y lo estrella de nuevo.
-Recuerdas el día que nos conocimos…
-Es hora de que mis iguales coman…
-La misión espacial…
-Mis hermanos, también -hizo una señal para que todos se acercaran.
-El planeta Tierra… nuestro hogar -los arácnidos, otras extrañas criaturas gelatinosas y seres pigmeos le rodean con las fauces abiertas. Sin embargo, a punto de abalanzarse sobre él, escucha una palabra familiar.
-Dmitry… -pronuncia Laura antes de desfallecer y caer al suelo.
El joven ruso se apresura a atenderla. La arranca las afiladas uñas de la espalda. Supuran líquido azulado por el suelo mientras las venas se recogen en el abdomen de los arácnidos que hay detrás de él. La coge en brazos y mira alrededor, buscando una salida, más allá de los seres albinos que están paralizados.
“Esta vez, te permitimos vivir” -escuchó la voz mental-. “Debes saber que en cuanto te olvide, dentro de veinticuatro horas, te devoraremos” “Depuramos la atmósfera para que sea respirable durante la metamorfosis” “Eso te beneficia” “Aunque siempre tendrás la oportunidad de saltar al precipicio por alguna salida”.
-¡Nunca la dejaré! Me oyes, maldito monstruo -dijo a viva voz-. ¡Jamás!
“Ella te está abandonando” “El veneno ya fue inoculado y pronto se convertirá en lo que realmente es” “El regalo de los Dioses” “Por fin, ha regresado a nosotros” -una de las patas señaló a la bóveda. Dmitry descubría en aquel momento las pinturas de la pared. Un rostro humanoide. El cabello y rasgos del rostro eran muy similares a Laura, incluyendo el mismo ojo ensangrentado-. “Quien nos guiará a Arcana, la tierra prometida”.
-¿Regalo de los Dioses? ¿Pero de qué demonios hablas? ¡Es imposible! -respondía-. Estáis equivocados.
“Tus palabras vacías no nos confundirán” “Es nuestra” -escucha en su mente.
-¡El parecido sólo es fruto de la pura casualidad!
“Sigue el tubo que hay debajo del Regalo de las Estrellas” “Tras la siguiente cavidad, encontrarás un lugar seguro y agua canalizada” “No abandones el camino o morirás al instante” -todas las criaturas desaparecieron por los agujeros y los dejaron solos en la penumbra del lugar. En absoluto silencio.
Dmitry, con Laura en brazos, se dirige a la pared porosa. Después de mirar la pintura, se introduce por el orificio grande que hay justo debajo. Recorre el estrecho túnel, alumbrado de la veta mineral, pasando de largo los oscuros ramales que hay en todas las direcciones. Ocupados por seres de pesadilla. En algunos tramos la negrura es absoluta y camina despacio, con sumo cuidado. Es observado por terribles sanguijuelas de ojos brillantes que anidan en los recodos, sisean y muestran las hileras de dientes al pasar. Devoran a las extrañas presas que han capturado del exterior, entre restos óseos y excrementos. Prosigue por el tubo de nuevo sin luz mineral. De repente, el pie no encuentra el suelo, mantiene el equilibrio sobre el otro y a punto está de caer en el pozo invisible para él. Decide entonces dar la media vuelta. En un recodo sin huésped, algo llama su atención. Aunque apesta sobremanera, aguanta la respiración y se decide a entrar tanto a por la piel del animal astado, sobre los huesos amontonados, como el pedazo de roca que brilla.
Le servirá para alumbrar los salientes a un lado del enorme pozo. Continúa el camino. Más tarde, por fin llega a la susodicha cavidad. La claridad lunar entra por los tubos del techo y descubren el angosto puente de obsidiana sobre la infinidad de criaturas que hay en la penumbra del fondo. No puede verlas, pero las escucha perfectamente. Antes de dar un paso más, una sombra se proyecta delante de él, al momento, un bulto se estrella contra el suelo. Por un instante puede ver como el peculiar astado de seis ojos se agita, cayendo al vacío. Entonces, los gritos ensordecedores de las criaturas se mezclan con los bramidos del aterrorizado animal. Retornan los susurros. Dmitry transita el puente de obsidiana muy pendiente de las alturas, pues los cazadores alados por los tubos también están soltando a las presas que capturan del exterior. Esquiva a los animales que caen vivos, a medio camino, de repente, se eclipsa un tubo. Tiene un terrible presentimiento. Sin pensarlo dos veces, echa a correr. Vuelve la claridad y distingue el enorme bulto, moviéndose en el aire. Dmitry y el paquidermo de gran tonelaje se acercan al mismo tiempo al final del puente natural. La arden las piernas y escupe saliva con cada respiración, pero no suelta a Laura o desiste en el empeño. Sólo corre.
Salta a la boca del túnel en el preciso momento en que el animal se estrella detrás de él y derrumba la estructura de piedra. **
Jadea tendido en el suelo, junto a Laura.
Poco después, el joven ruso encuentra la oquedad apartada de las demás. Tiene la tranquilidad de que no le atacarán de momento, aunque el tiempo corre en contra. Tumba a Laura encima de la piel mullida. Junta las manos y coge agua fresca del manantial de la pared para darla de beber. Se sacia igualmente. Incluso la asea.
La observa detenidamente.
Ahora puede apreciar los cambios físicos. Las venas se han oscurecido, marcándose en la piel pálida y escamosa. La osamenta se está desarrollando y marcando los huesos. Al cogerla de las mano, ve que afiladas garras empujan a las uñas. Los párpados cerrados y el movimiento de los ojos indican que sueña. Los cambios psíquicos están en proceso. Dmitry la besa en la frente sudorosa. Coge la cruz de la cadena de oro al cuello y la aprieta entre los puños mientras balbucea una oración por ambos.
-Resiste cariño, si hay veneno… habrá una cura… -acaricia el cabello pelirrojo-. Tú siempre fuiste mejor para resolver situaciones difíciles… Todo tiene que ver con la pintura de la pared… Si hay respuestas, tienen que estar aquí, porque no fueron guiados a Arcana, la tierra prometida… ¿pero… por dónde busco? La roca es un laberinto… No tengo tiempo suficiente…
Laura empieza a toser.
Se atraganta, dando bocanadas la falta el aire. Dmitry la levanta de medio cuerpo, presto, la sujeta contra el pecho hasta que rompe a toser, escupiendo saliva verdosa. Por un instante abre los ojos y le mira, esbozando una sonrisa.
-Ya casi no te recuerdo… -susurra-. La persona que conociste está desapareciendo. Pronto me convertiré en algo diferente, otro ser, otra cosa. Lo siento arder por dentro y quiere salir. Me dieron a comer bichos asquerosos que están cambiando mi ADN. De alguna manera, también sé que los gusanos… deliciosos… -sonríe de nuevo-, desarrollan mi estructura ósea.
Laura junta las manos temblorosas y vomita bilis de color ambarina que rebosa por los dedos finos.
-Aquí está mi alma… Unta esta especie de resina en el pelo y base de la nuca. En el pecho, delante del corazón. En la celulosa. Las palmas de las manos y en la planta de los pies. La sustancia se convertirá pronto en coraza orgánica, te protegerá… No pedo ofrecerte más… cariño mío…
Dmitry, con los ojos inundados de lágrimas, así lo hace, sin rechistar, mientras de sus labios escapa una canción;
“Oy Moroz
Oh moroz, moroz
Ni moroz menya
Ni moroz menya
Moyavo konya”
Laura deja caer las manos temblorosas y con gran esfuerzo la uña afilada señala al suelo antes de desfallecer.
-Volveré por ti… -se despide. Dmitry coge otro mineral brillante que encuentra de paso y los pega en la resina del torso aún blanda. Empieza a correr por el estrecho tubo. Inmerso en las tinieblas, siempre busca las aberturas que descienden.
El joven ruso corre con determinación la porosidad en forma de caracol. De los numerosos intersticios empiezan a salir gigantescos engendros, semejante a ciempiés, que le lanzan dentelladas. Los evita con habilidad. Le persiguen. Pero no mira atrás. Su pensamiento está con Laura. Cada momento con ella le viene a la memoria. Y su zancada es vigorosa, cada vez más rápida, al igual que la respiración perfectamente controlada. Siente el roce de alguna antena y escucha el sonido de las garras a un palmo de él.
No teme porque la voluntad humana es fuerte. El amor por ella hace vibrar cada célula y corre más. Muy rápido. Ahora, es una especie que compite con otras por sobrevivir.
Alcanza la salida de caracol para saltar con todas sus fuerzas al borde del abismo. Vuela. Agita los brazos y piernas. Se estrella en la pared oscura. Resbala algunos metros hasta que sus dedos dorados encuentran fisuras donde sujetarse. El torrente de criaturas extraterrestres cae y desaparece en la negrura. El joven escala durante un tiempo indefinido, en paralelo a la veta del mineral lumínico.
Alcanza el techo.
Pronto se da cuenta de que debe superarlo, pues la vista no alcanza a ver otro camino y las fuerzas comienzan a flaquear. Se cuelga por las grietas hasta llegar cerca del final, sin embargo, descubre la peor de sus pesadillas, ya que la próxima no está cerca. Respira hondo y despacio, concentrándose en el movimiento. Se comienza a balancear.
Cada vez más fuerte con ayuda de las piernas. Sin duda ni miedo, realiza el salto. El explosivo impulso de piernas y brazos por un lapso de tiempo le deja suspendido en el vacío. Una mano falla, sólo golpea techo. La otra alcanza el objetivo, aunque no tiene fuerza suficiente y nota que los dedos se escurren en la fisura. Pero no cae. El anillo de casado, recubierto por la resina traslúcida, se ha atascado en la roca.
-¡Si! ¡Laura! -escucha el eco, una y otra vez- ¡Laura!
Consigue superar el obstáculo para retomar la escalada de la pared. Constantemente en la misma dirección. Al poco encuentra un orificio. Exhausto, descansa, estirando brazos y piernas para aliviar los calambres.
Continúa por el túnel y da salida a una grandiosa caverna. Descubre que los pigmeos albinos pueden volar, gracias a las alas de insectos que esconden los élitros. Por miles, fabrican torres de colmenas en el fondo de la cavidad. Las celdas está rellenas de sustancia blanquecina, casi en la totalidad, que los obreros traen del exterior, adherida en las extremidades inferiores. Para su sorpresa, también hay un artefacto plateado de forma romboidal en el centro de la formación.
-Allí, están las respuestas… -susurra.
No hay tiempo que perder. Descender le llevaría demasiado esfuerzo y empeño. Se fija entonces en otra especie que sale de los tubos que hay debajo de él. Los gigantescos paleópteros, semejantes a libélulas, igualmente colaboran. Espera el momento oportuno, sin pensarlo dos veces, salta al vacío. Por fortuna, consigue caer encima del cuerpo, en la parte posterior de los ojos, cerca de las alas largas y delgadas que se mueven con rapidez. El insecto nota el bulto, se agita, pero Dmitry no sólo se agarra con fuerza al exoesqueleto, aguantando los giros bruscos que pretenden hacerle caer, sino que empuja la cabeza de la criatura y en seguida inicia el descenso. Vuela por la nube de seres alados que trabajan en las colmenas. Una vez que está sobre el artefacto, distingue las celdas del suelo que lo sujetan, y se libera del gran insecto para caer en la punta piramidal. La platilla de resina que recubre los pies agarra bien en la superficie metálica y el joven ruso se puede desplazar sin problemas.
Se dirige hacia otra figura poliédrica. Camina la sección del cubo que sobresale de la cara hasta que llega a la pared de otro, formando un ángulo de noventa grados. Descubre grabados en los círculos concéntricos. Sin sentido e incomprensibles. Sin embargo, en el centro sólo existen cinco puntos.
Dmitry no sabe por qué, pero tiene un presentimiento. Pone las yemas de los dedos con resina en cada uno de ellos. Súbitamente, los signos resplandecen y los círculos giran en la pared de espejo oscuro. Se abren las cerraduras de las piezas circulares hasta despejar la entrada. Camina despacio bajo el umbral de la puerta. Sumido en la oscuridad, se cierra de nuevo la entrada. Se encienden luces de forma gradual.
Ahora puede ver el salón piramidal.
Existen columnas de mineral basáltico con vaporosas y coloridas telas. Otras salas contiguas. Sin embargo, dos labradas esculturas de piedra oscura, acaparan por completo su atención. Una de las figuras extraterrestres, tiene el mismo rostro esculpido a la pintura de la cavidad. Semejante a Laura. La otra talla humanoide, es claramente masculina. Ambas, fueron trabajadas para que sirvan de tronos. Dmitry, guiado por una fuerza invisible, se dirige a ésta última y toma asiento. Encajado en la piedra, súbitamente le ciega un resplandor. Aparece la imagen del yermo marciano ante él, tan real, que siente el frío en la piel. Se mira las manos y los pies, incrédulo. Pronto le falta el oxígeno. Cae al suelo árido. Se asfixia y retuerce, agonizando.
*
Mensaje…
Reconociendo especie…
Aplicando el protocolo neuronal…
Traducción simultánea…
*
“Si eres capaz de escucharme -oye la voz mental de la gigantesca araña que hay enfrente de él-, podrás respirar. Tranquilízate. Tampoco me tengas miedo, seré tu guía, porque entonces el Regalo de las Estrellas,*por fin, habrá llegado a nosotros. Ahora, levántate y presta atención. Te contaré lo ocurrido, desde el principio, ya que soy el primigenio de la nueva especie y debo hacerlo. Hace varios milenio, la familia de viajeros de las estrellas llegó a este pequeño planeta -una de las patas señala a la nave alienígena que está aterrizando-. La hija menor, sufría una grave enfermedad. Se moría. Los humanoides desconocían la cura. El científico -visualiza como la figura, delgada y alargada, que viste el ceñido traje espacial, con la pequeña mochila de luces parpadeantes a espaldas, abandona la nave y levita sobre el terreno-, fue a explorar el nuevo mundo mientras la esposa presta atención a la pequeña en la cápsula médica.
Durante lunas, experimentó en el laboratorio con los distintos organismos que fue encontrando hasta que halló la cura, en el veneno de la diminuta criatura arácnida. Aquella formula, salvó a su primogénita de largos y rizados cabellos rojizos. Ensangrentó uno de los grandes ojos ovalados mientras que el otro conservó el iris verde. Le otorgó el don de la clarividencia. Asimismo, la capacidad de comunicación con todos los seres vivos -Dmitry ahora está presente en la sala médica y puede ver como la pequeña humanoide que sostiene en la palma de la mano a la susodicha araña, acercar el oído para escuchar-. Como agradecimiento por devolver la vida, suplicó al padre el deseo de la minúscula araña, a través de los ojos infantiles.
De esta manera, el científico gracias a la ingeniería genética, me concedió la cualidad de la inteligencia y la promesa del nuevo mundo. Durante toda la vida he procreado y mi descendencia ha predicado la palabra de la Deidad. Nuestro veneno inoculó mutágenos a otras especies que aparte de la comprensión les hizo más grandes, fuertes y resistentes. Así nació un nuevo orden jerárquico dentro de la naturaleza del planeta. Soy viejo. Muy viejo y estoy a punto de morir, no veré el nuevo amanecer, pero si lo estás escuchando, todos los milenios de evolución, el regalo de los Dioses, habrán merecido la pena.
Porque los hijos de mis hijos, si lo verán -la gigantesca araña se arruga y encoge muy despacio-. Una vez que regresaron a la nave nodriza, construyeron arcas romboidales que dejaron ocultas por el planeta. Cada una de ellas tiene un propósito social para la invasión; Reina. Soldados. Obreros y Polinizadores. -palidece, se consume, a la vez que el viento barre el polvo hasta que desaparece”
*
Fin del mensaje…
Fin del mensaje…
Fin del mensaje…
*
Dmitry cae al suelo.
Aún no pede ver porque le sangran los ojos. Sufre espasmos y convulsiones hasta que vomita. Después de un tiempo se tranquiliza. Se incorpora despacio. Poco a poco, recupera la vista para darse cuenta de que no está solo. Distingue la figura borrosa en el salón.
-¿Laura? -pregunta a la criatura que hay enfrente de él. El exoesqueleto nacarado, realza la figura de la siniestra muñeca de estatura y medidas perfectas. Las articulaciones son protegidas por corazas de tonalidad rojizas. Como la pieza que cubre la cabeza, perfilando el rostro. Deja libre el cabello pelirrojo que se ha convertido en una proyección ósea y corona tras la nuca.
-No… -responde, a medida que se acerca con paso firme-. Ese organismo ya no existe -de la penumbra del vórtice se descuelgan los gigantescos arácnidos junto a ella, le miran con los múltiple ojos verdosos mientras mueven las uñas-. Mis hermanos te devorarían ahora mismo, pues no recuerdo quién eres… Sin embargo, debo respetar la última voluntad del Regalo de las Estrellas y entregarte esto.
Dmitry, todavía más sorprendido, coge el arma de energía que le ofrece. La empuña con las dos manos para apuntar al rostro de belleza demoníaca. El ojo sangriento le mira fijamente y estremece. Aprieta el gatillo despacio. A punto de detonar el disparo de energía, encuentra el otro humano, almendrado, color verde esmeralda, por un breve instante, cree ver a su mujer y duda.
-Morirás… de todas formas -la lengua bífida relame los carnosos labios morados-. Sólo guardo el recuerdo del planeta Tierra… Arcana… para mí pueblo. Soy el Mesías que los guiará al sueño prometido en la Vía Láctea. Lo conquistaremos y los de tu especie nos servirán de alimento… todos… sin excepción. Pero el destino no está en manos del Regalo de las Estrellas, nuestra Deidad. Las premoniciones y clarividencia de la pequeña sólo llegan a este encuentro. Lo que suceda a partir de ahora, no ha sido soñado.
-Te mataré, monstruo… -grita.
-Conmigo desaparecerá lo poco que queda de Laura y salvarás a tu civilización. Los habitantes de la Tierra, jamás sabrá de nosotros. Pero si me acompañas…
-¿Laura? -balbucea- ¿Estás ahí?
-¿Dmitry? -pronuncia-. Dime… cariño…
-¿Me oyes? Oh, mi niña… -quita el dedo del gatillo y baja el arma. Estira la mano para acariciar el exoesqueleto que cubre el rostro. La criatura abre la boca y entre los colmillos escapa la lengua viperina, se enrolla sinuosa en la muñeca del joven ruso que totalmente distraído acaricia la mejilla del ojo almendrado, color esmeralda.
De repente, la rapidísima dentellada le amputa la mano. Dmitry cae de rodillas al suelo. El grito ahogado es incapaz de salir de la garganta. Suelta el arma. Se sujeta el muñón que humea, cauterizado por el ácido de la saliva, escuchando el crujir de huesos en la boca de la criatura.
Después de tragar el bolo alimenticio, aquella ríe a grandes carcajadas y le señala con la garra del dedo mientras agita la cola de corazas afiladas. Pero la expresión se torna seria, felina, cuando descubre la sonrisa que perfila la comisura de los labios del joven humano.
-El destino… no está escrito… -coge el arma de nuevo y se dirige a la criatura acorazada. Sin dilaciones, encañona la frente despejada y la empuja hasta que se arrodilla en el suelo. Dmitry comprende ahora que no le matarán antes de que tome una decisión, pues también ha ocultado el otro requisito de la pequeña clarividente alienígena, bien llamada, El regalo de las Estrellas.
La criatura de nácar y color sangre no conoce el miedo o sentimiento alguno. No está en su naturaleza. Así, permanece inmóvil al igual que los descomunales arácnidos que hay cerca. Para mayor desconcierto de Dmitry, algo cambia en el rostro inmutable. Una lágrima rebosa del ojo esmeralda y corre hasta que llega a los labios carnosos, entreabiertos. *******
-¿Qué sucede? -la criatura con voz temblorosa, recoge otra lágrima con la afilada uña. La escudriña con la mirada. Un ojo humano y otro demoníaco. Por un lapso de tiempo, se pierde en la ausencia. Las facciones duras del rostro extraterrestre en aquel momento se relajan, mostrando la efímera humanidad que aún conserva.
-¿Laura? -tartamudea.
-Yo… no… -ambos se ponen en pie, ya sin la amenaza del arma-. D… Dmit… ¿Dmitry?
El joven ruso lanza el arma lejos de allí. Ahora lo comprende todo. El destino está escrito, si, desde hace mucho tiempo atrás en las estrellas. No fue casualidad que conociera a Laura. El origen familiar. La empresa aeroespacial. El desafortunado accidente de la nave interestelar en aquel planeta enano. No la quiere matar… Tampoco le importa la suerte de la humanidad. Si. Ríe, pues sabe a ciencia cierta que su aspecto será idéntico a la escultura masculina después de la metamorfosis. La ayudará a cumplir el sueño prometido a su pueblo, Arcana. Habrá un nuevo amanecer para el planeta Tierra.
-Ocuparé el trono a tu lado -dijo a la criatura que esboza una sonrisa maquiavélica. Después de sujetar la cabeza con las garras, le obliga a mostrar el cuello. Abre la boca, descubriendo los colmillos retráctiles, para clavarlos en la vena que palpita. Al instante, Dmitry siente arder por dentro.
Se marea...
El salón empieza a girar despacio, gradualmente aumenta la velocidad hasta que las imágenes son difusas. Llega una luz brillante en la visión de túnel que da paso a la premonición;
“Las torres de colmenas se inundarán de agua canalizada. Provocando la electrólisis suficiente, se encenderán los motores de antimateria de la nave Comandante. Incontables naves romboidales emergerán entonces de la superficie. De los mares congelados. Cordilleras sombrías o estepas abruptas, también. Una flota de arcas estelares que en las cámaras de hibernación han guardado la flora y fauna del planeta, dispuesto para la invasión y reclamar la tierra prometida, Arcana, que un día vaticinó el Regalo de las Estrellas. Como soñó con Dmitry y Laura, transformados, rumbo a la Vía Láctea“. *
*
*
***
*****
El joven ruso corre por el sendero del bosque. Es una mañana soleada de verano y hace calor, mucho, pero las copas de los árboles le protegen de los intensos rayos del Sol. Toma carrerilla para saltar un tronco en medio del camino. Asusta al ciervo que sorprendido emprende la huida. Ambos corren en paralelo. El joven sprinta. Aumenta la respiración y las zancadas. Por un instante, adelanta al animal antes de que desaparezca en la frondosidad del bosque. Afloja el paso cuando llega al caudaloso río. Con paso firme y buen equilibrio camina el árbol caído que lo cruza. Emprende de nuevo la carrera hasta que llega a la falda de la montaña. Practica la escalada libre en la pared rocosa durante el resto de la mañana. Desde la altura, observa las fabulosas vistas del parque natural. Siente el aire fresco de la montaña. El silencio de la naturaleza es quebrado por el chillido del águila. La majestuosa ave, planea el cielo con elegancia.
El joven ahora cuelga del techo rocoso. Pende de una mano y mete la otra en el saco de polvos. Repite la acción a la inversa. Se concentra en el próximo movimiento. Visualiza las fisuras próximas. Respira mientras se balacea. Salta con el impulso del cuerpo y libera los dedos del hueco, sin embargo, no alcanza el objetivo. Cae de espaldas al vacío, moviendo los brazos y piernas.
“Fin de la simulación” -suena por el altavoz.
El joven está tendido en el suelo. Se apagan los proyectores de holografías de la habitación.
Tanto los ventiladores como los ambientadores dejan de funcionar. El sistema de sonido envolvente baja el volumen al mismo tiempo que la máquina robótica de correr recobra la posición original. Hasta que finalmente se detiene la cinta de superficie moldeable.
-Tienes suerte de que sólo sea un programa de simulación -dijo la joven que hace yoga en la misma sala. **
-Cierto… -responde, jadeando.
-Voy a preparar algo de comer ¿me acompañas?
-Lo siento preciosa, mejor continúo con el entrenamiento. No te preocupes. Luego me haré la comida.
-Pues ya no nos vemos hasta que llegue la hora de cenar. Quiero descansar un rato antes de pasarme por la sala de máquinas. Debo hacer la puesta a punto del Motor de agujero de gusano y los sistemas auxiliares de la nave. Si la computadora de navegación me deja tiempo libre, pienso terminar de pintar el cuadro que empecé la semana pasada, también. No te olvides de que tenemos una cita -recordó-. Dejaré programado el robot de cocina para entonces.
-De acuerdo…
*
…más tarde…
*
“Pelirroja“. Así la llamo. Su cabello, largo y rizado, cae por la pálida piel de los hombros desnudos. Ceñida en el vestido rojo, Laura, mi mujer, cruza las piernas infinitas en el único asiento del espectador mientras yo estoy subido en el pequeño escenario, tocando el saxofón. La inteligencia artificial de la nave interestelar gestiona la luminotecnia de la pequeña sala, así como el sonido y los músicos virtuales que me acompañan en la intimidad del concierto. El foco estrella mi silueta en el suelo y otro de luz tenue la alumbra a ella. Sumidos en la penumbra y colores cambiantes según la música, Laura, después de soltar la bocanada de humo del cigarrillo, sostiene de nuevo el tubo de bebida alcohólica y hace tintinear los hielos que se deshacen lentos, moviendo el zapato de tacón de aguja del pie inquieto, me invite a mirar.
Su tobillo blanquecino, con el delicado tatuaje de la flor, y las piernas de muslos firmes, también. Si. Las uñas rojas de los dedos finos, tamborilean en el vaso al tiempo que toca el pianista holográfico. El rojo carmesí de los labios saborea el cigarrillo, más tarde, con el sonido del trompeta. Pero sus intensos ojos verdes, almendrados, no apartan la vista ni un solo instante de mí. Tampoco cuando descanso y sigo el ritmo del batería con el chasquido de los dedos, ya con el nudo de la corbata aflojado y el sombrero echado hacia atrás.
En el espacio profundo, no hay día o noches. Seguimos el reloj biológico programado en la computadora de abordo. A altas horas de la madrugada, dejo el instrumento musical sobre la silla alta, tras despedirme del grupo virtual, me arremango la camisa blanca y sujeto los tirantes del pantalón chino, mientras la miro con descaro.
Laura acepta la invitación y se levanta. No encontramos en mitad de la sala. La sujeto de la cintura. Ella rodea mi cuello con sus brazos y apoya la cabeza en mi hombro. Y bailamos, muy despacio.
Más tarde, la sala de realidad virtual se transforma. Desaparecen las figuras proyectadas y da paso al restaurante italiano, perfectamente digitalizada la ambientación. No hay más clientes, sólo nosotros, y el camarero, un brazo robot del suelo que en realidad se oculta en la holografía, nos atiende con agrado. A la luz de las velas, saboreamos la buena pasta y copas de vino, observando la nebulosa estrellada por el mirador de la nave. Celebramos dos fechas muy especiales.
Nuestras bodas de plata, como matrimonio y exploradores espaciales. Y que dentro de pocas horas iremos a dormir a las cápsulas de criogenia. La computadora se encargará entonces de gestionar todos los sistemas de nuestro soporte vital y mapas estelares, rumbo a la galaxia de Andrómeda. Llegaremos en el próximo salto al hiperespacio. Será el último agujero de gusano que generará en motor de la nave y los primeros humanos en alcanzar semejante distancia. Tan fantástico sueño.
Haremos historia.
Yo, Dmitry Ivanenko, en realidad no tengo estudios o cualificación profesional alguna para estar aquí. He sido vividor, golfo y pendenciero. Sencillamente, tuve la suerte de nacer en una familia adinerada. Muy rica, tanto por negocios legales como ilegales. Veo mi cara reflejada en la copa de vino y todavía hay un niño. Ese crío que en las rodillas del padre mira la noche estrellada mientras los corpulentos hombres cavan la tumba del cadáver, un pobre desgraciado que no devolvió a tiempo el préstamo al viejo mafioso, en mitad del campo. El dinero todo lo compra. Mi querido padre se encarga de costear el proyecto espacial para la construcción de la nave espacial, Aurora. Instalaciones y científicos desamparados que desarrollaron el motor experimental de agujero de gusano. Viejos astronautas que me instruyeron. Gobiernos. Opinión pública o acallar voces. Sin embargo, la tecnología necesaria para tal empresa fue a costa de mi boda concertada con Laura Muller, hija única de una reconocida familia germánica.
En muchos aspectos, semejante a la mía. Éramos adolescentes cuando nos casamos. Recuerdo que la noche de bodas la quise besar. Me da tal puñetazo que el diente la mancha el camisón de seda de sangre.
Luce bien el diente de oro en la copa, si.
Salvaje. Independiente o cariñosa, siempre que ella quiere. Hasta el día de hoy. Laura por el contrario si tiene varias carreras universitarias. Sí se toma en serio la formación de astronauta. La ingeniería de Aurora y el mantenimiento del motor de gusano. El funcionamiento de cada sistema o aparato. La programación de la computadora. Soporte vital. Gestión de la comida y del agua. Las cápsulas de sueño. Ella, es la verdadera alma de esta misión. Yo, sólo pienso rentabilizar los futuros descubrimiento extraterrestres cuando regresemos a la Tierra. Yacimientos mineros, ante todo. Los nuevos planetas habitables o formas de vidas están descartados de antemano por los telescopios y sondas de rastreo de la nave que funcionan sin descanso por nosotros, de aquello ya se encargarán las otras Agencias espaciales del Planeta cuando desarrollen la tecnología necesaria. Prácticamente todo está automatizado o controlado por la computadora, pero cuando falla algo y quiero hacerla de rabiar, a Laura la llamo”mecanicucho”. Procuro no pasarme con las bromas porque me amenaza con drogar mi comida y despertar solo, vestido con el traje espacial, flotando en el infinito vacío. Y sé que lo hará. Lo veo en sus ojos felinos.
Una vez que tomamos los postres y terminamos con las botellas de vino, al compás del violinista virtual que ameniza la velada, nos comemos a besos por el estrecho corredor de luces rojas y orondos ventanales de la nave al habitáculo de matrimonio. Nos quitamos la ropa de camino para llegar desnudos a la cama.
Laura está encima de mí. El largo cabello, rizado y pelirrojo, esconde el rostro mientras la sección del techo se torna transparente. Detrás de ella, aparecen las estrellas y los fastuosos colores de la espiral gigante. La galaxia de Andrómeda se agita. Tiembla. La Teoría de cuerdas vibra con ella. El Universo se comprime y explota de nuevo, dando sentido a la existencia humana. A navegar en el espacio profundo sin perder la razón. Abro los ojos y veo que Laura se ha echado el cabello a un lado. Su rostro ocupa ahora el centro de la espiral lumínica. Me sonríe.
Como también lo hace después de la cabina de ducha e instantes previos a tumbarnos en las cápsulas de criogenia. Su sonrisa, es mi último recuerdo antes de caer en el sueño profundo.
*
AMANECER
*
Algo llama la atención del pequeño reptil de escamas cristalinas que está encima de la roca, gira la cabeza afilada y mira al cielo. Aurora es una bola de fuego que se desintegra en la atmósfera del planeta enano. Se fragmenta y dispersa en pedazos humeantes.
Dentro de la nave interestelar resuenan todas las alarmas. Hay incendios en los diferentes compartimentos y cortocircuitos en los aparatos auxiliares. Las compuertas de acceso a la cabina están fundidas por el calor del interior. El humo se propaga en cada rincón, cada vez más denso. Aurora cae descontrolada mientras las nubes del horizonte amenazan tormenta. Súbitamente, estalla el motor principal y se parte en dos.
Una sección se volatiliza por completo, la otra, dónde duermen los tripulante en estado de criogenia, aún resiste la fricción. Las cápsulas son expulsadas automáticamente instantes previos del estallido que hace desaparecer por completo a Aurora en aquel sistema solar de Andrómeda.
Los contenedores sobrevuelan la cordillera montañosa, de cumbres nevadas, a gran velocidad. Las estelas que han dejado en el cielo describen sendas parábolas que se cuelan en la boca del volcán inactivo del valle. Los contenedores abren entonces los paracaídas. Los afluentes de agua que confluyen allí forman cataratas en la garganta vidriosa que se pulverizan en la caida por las entrañas de la cavidad subterránea. Los sensores de las computadoras detectan la grandiosa columna de lava sólida en el centro de aquel espacio. Funcionan los propulsores ante la proximidad del terreno y se recogen los paracaídas, apareciendo el tren retráctil, aterrizan con suavidad en la cima escarpada.
A continuación, los contenedores se transforman. Se descubren las cabezas y extremidades superiores de los robots. Haz de luces rastrean alrededor mientras los brazos mecánicos cogen el cañón de energía que hay guardado en el respectivo compartimento. Recabando datos tanto de la orografía como de cualquier tipo de organismo vivo, caminan el estrecho sendero gracias al tren articulado, en busca del mejor asentamiento. Los peculiares robots aseguran cada movimiento por la superficie resbaladiza, iluminados por la claridad lunar que se refleja en la garganta vidriosa y sume en la más absoluta negrura el ambiente. Dos horas más tarde, llegan a una cueva.
La exploran y deciden establecerse. Los contenedores enfrentados se desarman, uniendo sus tiendas tipo túnel, crean un módulo de supervivencia, hermético, con las condiciones idóneas para la vida humana, pues la atmósfera apenas es respirable. Se abren las tapas de las cápsulas. Los sistemas de reanimación poco a poco despiertan a los humanos. Cuando el joven ruso abre los ojos, Laura ya ha pasado por la cabina de ducha, viste el traje espacial y a la pequeña mesa del habitáculo come la ración del día. Incluso ha encendido los monitores que muestran toda la información recabada hasta el momento.
-Buenos días -saluda a Dmitry, sorbiendo de la taza de café.
-Magnífico -balbucea mientras abandona la cápsula-, Laura, de verdad, no puede ser mejor.
Desnudo, camina torpe hasta que entra en la cabina de ducha y cierra la mampara. Poco después se dirige al armario metálico del contenedor, viste el traje con el soporte vital y demás aparatos auxiliares. El arma de energía, también.
-¿Te haces una idea de por qué estamos aquí, verdad?
-Verdad… ¿me pasas el café? -señala la jarra oscura de la cafetera-. Y tu taza, por favor.
-Los informes de los robots, como puedes ver, están monitorizados -indicó a Dmitry-. La nave interestelar se ha consumido en la atmósfera del planeta, por cierto, irrespirable para nosotros. Hemos caído en el interior del volcán inactivo. Justo sobre esta columna fundida y tanto el sonar como el scanner no encuentran más cuevas de entrada. Tendremos que salir a investigar nosotros mismos porque debido a la composición del mineral los aparatos resultan inútiles.
-Brindo por la tecnología puntera -alzó la taza al aire.
-Mejor hazlo por Aurora y el astillero ruso donde la construyeron…
-Laura…
-¿Dmitry? -en aquel momento el estallido del trueno reverbera por la garganta y el fulgor del rayo perfila la entrada de la cueva. Empieza a llover con fuerza y la corriente agita la tienda, aullando o gimiendo a veces.
-En cuanto pase la tormenta nos ponemos a ello. Buscaremos una salida. Subiremos a la superficie para instalar la antena de largo alcance y enviar la señal de auxilio. En el mejor de los casos, nos rescatarán dentro de unos años. Quizás, treinta. Puede que encontremos un vergel escondido o un pueblecito de acogedores marcianos ¿Quién sabe? Entretanto esperamos, podríamos recuperar el tiempo perdido en la criogenia y acostarnos un rato ¿no?
-Mejor preparar el material de escalada y hacer la puesta a punto del traje -sentenció.
Horas más tarde, cuando amaina la tormenta del exterior, los astronautas deciden salir del campamento base con todo el equipo necesario.
Descienden con sumo cuidado el abrupto terreno de rocas afiladas en busca de alguna entrada, ya que los sistemas de rastreo son inútiles en aquel lugar, alumbrando con las linternas y los focos de los trajes. La inclinación es cada vez más pronunciada hasta que llega a ser vertical. En aquel momento echan mano del equipo de escalada. Después de asegurar los sistemas de anclajes y sogas, utilizan las pistolas de cuerda dinámica que van sujetas al arnés. Ambos disparan los clavos en la fisura y comienzan a caer por la resbaladiza lava fluida. En cada tramo mientras permanecen sujetos a la pared, las pistolas recogen las cuerdas en el tambor. Tras un día terrestre de bajada, deciden establecer la tienda de campaña en un saliente del precipicio. Una vez que han descansado, continúan la búsqueda.
Al sexto día, se agotan las raciones de comida. Al octavo, empiezan las discusiones y el hambre hace mella, sin embargo, tienen agua potable gracia al sistema de depuración de los trajes.
-¿Me escuchas, Dmitry? -comunica por radio.
-Dime…
-Creo que veo una entrada. A las tres en punto. Voy a comprobarlo -a continuación, empuñó otra pistola y disparó la bengala, con la buena puntería y suerte de que el proyectil luminoso cayera en la boca del tubo volcánico.
-¡Excelente vista, pelirroja! -respondía emocionado-. Creo que lo mejor sería balancearnos y tomar carrerilla por la pared para alcanzar la cueva ¿no te parece?
-De acuerdo. Hazlo tú primero. Así cuando estés allí, me ayudarás a mí ¿vale?
-Voy entonces…
El astronauta empieza a caminar por la pared. El balanceo cada vez es más intenso y la carrera más larga hasta que en un último esfuerzo consigue alcanzar la entrada del túnel. Laura hace lo mismo, pero algunas Leyes son universales. Como la Ley de Murphy. Justo en el último instante, antes de que Dmitry pueda agarrar el guante de la compañera, el anclaje de seguridad cede y cae al vacío. Laura se despeña por el precipicio acuoso. Finalmente, golpeándose de forma violenta el casco contra un saliente, queda allí tendida.
-¡Laura! -gritó una y otra vez el joven esposo asomado al abismo.
Por medio de los prismáticos observa atónito cómo una extraño ser, humanoide, después de salir de la fisura cercana, la olisquea. Pigmeo, de piel pálida y carente de bello. La cabeza achatada era una prolongación del cuello ancho, con élitros blanquecinos en la espalda. Brazos largos y huesudos, terminados en garras. Las extremidades inferiores, cortas y musculosas con espinas.
La agarra de la mochila.
Después de reparar un instante con los ojillos negros en quien grita desde lo alto, abre los élitros y despliega las alas transparentes, emite un grito amenazador, mostrando los dientes, y la arrastra al interior de la roca.
-¡Laura! -voceó de nuevo.
A su espalda aparecen infinidad de ojos brillantes en la oscuridad del túnel. Se acercan al mismo tiempo que empieza a sonar una especie de gemido. Dmitry ni siquiera lo escucha por el audio del casco. El sistema de vigilancia del traje espacial tampoco detecta a otra figura que crece sobre las demás. De la oscuridad surgen grandes patas arácnidas por él. Antes de darse cuenta de lo que ocurre o pueda reaccionar, éstas le apresan y con hilo de seda es encerrado en un capullo plateado. Inmovilizado por completo, la respiración se le acelera y entrecorta, aún más, al ver la descomunal uña que atraviesa despacio el cristal del casco. A punto está de pincharle el ojo. Al momento de inocular la ponzoña en la mejilla, Dmitry pierde el conocimiento.
No sabe el tiempo que ha pasado.
Ni qué lugar es aquel. Despierta tendido en el frío suelo de secreciones orgánicas de la cavidad, apenas iluminada por filones de mineral brillante. La bóveda y paredes porosas son ocupadas por infinidad de criaturas alienígenas. De todas las formas y tamaños imaginables. Reconoce a algunas, idénticas a la que arrastró a Laura. Otras de pesadilla y muchas con tentáculos de ventosas dentadas.
Rayan las paredes con sus garras. Jadean y emiten sonidos guturales, enseñando los afilados dientes de las fauces, cuando despierta Dmitry. Éste se yergue a duras penas, vestido únicamente con la prenda interior de celulosa. Para su sorpresa, descubre a Laura sentada en la roca basáltica con las piernas cruzadas, rodeada por los seres pigmeos que la suplican con los huesudos brazos en alto, flaqueada por dos horrendos monstruos de morfología arácnida, también.
Lleva puesta la ropa intima de celulosa. El abundante y rizado cabello rojizo cae sobre los hombros desnudos. Pero no le reconoce o muestra expresión alguna al mirarle. Un ojo es verde, el otro, está completamente inyectado en sangre a causa del golpe en la cabeza. La sangre seca todavía mancha la mejilla, empapa la lencería y llega al vientre liso.
Sostiene en brazos a un pigmeo, dándole el pecho.
Los gigantescos arácnidos le miran con los múltiples ojos verdes, moviendo las uñas, también. La anatomía externa y abultado abdomen es de la misma tonalidad cobriza. Laura después de dejar al pequeño albino con los demás, descruza las piernas y salta para caminar hacia Dmitry. Se detiene enfrente de él. Se percata entonces de que ella lleva uñas clavadas en la espalda, arrastrando venas, bombean a los arácnidos. Un pequeño albino se acerca a ellos. Sujeta un gusano que se agita. Lo ofrece. Laura lo toma y devora vivo ante Dmitry que no reacciona.
-Delicioso… -mastica los órganos, fluidos e intestinos que chorrean de la boca.
-¡Por Dios! -la zarandea de los hombros- ¿Qué la habéis hecho, malditos?
-¿Quién eres tú? ¡Dime! -grita enloquecida- ¡Quién entra en mi casa sin permiso! ¡El que molesta a mi familia! -levanta la mano y el golpe psíquico le lanza por los aires. Alcanza gran altura en la cavidad para caer de bruces al suelo. Se levanta dolorido y escupe sangre del labio partido.
-Tu marido…
-¿Marido? -pregunta, comiendo al gusano vivo. Otra onda de energía invisible brota de la frente y lo estrella de nuevo.
-Recuerdas el día que nos conocimos…
-Es hora de que mis iguales coman…
-La misión espacial…
-Mis hermanos, también -hizo una señal para que todos se acercaran.
-El planeta Tierra… nuestro hogar -los arácnidos, otras extrañas criaturas gelatinosas y seres pigmeos le rodean con las fauces abiertas. Sin embargo, a punto de abalanzarse sobre él, escucha una palabra familiar.
-Dmitry… -pronuncia Laura antes de desfallecer y caer al suelo.
El joven ruso se apresura a atenderla. La arranca las afiladas uñas de la espalda. Supuran líquido azulado por el suelo mientras las venas se recogen en el abdomen de los arácnidos que hay detrás de él. La coge en brazos y mira alrededor, buscando una salida, más allá de los seres albinos que están paralizados.
“Esta vez, te permitimos vivir” -escuchó la voz mental-. “Debes saber que en cuanto te olvide, dentro de veinticuatro horas, te devoraremos” “Depuramos la atmósfera para que sea respirable durante la metamorfosis” “Eso te beneficia” “Aunque siempre tendrás la oportunidad de saltar al precipicio por alguna salida”.
-¡Nunca la dejaré! Me oyes, maldito monstruo -dijo a viva voz-. ¡Jamás!
“Ella te está abandonando” “El veneno ya fue inoculado y pronto se convertirá en lo que realmente es” “El regalo de los Dioses” “Por fin, ha regresado a nosotros” -una de las patas señaló a la bóveda. Dmitry descubría en aquel momento las pinturas de la pared. Un rostro humanoide. El cabello y rasgos del rostro eran muy similares a Laura, incluyendo el mismo ojo ensangrentado-. “Quien nos guiará a Arcana, la tierra prometida”.
-¿Regalo de los Dioses? ¿Pero de qué demonios hablas? ¡Es imposible! -respondía-. Estáis equivocados.
“Tus palabras vacías no nos confundirán” “Es nuestra” -escucha en su mente.
-¡El parecido sólo es fruto de la pura casualidad!
“Sigue el tubo que hay debajo del Regalo de las Estrellas” “Tras la siguiente cavidad, encontrarás un lugar seguro y agua canalizada” “No abandones el camino o morirás al instante” -todas las criaturas desaparecieron por los agujeros y los dejaron solos en la penumbra del lugar. En absoluto silencio.
Dmitry, con Laura en brazos, se dirige a la pared porosa. Después de mirar la pintura, se introduce por el orificio grande que hay justo debajo. Recorre el estrecho túnel, alumbrado de la veta mineral, pasando de largo los oscuros ramales que hay en todas las direcciones. Ocupados por seres de pesadilla. En algunos tramos la negrura es absoluta y camina despacio, con sumo cuidado. Es observado por terribles sanguijuelas de ojos brillantes que anidan en los recodos, sisean y muestran las hileras de dientes al pasar. Devoran a las extrañas presas que han capturado del exterior, entre restos óseos y excrementos. Prosigue por el tubo de nuevo sin luz mineral. De repente, el pie no encuentra el suelo, mantiene el equilibrio sobre el otro y a punto está de caer en el pozo invisible para él. Decide entonces dar la media vuelta. En un recodo sin huésped, algo llama su atención. Aunque apesta sobremanera, aguanta la respiración y se decide a entrar tanto a por la piel del animal astado, sobre los huesos amontonados, como el pedazo de roca que brilla.
Le servirá para alumbrar los salientes a un lado del enorme pozo. Continúa el camino. Más tarde, por fin llega a la susodicha cavidad. La claridad lunar entra por los tubos del techo y descubren el angosto puente de obsidiana sobre la infinidad de criaturas que hay en la penumbra del fondo. No puede verlas, pero las escucha perfectamente. Antes de dar un paso más, una sombra se proyecta delante de él, al momento, un bulto se estrella contra el suelo. Por un instante puede ver como el peculiar astado de seis ojos se agita, cayendo al vacío. Entonces, los gritos ensordecedores de las criaturas se mezclan con los bramidos del aterrorizado animal. Retornan los susurros. Dmitry transita el puente de obsidiana muy pendiente de las alturas, pues los cazadores alados por los tubos también están soltando a las presas que capturan del exterior. Esquiva a los animales que caen vivos, a medio camino, de repente, se eclipsa un tubo. Tiene un terrible presentimiento. Sin pensarlo dos veces, echa a correr. Vuelve la claridad y distingue el enorme bulto, moviéndose en el aire. Dmitry y el paquidermo de gran tonelaje se acercan al mismo tiempo al final del puente natural. La arden las piernas y escupe saliva con cada respiración, pero no suelta a Laura o desiste en el empeño. Sólo corre.
Salta a la boca del túnel en el preciso momento en que el animal se estrella detrás de él y derrumba la estructura de piedra. **
Jadea tendido en el suelo, junto a Laura.
Poco después, el joven ruso encuentra la oquedad apartada de las demás. Tiene la tranquilidad de que no le atacarán de momento, aunque el tiempo corre en contra. Tumba a Laura encima de la piel mullida. Junta las manos y coge agua fresca del manantial de la pared para darla de beber. Se sacia igualmente. Incluso la asea.
La observa detenidamente.
Ahora puede apreciar los cambios físicos. Las venas se han oscurecido, marcándose en la piel pálida y escamosa. La osamenta se está desarrollando y marcando los huesos. Al cogerla de las mano, ve que afiladas garras empujan a las uñas. Los párpados cerrados y el movimiento de los ojos indican que sueña. Los cambios psíquicos están en proceso. Dmitry la besa en la frente sudorosa. Coge la cruz de la cadena de oro al cuello y la aprieta entre los puños mientras balbucea una oración por ambos.
-Resiste cariño, si hay veneno… habrá una cura… -acaricia el cabello pelirrojo-. Tú siempre fuiste mejor para resolver situaciones difíciles… Todo tiene que ver con la pintura de la pared… Si hay respuestas, tienen que estar aquí, porque no fueron guiados a Arcana, la tierra prometida… ¿pero… por dónde busco? La roca es un laberinto… No tengo tiempo suficiente…
Laura empieza a toser.
Se atraganta, dando bocanadas la falta el aire. Dmitry la levanta de medio cuerpo, presto, la sujeta contra el pecho hasta que rompe a toser, escupiendo saliva verdosa. Por un instante abre los ojos y le mira, esbozando una sonrisa.
-Ya casi no te recuerdo… -susurra-. La persona que conociste está desapareciendo. Pronto me convertiré en algo diferente, otro ser, otra cosa. Lo siento arder por dentro y quiere salir. Me dieron a comer bichos asquerosos que están cambiando mi ADN. De alguna manera, también sé que los gusanos… deliciosos… -sonríe de nuevo-, desarrollan mi estructura ósea.
Laura junta las manos temblorosas y vomita bilis de color ambarina que rebosa por los dedos finos.
-Aquí está mi alma… Unta esta especie de resina en el pelo y base de la nuca. En el pecho, delante del corazón. En la celulosa. Las palmas de las manos y en la planta de los pies. La sustancia se convertirá pronto en coraza orgánica, te protegerá… No pedo ofrecerte más… cariño mío…
Dmitry, con los ojos inundados de lágrimas, así lo hace, sin rechistar, mientras de sus labios escapa una canción;
“Oy Moroz
Oh moroz, moroz
Ni moroz menya
Ni moroz menya
Moyavo konya”
Laura deja caer las manos temblorosas y con gran esfuerzo la uña afilada señala al suelo antes de desfallecer.
-Volveré por ti… -se despide. Dmitry coge otro mineral brillante que encuentra de paso y los pega en la resina del torso aún blanda. Empieza a correr por el estrecho tubo. Inmerso en las tinieblas, siempre busca las aberturas que descienden.
El joven ruso corre con determinación la porosidad en forma de caracol. De los numerosos intersticios empiezan a salir gigantescos engendros, semejante a ciempiés, que le lanzan dentelladas. Los evita con habilidad. Le persiguen. Pero no mira atrás. Su pensamiento está con Laura. Cada momento con ella le viene a la memoria. Y su zancada es vigorosa, cada vez más rápida, al igual que la respiración perfectamente controlada. Siente el roce de alguna antena y escucha el sonido de las garras a un palmo de él.
No teme porque la voluntad humana es fuerte. El amor por ella hace vibrar cada célula y corre más. Muy rápido. Ahora, es una especie que compite con otras por sobrevivir.
Alcanza la salida de caracol para saltar con todas sus fuerzas al borde del abismo. Vuela. Agita los brazos y piernas. Se estrella en la pared oscura. Resbala algunos metros hasta que sus dedos dorados encuentran fisuras donde sujetarse. El torrente de criaturas extraterrestres cae y desaparece en la negrura. El joven escala durante un tiempo indefinido, en paralelo a la veta del mineral lumínico.
Alcanza el techo.
Pronto se da cuenta de que debe superarlo, pues la vista no alcanza a ver otro camino y las fuerzas comienzan a flaquear. Se cuelga por las grietas hasta llegar cerca del final, sin embargo, descubre la peor de sus pesadillas, ya que la próxima no está cerca. Respira hondo y despacio, concentrándose en el movimiento. Se comienza a balancear.
Cada vez más fuerte con ayuda de las piernas. Sin duda ni miedo, realiza el salto. El explosivo impulso de piernas y brazos por un lapso de tiempo le deja suspendido en el vacío. Una mano falla, sólo golpea techo. La otra alcanza el objetivo, aunque no tiene fuerza suficiente y nota que los dedos se escurren en la fisura. Pero no cae. El anillo de casado, recubierto por la resina traslúcida, se ha atascado en la roca.
-¡Si! ¡Laura! -escucha el eco, una y otra vez- ¡Laura!
Consigue superar el obstáculo para retomar la escalada de la pared. Constantemente en la misma dirección. Al poco encuentra un orificio. Exhausto, descansa, estirando brazos y piernas para aliviar los calambres.
Continúa por el túnel y da salida a una grandiosa caverna. Descubre que los pigmeos albinos pueden volar, gracias a las alas de insectos que esconden los élitros. Por miles, fabrican torres de colmenas en el fondo de la cavidad. Las celdas está rellenas de sustancia blanquecina, casi en la totalidad, que los obreros traen del exterior, adherida en las extremidades inferiores. Para su sorpresa, también hay un artefacto plateado de forma romboidal en el centro de la formación.
-Allí, están las respuestas… -susurra.
No hay tiempo que perder. Descender le llevaría demasiado esfuerzo y empeño. Se fija entonces en otra especie que sale de los tubos que hay debajo de él. Los gigantescos paleópteros, semejantes a libélulas, igualmente colaboran. Espera el momento oportuno, sin pensarlo dos veces, salta al vacío. Por fortuna, consigue caer encima del cuerpo, en la parte posterior de los ojos, cerca de las alas largas y delgadas que se mueven con rapidez. El insecto nota el bulto, se agita, pero Dmitry no sólo se agarra con fuerza al exoesqueleto, aguantando los giros bruscos que pretenden hacerle caer, sino que empuja la cabeza de la criatura y en seguida inicia el descenso. Vuela por la nube de seres alados que trabajan en las colmenas. Una vez que está sobre el artefacto, distingue las celdas del suelo que lo sujetan, y se libera del gran insecto para caer en la punta piramidal. La platilla de resina que recubre los pies agarra bien en la superficie metálica y el joven ruso se puede desplazar sin problemas.
Se dirige hacia otra figura poliédrica. Camina la sección del cubo que sobresale de la cara hasta que llega a la pared de otro, formando un ángulo de noventa grados. Descubre grabados en los círculos concéntricos. Sin sentido e incomprensibles. Sin embargo, en el centro sólo existen cinco puntos.
Dmitry no sabe por qué, pero tiene un presentimiento. Pone las yemas de los dedos con resina en cada uno de ellos. Súbitamente, los signos resplandecen y los círculos giran en la pared de espejo oscuro. Se abren las cerraduras de las piezas circulares hasta despejar la entrada. Camina despacio bajo el umbral de la puerta. Sumido en la oscuridad, se cierra de nuevo la entrada. Se encienden luces de forma gradual.
Ahora puede ver el salón piramidal.
Existen columnas de mineral basáltico con vaporosas y coloridas telas. Otras salas contiguas. Sin embargo, dos labradas esculturas de piedra oscura, acaparan por completo su atención. Una de las figuras extraterrestres, tiene el mismo rostro esculpido a la pintura de la cavidad. Semejante a Laura. La otra talla humanoide, es claramente masculina. Ambas, fueron trabajadas para que sirvan de tronos. Dmitry, guiado por una fuerza invisible, se dirige a ésta última y toma asiento. Encajado en la piedra, súbitamente le ciega un resplandor. Aparece la imagen del yermo marciano ante él, tan real, que siente el frío en la piel. Se mira las manos y los pies, incrédulo. Pronto le falta el oxígeno. Cae al suelo árido. Se asfixia y retuerce, agonizando.
*
Mensaje…
Reconociendo especie…
Aplicando el protocolo neuronal…
Traducción simultánea…
*
“Si eres capaz de escucharme -oye la voz mental de la gigantesca araña que hay enfrente de él-, podrás respirar. Tranquilízate. Tampoco me tengas miedo, seré tu guía, porque entonces el Regalo de las Estrellas,*por fin, habrá llegado a nosotros. Ahora, levántate y presta atención. Te contaré lo ocurrido, desde el principio, ya que soy el primigenio de la nueva especie y debo hacerlo. Hace varios milenio, la familia de viajeros de las estrellas llegó a este pequeño planeta -una de las patas señala a la nave alienígena que está aterrizando-. La hija menor, sufría una grave enfermedad. Se moría. Los humanoides desconocían la cura. El científico -visualiza como la figura, delgada y alargada, que viste el ceñido traje espacial, con la pequeña mochila de luces parpadeantes a espaldas, abandona la nave y levita sobre el terreno-, fue a explorar el nuevo mundo mientras la esposa presta atención a la pequeña en la cápsula médica.
Durante lunas, experimentó en el laboratorio con los distintos organismos que fue encontrando hasta que halló la cura, en el veneno de la diminuta criatura arácnida. Aquella formula, salvó a su primogénita de largos y rizados cabellos rojizos. Ensangrentó uno de los grandes ojos ovalados mientras que el otro conservó el iris verde. Le otorgó el don de la clarividencia. Asimismo, la capacidad de comunicación con todos los seres vivos -Dmitry ahora está presente en la sala médica y puede ver como la pequeña humanoide que sostiene en la palma de la mano a la susodicha araña, acercar el oído para escuchar-. Como agradecimiento por devolver la vida, suplicó al padre el deseo de la minúscula araña, a través de los ojos infantiles.
De esta manera, el científico gracias a la ingeniería genética, me concedió la cualidad de la inteligencia y la promesa del nuevo mundo. Durante toda la vida he procreado y mi descendencia ha predicado la palabra de la Deidad. Nuestro veneno inoculó mutágenos a otras especies que aparte de la comprensión les hizo más grandes, fuertes y resistentes. Así nació un nuevo orden jerárquico dentro de la naturaleza del planeta. Soy viejo. Muy viejo y estoy a punto de morir, no veré el nuevo amanecer, pero si lo estás escuchando, todos los milenios de evolución, el regalo de los Dioses, habrán merecido la pena.
Porque los hijos de mis hijos, si lo verán -la gigantesca araña se arruga y encoge muy despacio-. Una vez que regresaron a la nave nodriza, construyeron arcas romboidales que dejaron ocultas por el planeta. Cada una de ellas tiene un propósito social para la invasión; Reina. Soldados. Obreros y Polinizadores. -palidece, se consume, a la vez que el viento barre el polvo hasta que desaparece”
*
Fin del mensaje…
Fin del mensaje…
Fin del mensaje…
*
Dmitry cae al suelo.
Aún no pede ver porque le sangran los ojos. Sufre espasmos y convulsiones hasta que vomita. Después de un tiempo se tranquiliza. Se incorpora despacio. Poco a poco, recupera la vista para darse cuenta de que no está solo. Distingue la figura borrosa en el salón.
-¿Laura? -pregunta a la criatura que hay enfrente de él. El exoesqueleto nacarado, realza la figura de la siniestra muñeca de estatura y medidas perfectas. Las articulaciones son protegidas por corazas de tonalidad rojizas. Como la pieza que cubre la cabeza, perfilando el rostro. Deja libre el cabello pelirrojo que se ha convertido en una proyección ósea y corona tras la nuca.
-No… -responde, a medida que se acerca con paso firme-. Ese organismo ya no existe -de la penumbra del vórtice se descuelgan los gigantescos arácnidos junto a ella, le miran con los múltiple ojos verdosos mientras mueven las uñas-. Mis hermanos te devorarían ahora mismo, pues no recuerdo quién eres… Sin embargo, debo respetar la última voluntad del Regalo de las Estrellas y entregarte esto.
Dmitry, todavía más sorprendido, coge el arma de energía que le ofrece. La empuña con las dos manos para apuntar al rostro de belleza demoníaca. El ojo sangriento le mira fijamente y estremece. Aprieta el gatillo despacio. A punto de detonar el disparo de energía, encuentra el otro humano, almendrado, color verde esmeralda, por un breve instante, cree ver a su mujer y duda.
-Morirás… de todas formas -la lengua bífida relame los carnosos labios morados-. Sólo guardo el recuerdo del planeta Tierra… Arcana… para mí pueblo. Soy el Mesías que los guiará al sueño prometido en la Vía Láctea. Lo conquistaremos y los de tu especie nos servirán de alimento… todos… sin excepción. Pero el destino no está en manos del Regalo de las Estrellas, nuestra Deidad. Las premoniciones y clarividencia de la pequeña sólo llegan a este encuentro. Lo que suceda a partir de ahora, no ha sido soñado.
-Te mataré, monstruo… -grita.
-Conmigo desaparecerá lo poco que queda de Laura y salvarás a tu civilización. Los habitantes de la Tierra, jamás sabrá de nosotros. Pero si me acompañas…
-¿Laura? -balbucea- ¿Estás ahí?
-¿Dmitry? -pronuncia-. Dime… cariño…
-¿Me oyes? Oh, mi niña… -quita el dedo del gatillo y baja el arma. Estira la mano para acariciar el exoesqueleto que cubre el rostro. La criatura abre la boca y entre los colmillos escapa la lengua viperina, se enrolla sinuosa en la muñeca del joven ruso que totalmente distraído acaricia la mejilla del ojo almendrado, color esmeralda.
De repente, la rapidísima dentellada le amputa la mano. Dmitry cae de rodillas al suelo. El grito ahogado es incapaz de salir de la garganta. Suelta el arma. Se sujeta el muñón que humea, cauterizado por el ácido de la saliva, escuchando el crujir de huesos en la boca de la criatura.
Después de tragar el bolo alimenticio, aquella ríe a grandes carcajadas y le señala con la garra del dedo mientras agita la cola de corazas afiladas. Pero la expresión se torna seria, felina, cuando descubre la sonrisa que perfila la comisura de los labios del joven humano.
-El destino… no está escrito… -coge el arma de nuevo y se dirige a la criatura acorazada. Sin dilaciones, encañona la frente despejada y la empuja hasta que se arrodilla en el suelo. Dmitry comprende ahora que no le matarán antes de que tome una decisión, pues también ha ocultado el otro requisito de la pequeña clarividente alienígena, bien llamada, El regalo de las Estrellas.
La criatura de nácar y color sangre no conoce el miedo o sentimiento alguno. No está en su naturaleza. Así, permanece inmóvil al igual que los descomunales arácnidos que hay cerca. Para mayor desconcierto de Dmitry, algo cambia en el rostro inmutable. Una lágrima rebosa del ojo esmeralda y corre hasta que llega a los labios carnosos, entreabiertos. *******
-¿Qué sucede? -la criatura con voz temblorosa, recoge otra lágrima con la afilada uña. La escudriña con la mirada. Un ojo humano y otro demoníaco. Por un lapso de tiempo, se pierde en la ausencia. Las facciones duras del rostro extraterrestre en aquel momento se relajan, mostrando la efímera humanidad que aún conserva.
-¿Laura? -tartamudea.
-Yo… no… -ambos se ponen en pie, ya sin la amenaza del arma-. D… Dmit… ¿Dmitry?
El joven ruso lanza el arma lejos de allí. Ahora lo comprende todo. El destino está escrito, si, desde hace mucho tiempo atrás en las estrellas. No fue casualidad que conociera a Laura. El origen familiar. La empresa aeroespacial. El desafortunado accidente de la nave interestelar en aquel planeta enano. No la quiere matar… Tampoco le importa la suerte de la humanidad. Si. Ríe, pues sabe a ciencia cierta que su aspecto será idéntico a la escultura masculina después de la metamorfosis. La ayudará a cumplir el sueño prometido a su pueblo, Arcana. Habrá un nuevo amanecer para el planeta Tierra.
-Ocuparé el trono a tu lado -dijo a la criatura que esboza una sonrisa maquiavélica. Después de sujetar la cabeza con las garras, le obliga a mostrar el cuello. Abre la boca, descubriendo los colmillos retráctiles, para clavarlos en la vena que palpita. Al instante, Dmitry siente arder por dentro.
Se marea...
El salón empieza a girar despacio, gradualmente aumenta la velocidad hasta que las imágenes son difusas. Llega una luz brillante en la visión de túnel que da paso a la premonición;
“Las torres de colmenas se inundarán de agua canalizada. Provocando la electrólisis suficiente, se encenderán los motores de antimateria de la nave Comandante. Incontables naves romboidales emergerán entonces de la superficie. De los mares congelados. Cordilleras sombrías o estepas abruptas, también. Una flota de arcas estelares que en las cámaras de hibernación han guardado la flora y fauna del planeta, dispuesto para la invasión y reclamar la tierra prometida, Arcana, que un día vaticinó el Regalo de las Estrellas. Como soñó con Dmitry y Laura, transformados, rumbo a la Vía Láctea“. *
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