dimonportu
16-May-2015, 19:46
SEGUNDA OPORTUNIDAD
Dioni Arroyo, escritor y antropólogo.
1.
-Es increíble la cantidad de gestos y expresiones que puedes imitar, Ícarus, si no fuese porque sé que eres un ser sintético de última generación, te confundiría con un humano.
-Se lo agradezco, pero no me dedico a imitar muecas o ademanes, las desarrollo por iniciativa propia en función del contexto, forma parte de las habilidades con las que he sido fabricado. Tengo la capacidad innata de aprender, y con el tiempo las expresiones de mi rostro se perfeccionarán, reflejando el estado de ánimo que pretendo mostrar; mis gestos se irán volviendo más complejos, al igual que los vuestros. Mi objetivo es parecer lo más humano posible para facilitar las relaciones y ser más eficiente en mis atribuciones.
-Pues ya lo haces bastante bien, pero por favor, no me trates de usted –Marco esbozó una sonrisa y se acomodó en el sofá cerrando los ojos. –No te puedes hacer una idea de lo duro que es pertenecer a la especie humana, y despertarte después de una hibernación. Es como si hubiese subido las escaleras de la Torre Eiffel sin parar.
La sensación de estar detenido en medio de la nada le provocaba somnolencia. Habían abandonado la Tierra un mes antes en una pintoresca nave de reducidas dimensiones, no pensada para colonos, más bien para comerciantes carentes de recursos suficientes para pagarse un merecido billete en primera clase. Marco iba a trabajar para una agencia de contratación de personal cualificado, para contratar a todo aquel que quisiera irse hasta el sistema Tau Ceti, y vivir en las diferentes colonias que salpicaban los diminutos pero numerosos planetas y satélites de esta estrella. El Helio-3 alimentaba el ansia de aventuras, y las minas que lo extraían cobraban enormes dividendos que demandaban más y más mano de obra. Los colonos gozaban de un bienestar impensable en el superpoblado planeta madre. Tau Ceti ofrecía un cambio de vida al alcance de los más intrépidos.
Marco reflexionó sobre su nuevo trabajo, al tiempo que lamentó que la nave en la que viajaba no garantizase espacios para el ocio, por lo que sus tripulantes humanos, por motivos de seguridad, se viesen obligados a permanecer en estado de hibernación, reduciendo los problemas de convivencia.
Eso sí, cuando un humano era tan incauto como para tomar la decisión de irse a trabajar a otro planeta, se le obsequiaba con la posesión de un robot doméstico que les despertaría de la hibernación y les ayudaría en las labores cotidianas, así la soledad se haría más llevadera y las depresiones se mantendrían en niveles extremadamente bajos. Los robots, seres sintéticos dotados de asombrosa apariencia humana y de una gran diversidad de facultades y movimientos, suponían una motivación más para aventurarse a la nueva vida que les aguardaba.
-Marco, me complace recordarle que le queda tan solo un día para llegar a su destino, el planeta Tau Ceti E. Las recomendaciones sanitarias me informan de que debería comenzar sus ejercicios físicos para desentumecer los músculos, y beber abundantes bebidas isotónicas. Ha estado congelado un mes.
-Uf, y para mí han sido como cinco minutos – intentó incorporarse y con grandes dificultades avanzó unos pasos-…pero estoy destrozado, dame tiempo para que lo asimile y me conciencie… esto va a ser durísimo.
Marco comprobó la capacidad de empatizar de una máquina como Ícarus, que se sentó tranquilamente esperando que se tomase su tiempo. Los científicos que lo habían diseñado no escatimaron esfuerzos en pensar en todos los detalles. Le quedaba un día para alcanzar su nuevo destino, y debía mover sus doloridos huesos para recuperar la elasticidad, realizarse los chequeos médicos y poner a punto su “oxidada estructura”. Cuando descendieran en Tau Ceti E, echaría de menos el tiempo libre. El representante de su agencia le estaría esperando para ponerle al corriente de sus responsabilidades y presentarle a los nuevos colonos, un numeroso y aguerrido ejército de ingenieros, arquitectos, mineros y hasta biólogos ansiosos por trabajar en los invernaderos donde se producían numerosos tipos de hongos, líquenes y hasta soja sintética para alimentar a los hambrientos seres humanos. Así que por lo menos, ahora disfrutaba de un poco de paz para respirar y estirar los brazos tranquilamente, volver a sentir de nuevo su cuerpo y regocijarse con los treinta años recién cumplidos. De repente la fecha de su cumpleaños regresó a su memoria. Había sido su cumpleaños en medio del viaje, tal vez abandonando Plutón, dormido y congelado como el marisco de su Galicia natal. El peor cumpleaños de su vida, el más efímero y aburrido. Volvió a cerrar los ojos y sintió la vacuidad de su existencia, la agónica evanescencia con que discurrían los acontecimientos, la ausencia de sentido y significado de las decisiones que tomaba. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había renunciado a seguir en su planeta? Tal vez por huir de la soledad, por no afrontar el fracaso con su última novia, el tedio que tanto le castigaba… en definitiva, se encontraba allí sin saber las causas, quizás para esquivar el hastío, por emprender una nueva vida que le devolviera la anhelada y anhelante felicidad. Al fin y al cabo, marcharse a la lejana estrella Tau Ceti, no era un viaje sin retorno, como en los años ochenta. Ahora, en la segunda década del siglo XXII, podría volver cuando hubiese firmado unos buenos contratos y contentado a los mequetrefes de sus superiores. Los colonos eran una panda de pusilánimes ensimismados con las mentiras que les relataban. Nadie en su sano juicio querría vivir en el planeta Tau Ceti E, metido bajo tierra como las ratas, en subterráneos cobertizos muy amplios, eso sí, pero con ventanas de metacrilato reforzado con vistas a la eterna noche, con incómodas escafandras cuando querías pasear en el exterior y trabajando todo el sempiterno día para ganar unos míseros talones que algún día disfrutarían sus hijos en la Tierra, o quién sabe si en la Luna, que se había convertido en un maldito casino que te desplumaba con solo inhalar una bocanada de oxígeno importado.
-Quisiera comentarle un delicado asunto referente a un amigo suyo, creo que uno de sus mejores amigos.
-Veo que también estás programado para conocer mi vida privada, me conmueve, Ícarus, venga, escupe lo que te traes entre manos.
-Es sobre Víctor, uno de sus mejores amigos de escuela; debe saber que su mujer, Natalia, lleva unos meses residiendo en Tau Ceti E.
-Vaya, ¡qué bien informado estás! Pues sí, es un gran amigo mío, pero hace varios meses que no hablamos… y si me dices que su mujer se encuentra ahora mismo en Tau Ceti E, menuda casualidad y menuda sorpresa, te aseguro que evitaré la tentación de ponerle los cuernos, je,je, je.
-Desde luego no es mi intención sugerirle tal posibilidad.
-Venga, cuéntamelo que me empiezo a divertir.
2.
-Buenos días, señor Víctor. Por favor, abra los ojos muy despacio.
El sonido metálico de aquella voz le recordó al de los robots de la generación anterior. No recordaba dónde se hallaba, así que por inercia, alzó los brazos para sentir que una especie de caparazón le impedía estirar los brazos completamente. A medida que fue abriendo los ojos, comprobó que se encontraba en lo que parecía un ataúd transparente. Antes de que se empezase a preocupar, unas hábiles manos levantaron la compuerta y alguien a quien no pudo ver le ayudó a incorporarse con suma delicadeza, como si fuese un valioso jarrón de cerámica. Sintió que llevaba algo colgando de la nariz, y se lo retiraron al instante. Comenzó a respirar y sintió que su ritmo cardíaco era el convencional. Varios robots le fueron chequeando, controlando su ritmo nervioso, la tensión arterial y visual e invitándole a beber relajadores musculares con té que saboreó con delectación, para reavivar los músculos e irrigar su organismo. Nunca había probado nada tan delicioso. Intentó hablar, y una horrible afonía se escapó de las profundidades de su interior.
-No se preocupe, no fuerce su garganta, tómese su tiempo. Ha estado hibernando durante casi un mes, pero ya ha pasado. El viaje con destino a Tau Ceti E ya casi ha culminado.
-¿Qué? –Víctor se encontraba confundido sin saber a qué se referían. Pudo observar los brillantes ojos azules del robot, que con una mirada casi humana, le sonreía comprensivamente. -¿Dónde estoy? –Su cavernosa voz, pastosa e irreconocible, apenas imperceptible, pudo llegar hasta los electrónicos oídos del robot.
-No se preocupe. Ha viajado desde Puerto Blanco, su colonia del satélite de Ganímedes, hasta el quinto planeta de Tau Ceti. Tiene programado reunirse con su novia Natalia. Han elaborado muchos planes de futuro, y usted se va a incorporar al mismo equipo multidisciplinar en el que trabaja ella, para colaborar en las investigaciones científicas. Recuerde que ambos son biólogos. ¿Sabe de qué le estoy hablando?
-Ah, claro, claro, voy recordando…- A duras penas consiguió incorporarse y con torpes movimientos, caminó varios segundos apoyándose en aquel robot que no se separaba de él. -¿Cómo te llamas?
-Mi nombre es Ión y soy su robot doméstico de última generación. Usted mismo me eligió para este viaje. Les serviré durante el tiempo que vivan en el planeta Tau Ceti E.
-Vaya, vaya, comienzo a recordar, claro, no sé cómo se me había olvidado. Llevaba algún tiempo solicitando mi traslado a esta colonia y por fin ha llegado el día. – Tomó asiento en un cómodo sofá, donde se arrellanó y volvió a descansar los ojos. La luz artificial, aunque fuese de baja intensidad, le dañaba la retina. Apoyó la cabeza sobre el respaldo y sintió que podría dormir un mes más. La impresión de haber recibido una paliza era demasiado real, así que se prometió a sí mismo, que el viaje de vuelta lo hiciesen en una nave turística y a todo lujo, con piscina y áreas deportivas, para disfrutar de un mes de paz y tranquilidad, levantando la vista para admirar la bóveda celeste día y noche. El gran problema es que no podía disfrutar de tanto tiempo libre seguido, la vida que llevaban los científicos les esclavizaba a trabajar sin parar para mantener un nivel digno de vida.
-¿Desea iniciar su fisioterapia programada para recuperar la elasticidad perdida? Le convendría comenzar a ejercitar sus músculos cuanto antes.
-Por favor, dame un poquito de tiempo. No te imaginas lo cansado que me encuentro. Casi prefiero encender mi holoterminal para charlar con Natalia, me gustaría darle una sorpresa y decirle que todo ha ido muy bien.
-Lo lamento, estamos a punto de llegar a Tau Ceti E, y las conexiones holográficas a la velocidad a la que vamos no funcionan. Tendrá que esperar al descenso.
-Nunca había escuchado que los hologramas sufrieran interferencias por la velocidad de una nave… me dejas estupefacto. Además, tengo la sensación de que nos hallamos detenidos en medio del espacio, deberíamos ver las estrellas como agujas por la velocidad que me dices que vamos, no sé, debo haber perdido neuronas de tanto tiempo como he dormido.
- Recupere la respiración al ritmo normal, relaje sus músculos y descanse unas horas. Después me gustaría tratar con usted un asunto personal.
-¿Qué? No me digas que me vas a hacer proposiciones deshonestas, ja,ja,ja. – Acabó carraspeando y tosiendo, llevaba casi un mes sin reírse, y ese sencillo acto le había irritado su delicada garganta.
-Aunque carezco del sentido de humor humano, puedo aprender, y esta lección me permitirá extraer conclusiones. Pero no se trata de una proposición deshonesta. Se trata de uno de sus mejores amigos, de nombre Marco. Ahora descanse tranquilamente y luego se lo explicaré.
3.
-Creo que ya me encuentro mucho mejor. Los relajantes musculares y el zumo multifrutas me ha refrescado el estómago, es como si una sensación de calor me invadiera por dentro, como si me estuviese desperezando.
-Me alegra escuchar eso, Marco. Los biorritmos de su organismo son normales. Cuando pise la colonia no olvide caminar unos minutos para asegurar el equilibrio y evitar la sensación de vértigo…
-¡Vale, que no eres mi madre! Vamos a ver, Ícarus, no me cambies de tema, ¿qué tienes que contarme de mi buen amigo Víctor? Estoy ansioso por saberlo – Marco miró fijamente a los ojos del robot y se dispuso a escuchar prestando la mayor atención. Sintió un zumbido en los oídos, pero se exigió a sí mismo concentrarse en lo que le quería relatar Ícarus.
-Víctor volaba en una nave semejante a esta desde una colonia del satélite de Ganímedes. Su trayecto era paralelo al nuestro y su destino, el mismo: Tau Ceti E. Allí le está esperando Natalia, a quien usted conoce perfectamente.
-Sí, por supuesto, la memoria no me falla. ¿Qué sucede con Víctor? Me estoy empezando a preocupar.
-Lamento ser portador de tan graves noticias. Su nave ha tenido un problema en el sistema de hibernación, y la tripulación ha fallecido.
-¿Qué? – El semblante serio de Ícarus sobrecogió a Marco. Necesitó unos segundos para comprender lo que acababa de escuchar, no se lo podía creer.
-Su amigo ha muerto a consecuencia de la precipitada descongelación y la elevada presión en la cápsula donde se hallaba. Pero aunque se encuentre técnicamente muerto, aún hay sinapsis cerebrales trabajando con normalidad. Su actividad eléctrica no se ha detenido.
-¿Sinapsis cerebrales?
-La especie humana posee una extraordinaria característica: cuando falla el corazón, un órgano del aparato circulatorio que no suele durar más de cien años, aún funciona el cerebro, cuya vida puede superar los doscientos años gracias a la actividad eléctrica de sus sinapsis.
-¿Qué me quieres decir con todo esto? ¡Mi amigo Víctor ha muerto! No estoy para clases de medicina.
-Lo que le quiero exponer es que gracias a la actividad de las sinapsis que aún funcionan, todo lo que alberga su cerebro sigue vivo, su memoria, sus recuerdos, vivencias, conocimientos…
-¡Y qué más me da! ¡Está muerto! Déjame solo, no quiero seguir esta conversación con una máquina sin escrúpulos ni sentimientos.
-Le cuento esto porque en muy poco tiempo las sinapsis habrán muerto para siempre… y con ellas se nos irá su conciencia, pero mientras sigan funcionando, Víctor puede volver a vivir.
-Estoy perdiendo la paciencia, Ícarus. ¿Qué me estás contando?
-Las normas de la colonia permiten llevar a cabo el Programa de Nuevas Identidades. Podemos transferir el cerebro de Víctor, gracias a sus sinapsis, a un cuerpo sintético idéntico al que tenía, una réplica igualita. Y seguiría viviendo.
- Pero eso está terminantemente prohibido…
-Efectivamente en la Tierra está prohibido, aquí no; las leyes son más flexibles y no despiertan esos dilemas éticos, la normativa de Tau Ceti permite la clonación humana, la ectogénesis, es decir, la fecundación y desarrollo del feto fuera del vientre materno y en un recinto no biológico, y también esta posibilidad, hacer compatible la mente humana con el hardware informático, trasladar la conciencia humana a una base alternativa, “escanear” el contenido que albergan esas sinapsis a un ente cibernético creado para tal fin.
-¿Y qué crees que opinaría él si llevamos a cabo esa locura?
-Él ya ha dado su consentimiento, y la última decisión le corresponde a usted, Marco.
-¿Cómo? ¡No me fastidies! No puedo cargar con esa responsabilidad, ¡ni por asomo él aprobaría semejante estupidez!
-Cuando ambos estudiaban en la Universidad, firmaron un documento para donar todos sus órganos a la ciencia en caso de muerte. Y que la decisión la tomaría el contrario. Fue una prueba de la íntima amistad que siempre les ha unido; así queda recogido y suscrito, y dicho documento mantiene hoy en día su vigencia y aplicabilidad en Tau Ceti E, jurisdicción bajo la que nos encontramos.
-Claro, todos los estudiantes firmábamos papeles de ese estilo…era muy habitual en nosotros ser solidarios, pero nunca pensé que se lo tomaran en serio… ¿Y Víctor ahora? ¿Sabe que está muerto?
-No. Piensa que se halla sentado con su cuerpo intacto, ilusionado con descender a Tau Ceti E y ver a su novia, Natalia. Mi compañero se comunica con él a través de un programa informático que interpreta las respuestas de sus sinapsis cerebrales, y cada vez son menos las que siguen funcionando. En muy poco tiempo, todo lo que fue Víctor se habrá perdido de manera definitiva e inexorable.
-No puede ser verdad… ¿Y Natalia? ¡Ella no sabe nada! Tiene derecho a opinar…
-Ella no firmó ese documento, y cuando aterrice la nave será demasiado tarde. Nuestros programas informáticos pueden llevar a cabo la transferencia en unos minutos, y la réplica corporal será también muy breve. Él nunca sabrá nada de lo sucedido y los demás nos reservaremos confesarle tan doloroso acontecimiento.
-¿Y cómo podré mirarle a los ojos? ¿Cómo podré mentirle el resto de mi vida?
-Piense en Natalia, si en el futuro ella llegase a sospechar que su novio podría haber vivido en un cuerpo cibernético idéntico al que tenía, pero que usted prefirió dejarlo morir, le odiará con todas sus fuerzas. – Ícarus ladeó la cabeza para después mirarle atónito.-Marco, siento insistir, pero debe tomar una decisión ya, si se demora no habrá vuelta atrás.
Se quedó impávido, buscó su reflejo sobre la pantalla del ordenador y su tez demacrada reveló la tensión que estaba padeciendo. Suspiró y se preparó para valorar su respuesta a la mayor celeridad posible.
4.
La luz de Tau Ceti iluminaba de lleno su quinto planeta, como si fuera un cofre envuelto en la niebla. Una maravillosa luz de color azul turquesa con destellos plateados, disparaba sobre la irregular superficie de aquel extraño pero singular nuevo mundo. El bruñido que devolvía hería la vista de Víctor, que se cubría los ojos para evitar los poderosos resplandores. Un manto de nubes a gran altura coronaba el planeta como si de una reina se tratase. Volvía a mirar de soslayo y sintió que el vello de su piel se erizaba ante semejante espectáculo de la naturaleza.
En verdad se sentía un hombre afortunado. Por fin había logrado su sueño, vivir con Natalia, la mujer a la que amaba, su gran compañera de los últimos años, pero de los mejores momentos de su vida. Aquel planeta debía ser un lugar hermoso para vivir si un hombre se encontraba enamorado, un refugio para soñadores, poetas y enamorados; por eso él gozaba de la mayor de las certezas: se hallaba sobrevolando el lugar más parecido al paraíso. Suspiró henchido de orgullo estirando con elegancia los brazos. Acababa de salir de su primera ducha de vapor en un mes, había recuperado la movilidad en todos sus miembros, volvía a disfrutar de treinta juveniles años llevados con deportiva actitud. Caminó hasta el sofá para dejarse caer, y fue al cruzar sus ojos sobre los de Ión, cuando pensó nuevamente en su buen amigo de correrías y noches desenfrenadas, de tantas noches de libertad, Marco, su inseparable compañero universitario, su fiel amigo de juergas sin fin, de ruidosos conciertos protagonizados por músicos que seguramente ya estarían muertos, de ligues e intercambios de novias que poco les duraban… y una sombra desdibujó su semblante. Ión le observaba pacientemente, pero sin disimular su gesto de preocupación. Un mal presagio le acechaba.
-Víctor, me resulta muy duro tener que darle malas noticias, pero he de confesarle algo muy importante y desagradable.
-Uf, por favor, dímelo cuanto antes, estoy preparado.
-Su amigo Marco volaba hacia aquí para trabajar como comerciante en Tau Ceti E, pero su proceso de hibernación se ha detenido de manera imprevista e incomprensible. Ha fallecido. Lo siento mucho.
-¿Qué? ¡No es posible! No me lo puedo creer…
-Técnicamente está muerto, pero su cerebro aún mantiene intactas algunas sinapsis. Usted es biólogo, está familiarizado con este término.
-¡Claro que sé lo que es! ¿Y qué me quieres decir con esto? ¿Cuándo ha muerto? ¿Ha sufrido?
-Nuestros programas no detectan el menor rastro de dolor. Ha muerto sin ser consciente de ello. Ahora mismo mi compañero Ícarus, habla con él a través del programa de un ordenador que interpreta los deseos y palabras de sus sinapsis. Marco es un holograma que ni siquiera sabe que ha muerto… por ello debo proponerle algo para lo que ya casi carecemos de tiempo, y le agradeceré que tome una decisión a la mayor brevedad posible.
5.
El holoterminal del Gobernador del Planeta Tau Ceti E se encontraba abierto, trabajando en diversas cuestiones a un mismo tiempo. Uno de los hologramas correspondía al de un robot de última generación, cuya sonrisa tan atractiva y profundamente humana, confundía a su interlocutor, pues parecía tratarse de un modelo destinado a los pases primaverales, y no de un ser mecánico con atribuciones en materia de seguridad.
-Todo se está cumpliendo según ha ordenado, señor Gobernador. La transferencia y evolución de homo sapiens a homo cyber está dando sus primeros frutos.
-¡Qué bien! El transhumanismo no pude detenerse, debe continuar sin dar marcha atrás. Cuantos más humanos sean “mejorados” superando las deficiencias de la biología, más cerca estaremos de afrontar los riesgos de explorar un planeta repleto de obstáculos y peligros: entes cibernéticos con emociones y recuerdos humanos, pero con cualidades físicas impresionantes, con propiedades que hasta ellos mismos desconocen.
-Se está llevando a cabo respetando la legislación vigente, y los responsables en su caso serían los mismos humanos, que unos a otros dan su consentimiento para decidir poner en funcionamiento el Programa de Identidades Múltiples. Hasta el momento no hemos tenido noticia de ningún rechazo, todos solicitan con entusiasmo que sus seres queridos den ese asombroso paso.
-Espero que tarden unos meses en sospechar lo que hemos edificado con tanto cariño con sus nuevos cuerpos. Y cuando lo sepan, ya no habrá vuelta atrás, la resignación será su única alternativa. Les diremos que la vida les ha ofrecido una segunda oportunidad.
Dioni Arroyo, escritor y antropólogo.
1.
-Es increíble la cantidad de gestos y expresiones que puedes imitar, Ícarus, si no fuese porque sé que eres un ser sintético de última generación, te confundiría con un humano.
-Se lo agradezco, pero no me dedico a imitar muecas o ademanes, las desarrollo por iniciativa propia en función del contexto, forma parte de las habilidades con las que he sido fabricado. Tengo la capacidad innata de aprender, y con el tiempo las expresiones de mi rostro se perfeccionarán, reflejando el estado de ánimo que pretendo mostrar; mis gestos se irán volviendo más complejos, al igual que los vuestros. Mi objetivo es parecer lo más humano posible para facilitar las relaciones y ser más eficiente en mis atribuciones.
-Pues ya lo haces bastante bien, pero por favor, no me trates de usted –Marco esbozó una sonrisa y se acomodó en el sofá cerrando los ojos. –No te puedes hacer una idea de lo duro que es pertenecer a la especie humana, y despertarte después de una hibernación. Es como si hubiese subido las escaleras de la Torre Eiffel sin parar.
La sensación de estar detenido en medio de la nada le provocaba somnolencia. Habían abandonado la Tierra un mes antes en una pintoresca nave de reducidas dimensiones, no pensada para colonos, más bien para comerciantes carentes de recursos suficientes para pagarse un merecido billete en primera clase. Marco iba a trabajar para una agencia de contratación de personal cualificado, para contratar a todo aquel que quisiera irse hasta el sistema Tau Ceti, y vivir en las diferentes colonias que salpicaban los diminutos pero numerosos planetas y satélites de esta estrella. El Helio-3 alimentaba el ansia de aventuras, y las minas que lo extraían cobraban enormes dividendos que demandaban más y más mano de obra. Los colonos gozaban de un bienestar impensable en el superpoblado planeta madre. Tau Ceti ofrecía un cambio de vida al alcance de los más intrépidos.
Marco reflexionó sobre su nuevo trabajo, al tiempo que lamentó que la nave en la que viajaba no garantizase espacios para el ocio, por lo que sus tripulantes humanos, por motivos de seguridad, se viesen obligados a permanecer en estado de hibernación, reduciendo los problemas de convivencia.
Eso sí, cuando un humano era tan incauto como para tomar la decisión de irse a trabajar a otro planeta, se le obsequiaba con la posesión de un robot doméstico que les despertaría de la hibernación y les ayudaría en las labores cotidianas, así la soledad se haría más llevadera y las depresiones se mantendrían en niveles extremadamente bajos. Los robots, seres sintéticos dotados de asombrosa apariencia humana y de una gran diversidad de facultades y movimientos, suponían una motivación más para aventurarse a la nueva vida que les aguardaba.
-Marco, me complace recordarle que le queda tan solo un día para llegar a su destino, el planeta Tau Ceti E. Las recomendaciones sanitarias me informan de que debería comenzar sus ejercicios físicos para desentumecer los músculos, y beber abundantes bebidas isotónicas. Ha estado congelado un mes.
-Uf, y para mí han sido como cinco minutos – intentó incorporarse y con grandes dificultades avanzó unos pasos-…pero estoy destrozado, dame tiempo para que lo asimile y me conciencie… esto va a ser durísimo.
Marco comprobó la capacidad de empatizar de una máquina como Ícarus, que se sentó tranquilamente esperando que se tomase su tiempo. Los científicos que lo habían diseñado no escatimaron esfuerzos en pensar en todos los detalles. Le quedaba un día para alcanzar su nuevo destino, y debía mover sus doloridos huesos para recuperar la elasticidad, realizarse los chequeos médicos y poner a punto su “oxidada estructura”. Cuando descendieran en Tau Ceti E, echaría de menos el tiempo libre. El representante de su agencia le estaría esperando para ponerle al corriente de sus responsabilidades y presentarle a los nuevos colonos, un numeroso y aguerrido ejército de ingenieros, arquitectos, mineros y hasta biólogos ansiosos por trabajar en los invernaderos donde se producían numerosos tipos de hongos, líquenes y hasta soja sintética para alimentar a los hambrientos seres humanos. Así que por lo menos, ahora disfrutaba de un poco de paz para respirar y estirar los brazos tranquilamente, volver a sentir de nuevo su cuerpo y regocijarse con los treinta años recién cumplidos. De repente la fecha de su cumpleaños regresó a su memoria. Había sido su cumpleaños en medio del viaje, tal vez abandonando Plutón, dormido y congelado como el marisco de su Galicia natal. El peor cumpleaños de su vida, el más efímero y aburrido. Volvió a cerrar los ojos y sintió la vacuidad de su existencia, la agónica evanescencia con que discurrían los acontecimientos, la ausencia de sentido y significado de las decisiones que tomaba. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había renunciado a seguir en su planeta? Tal vez por huir de la soledad, por no afrontar el fracaso con su última novia, el tedio que tanto le castigaba… en definitiva, se encontraba allí sin saber las causas, quizás para esquivar el hastío, por emprender una nueva vida que le devolviera la anhelada y anhelante felicidad. Al fin y al cabo, marcharse a la lejana estrella Tau Ceti, no era un viaje sin retorno, como en los años ochenta. Ahora, en la segunda década del siglo XXII, podría volver cuando hubiese firmado unos buenos contratos y contentado a los mequetrefes de sus superiores. Los colonos eran una panda de pusilánimes ensimismados con las mentiras que les relataban. Nadie en su sano juicio querría vivir en el planeta Tau Ceti E, metido bajo tierra como las ratas, en subterráneos cobertizos muy amplios, eso sí, pero con ventanas de metacrilato reforzado con vistas a la eterna noche, con incómodas escafandras cuando querías pasear en el exterior y trabajando todo el sempiterno día para ganar unos míseros talones que algún día disfrutarían sus hijos en la Tierra, o quién sabe si en la Luna, que se había convertido en un maldito casino que te desplumaba con solo inhalar una bocanada de oxígeno importado.
-Quisiera comentarle un delicado asunto referente a un amigo suyo, creo que uno de sus mejores amigos.
-Veo que también estás programado para conocer mi vida privada, me conmueve, Ícarus, venga, escupe lo que te traes entre manos.
-Es sobre Víctor, uno de sus mejores amigos de escuela; debe saber que su mujer, Natalia, lleva unos meses residiendo en Tau Ceti E.
-Vaya, ¡qué bien informado estás! Pues sí, es un gran amigo mío, pero hace varios meses que no hablamos… y si me dices que su mujer se encuentra ahora mismo en Tau Ceti E, menuda casualidad y menuda sorpresa, te aseguro que evitaré la tentación de ponerle los cuernos, je,je, je.
-Desde luego no es mi intención sugerirle tal posibilidad.
-Venga, cuéntamelo que me empiezo a divertir.
2.
-Buenos días, señor Víctor. Por favor, abra los ojos muy despacio.
El sonido metálico de aquella voz le recordó al de los robots de la generación anterior. No recordaba dónde se hallaba, así que por inercia, alzó los brazos para sentir que una especie de caparazón le impedía estirar los brazos completamente. A medida que fue abriendo los ojos, comprobó que se encontraba en lo que parecía un ataúd transparente. Antes de que se empezase a preocupar, unas hábiles manos levantaron la compuerta y alguien a quien no pudo ver le ayudó a incorporarse con suma delicadeza, como si fuese un valioso jarrón de cerámica. Sintió que llevaba algo colgando de la nariz, y se lo retiraron al instante. Comenzó a respirar y sintió que su ritmo cardíaco era el convencional. Varios robots le fueron chequeando, controlando su ritmo nervioso, la tensión arterial y visual e invitándole a beber relajadores musculares con té que saboreó con delectación, para reavivar los músculos e irrigar su organismo. Nunca había probado nada tan delicioso. Intentó hablar, y una horrible afonía se escapó de las profundidades de su interior.
-No se preocupe, no fuerce su garganta, tómese su tiempo. Ha estado hibernando durante casi un mes, pero ya ha pasado. El viaje con destino a Tau Ceti E ya casi ha culminado.
-¿Qué? –Víctor se encontraba confundido sin saber a qué se referían. Pudo observar los brillantes ojos azules del robot, que con una mirada casi humana, le sonreía comprensivamente. -¿Dónde estoy? –Su cavernosa voz, pastosa e irreconocible, apenas imperceptible, pudo llegar hasta los electrónicos oídos del robot.
-No se preocupe. Ha viajado desde Puerto Blanco, su colonia del satélite de Ganímedes, hasta el quinto planeta de Tau Ceti. Tiene programado reunirse con su novia Natalia. Han elaborado muchos planes de futuro, y usted se va a incorporar al mismo equipo multidisciplinar en el que trabaja ella, para colaborar en las investigaciones científicas. Recuerde que ambos son biólogos. ¿Sabe de qué le estoy hablando?
-Ah, claro, claro, voy recordando…- A duras penas consiguió incorporarse y con torpes movimientos, caminó varios segundos apoyándose en aquel robot que no se separaba de él. -¿Cómo te llamas?
-Mi nombre es Ión y soy su robot doméstico de última generación. Usted mismo me eligió para este viaje. Les serviré durante el tiempo que vivan en el planeta Tau Ceti E.
-Vaya, vaya, comienzo a recordar, claro, no sé cómo se me había olvidado. Llevaba algún tiempo solicitando mi traslado a esta colonia y por fin ha llegado el día. – Tomó asiento en un cómodo sofá, donde se arrellanó y volvió a descansar los ojos. La luz artificial, aunque fuese de baja intensidad, le dañaba la retina. Apoyó la cabeza sobre el respaldo y sintió que podría dormir un mes más. La impresión de haber recibido una paliza era demasiado real, así que se prometió a sí mismo, que el viaje de vuelta lo hiciesen en una nave turística y a todo lujo, con piscina y áreas deportivas, para disfrutar de un mes de paz y tranquilidad, levantando la vista para admirar la bóveda celeste día y noche. El gran problema es que no podía disfrutar de tanto tiempo libre seguido, la vida que llevaban los científicos les esclavizaba a trabajar sin parar para mantener un nivel digno de vida.
-¿Desea iniciar su fisioterapia programada para recuperar la elasticidad perdida? Le convendría comenzar a ejercitar sus músculos cuanto antes.
-Por favor, dame un poquito de tiempo. No te imaginas lo cansado que me encuentro. Casi prefiero encender mi holoterminal para charlar con Natalia, me gustaría darle una sorpresa y decirle que todo ha ido muy bien.
-Lo lamento, estamos a punto de llegar a Tau Ceti E, y las conexiones holográficas a la velocidad a la que vamos no funcionan. Tendrá que esperar al descenso.
-Nunca había escuchado que los hologramas sufrieran interferencias por la velocidad de una nave… me dejas estupefacto. Además, tengo la sensación de que nos hallamos detenidos en medio del espacio, deberíamos ver las estrellas como agujas por la velocidad que me dices que vamos, no sé, debo haber perdido neuronas de tanto tiempo como he dormido.
- Recupere la respiración al ritmo normal, relaje sus músculos y descanse unas horas. Después me gustaría tratar con usted un asunto personal.
-¿Qué? No me digas que me vas a hacer proposiciones deshonestas, ja,ja,ja. – Acabó carraspeando y tosiendo, llevaba casi un mes sin reírse, y ese sencillo acto le había irritado su delicada garganta.
-Aunque carezco del sentido de humor humano, puedo aprender, y esta lección me permitirá extraer conclusiones. Pero no se trata de una proposición deshonesta. Se trata de uno de sus mejores amigos, de nombre Marco. Ahora descanse tranquilamente y luego se lo explicaré.
3.
-Creo que ya me encuentro mucho mejor. Los relajantes musculares y el zumo multifrutas me ha refrescado el estómago, es como si una sensación de calor me invadiera por dentro, como si me estuviese desperezando.
-Me alegra escuchar eso, Marco. Los biorritmos de su organismo son normales. Cuando pise la colonia no olvide caminar unos minutos para asegurar el equilibrio y evitar la sensación de vértigo…
-¡Vale, que no eres mi madre! Vamos a ver, Ícarus, no me cambies de tema, ¿qué tienes que contarme de mi buen amigo Víctor? Estoy ansioso por saberlo – Marco miró fijamente a los ojos del robot y se dispuso a escuchar prestando la mayor atención. Sintió un zumbido en los oídos, pero se exigió a sí mismo concentrarse en lo que le quería relatar Ícarus.
-Víctor volaba en una nave semejante a esta desde una colonia del satélite de Ganímedes. Su trayecto era paralelo al nuestro y su destino, el mismo: Tau Ceti E. Allí le está esperando Natalia, a quien usted conoce perfectamente.
-Sí, por supuesto, la memoria no me falla. ¿Qué sucede con Víctor? Me estoy empezando a preocupar.
-Lamento ser portador de tan graves noticias. Su nave ha tenido un problema en el sistema de hibernación, y la tripulación ha fallecido.
-¿Qué? – El semblante serio de Ícarus sobrecogió a Marco. Necesitó unos segundos para comprender lo que acababa de escuchar, no se lo podía creer.
-Su amigo ha muerto a consecuencia de la precipitada descongelación y la elevada presión en la cápsula donde se hallaba. Pero aunque se encuentre técnicamente muerto, aún hay sinapsis cerebrales trabajando con normalidad. Su actividad eléctrica no se ha detenido.
-¿Sinapsis cerebrales?
-La especie humana posee una extraordinaria característica: cuando falla el corazón, un órgano del aparato circulatorio que no suele durar más de cien años, aún funciona el cerebro, cuya vida puede superar los doscientos años gracias a la actividad eléctrica de sus sinapsis.
-¿Qué me quieres decir con todo esto? ¡Mi amigo Víctor ha muerto! No estoy para clases de medicina.
-Lo que le quiero exponer es que gracias a la actividad de las sinapsis que aún funcionan, todo lo que alberga su cerebro sigue vivo, su memoria, sus recuerdos, vivencias, conocimientos…
-¡Y qué más me da! ¡Está muerto! Déjame solo, no quiero seguir esta conversación con una máquina sin escrúpulos ni sentimientos.
-Le cuento esto porque en muy poco tiempo las sinapsis habrán muerto para siempre… y con ellas se nos irá su conciencia, pero mientras sigan funcionando, Víctor puede volver a vivir.
-Estoy perdiendo la paciencia, Ícarus. ¿Qué me estás contando?
-Las normas de la colonia permiten llevar a cabo el Programa de Nuevas Identidades. Podemos transferir el cerebro de Víctor, gracias a sus sinapsis, a un cuerpo sintético idéntico al que tenía, una réplica igualita. Y seguiría viviendo.
- Pero eso está terminantemente prohibido…
-Efectivamente en la Tierra está prohibido, aquí no; las leyes son más flexibles y no despiertan esos dilemas éticos, la normativa de Tau Ceti permite la clonación humana, la ectogénesis, es decir, la fecundación y desarrollo del feto fuera del vientre materno y en un recinto no biológico, y también esta posibilidad, hacer compatible la mente humana con el hardware informático, trasladar la conciencia humana a una base alternativa, “escanear” el contenido que albergan esas sinapsis a un ente cibernético creado para tal fin.
-¿Y qué crees que opinaría él si llevamos a cabo esa locura?
-Él ya ha dado su consentimiento, y la última decisión le corresponde a usted, Marco.
-¿Cómo? ¡No me fastidies! No puedo cargar con esa responsabilidad, ¡ni por asomo él aprobaría semejante estupidez!
-Cuando ambos estudiaban en la Universidad, firmaron un documento para donar todos sus órganos a la ciencia en caso de muerte. Y que la decisión la tomaría el contrario. Fue una prueba de la íntima amistad que siempre les ha unido; así queda recogido y suscrito, y dicho documento mantiene hoy en día su vigencia y aplicabilidad en Tau Ceti E, jurisdicción bajo la que nos encontramos.
-Claro, todos los estudiantes firmábamos papeles de ese estilo…era muy habitual en nosotros ser solidarios, pero nunca pensé que se lo tomaran en serio… ¿Y Víctor ahora? ¿Sabe que está muerto?
-No. Piensa que se halla sentado con su cuerpo intacto, ilusionado con descender a Tau Ceti E y ver a su novia, Natalia. Mi compañero se comunica con él a través de un programa informático que interpreta las respuestas de sus sinapsis cerebrales, y cada vez son menos las que siguen funcionando. En muy poco tiempo, todo lo que fue Víctor se habrá perdido de manera definitiva e inexorable.
-No puede ser verdad… ¿Y Natalia? ¡Ella no sabe nada! Tiene derecho a opinar…
-Ella no firmó ese documento, y cuando aterrice la nave será demasiado tarde. Nuestros programas informáticos pueden llevar a cabo la transferencia en unos minutos, y la réplica corporal será también muy breve. Él nunca sabrá nada de lo sucedido y los demás nos reservaremos confesarle tan doloroso acontecimiento.
-¿Y cómo podré mirarle a los ojos? ¿Cómo podré mentirle el resto de mi vida?
-Piense en Natalia, si en el futuro ella llegase a sospechar que su novio podría haber vivido en un cuerpo cibernético idéntico al que tenía, pero que usted prefirió dejarlo morir, le odiará con todas sus fuerzas. – Ícarus ladeó la cabeza para después mirarle atónito.-Marco, siento insistir, pero debe tomar una decisión ya, si se demora no habrá vuelta atrás.
Se quedó impávido, buscó su reflejo sobre la pantalla del ordenador y su tez demacrada reveló la tensión que estaba padeciendo. Suspiró y se preparó para valorar su respuesta a la mayor celeridad posible.
4.
La luz de Tau Ceti iluminaba de lleno su quinto planeta, como si fuera un cofre envuelto en la niebla. Una maravillosa luz de color azul turquesa con destellos plateados, disparaba sobre la irregular superficie de aquel extraño pero singular nuevo mundo. El bruñido que devolvía hería la vista de Víctor, que se cubría los ojos para evitar los poderosos resplandores. Un manto de nubes a gran altura coronaba el planeta como si de una reina se tratase. Volvía a mirar de soslayo y sintió que el vello de su piel se erizaba ante semejante espectáculo de la naturaleza.
En verdad se sentía un hombre afortunado. Por fin había logrado su sueño, vivir con Natalia, la mujer a la que amaba, su gran compañera de los últimos años, pero de los mejores momentos de su vida. Aquel planeta debía ser un lugar hermoso para vivir si un hombre se encontraba enamorado, un refugio para soñadores, poetas y enamorados; por eso él gozaba de la mayor de las certezas: se hallaba sobrevolando el lugar más parecido al paraíso. Suspiró henchido de orgullo estirando con elegancia los brazos. Acababa de salir de su primera ducha de vapor en un mes, había recuperado la movilidad en todos sus miembros, volvía a disfrutar de treinta juveniles años llevados con deportiva actitud. Caminó hasta el sofá para dejarse caer, y fue al cruzar sus ojos sobre los de Ión, cuando pensó nuevamente en su buen amigo de correrías y noches desenfrenadas, de tantas noches de libertad, Marco, su inseparable compañero universitario, su fiel amigo de juergas sin fin, de ruidosos conciertos protagonizados por músicos que seguramente ya estarían muertos, de ligues e intercambios de novias que poco les duraban… y una sombra desdibujó su semblante. Ión le observaba pacientemente, pero sin disimular su gesto de preocupación. Un mal presagio le acechaba.
-Víctor, me resulta muy duro tener que darle malas noticias, pero he de confesarle algo muy importante y desagradable.
-Uf, por favor, dímelo cuanto antes, estoy preparado.
-Su amigo Marco volaba hacia aquí para trabajar como comerciante en Tau Ceti E, pero su proceso de hibernación se ha detenido de manera imprevista e incomprensible. Ha fallecido. Lo siento mucho.
-¿Qué? ¡No es posible! No me lo puedo creer…
-Técnicamente está muerto, pero su cerebro aún mantiene intactas algunas sinapsis. Usted es biólogo, está familiarizado con este término.
-¡Claro que sé lo que es! ¿Y qué me quieres decir con esto? ¿Cuándo ha muerto? ¿Ha sufrido?
-Nuestros programas no detectan el menor rastro de dolor. Ha muerto sin ser consciente de ello. Ahora mismo mi compañero Ícarus, habla con él a través del programa de un ordenador que interpreta los deseos y palabras de sus sinapsis. Marco es un holograma que ni siquiera sabe que ha muerto… por ello debo proponerle algo para lo que ya casi carecemos de tiempo, y le agradeceré que tome una decisión a la mayor brevedad posible.
5.
El holoterminal del Gobernador del Planeta Tau Ceti E se encontraba abierto, trabajando en diversas cuestiones a un mismo tiempo. Uno de los hologramas correspondía al de un robot de última generación, cuya sonrisa tan atractiva y profundamente humana, confundía a su interlocutor, pues parecía tratarse de un modelo destinado a los pases primaverales, y no de un ser mecánico con atribuciones en materia de seguridad.
-Todo se está cumpliendo según ha ordenado, señor Gobernador. La transferencia y evolución de homo sapiens a homo cyber está dando sus primeros frutos.
-¡Qué bien! El transhumanismo no pude detenerse, debe continuar sin dar marcha atrás. Cuantos más humanos sean “mejorados” superando las deficiencias de la biología, más cerca estaremos de afrontar los riesgos de explorar un planeta repleto de obstáculos y peligros: entes cibernéticos con emociones y recuerdos humanos, pero con cualidades físicas impresionantes, con propiedades que hasta ellos mismos desconocen.
-Se está llevando a cabo respetando la legislación vigente, y los responsables en su caso serían los mismos humanos, que unos a otros dan su consentimiento para decidir poner en funcionamiento el Programa de Identidades Múltiples. Hasta el momento no hemos tenido noticia de ningún rechazo, todos solicitan con entusiasmo que sus seres queridos den ese asombroso paso.
-Espero que tarden unos meses en sospechar lo que hemos edificado con tanto cariño con sus nuevos cuerpos. Y cuando lo sepan, ya no habrá vuelta atrás, la resignación será su única alternativa. Les diremos que la vida les ha ofrecido una segunda oportunidad.