Blasero1
02-Aug-2014, 13:59
-Vaya día… -se dijo Marina al acostarse por fin en la cama.
Como de costumbre, había terminado la jornada del turno de tarde en la gasolinera en la que llevaba muchos años de trabajo. Al volante del pequeño coche circuló por la carretera radial de la M-40, sin apenas circulación a esas horas, sobre las 00.50 am, sentido del municipio de Fuenlabrada. Nadie la esperaba cuando abrió la puerta del piso, ya que era soltera convencida desde bien jovencita y el paso de los años no hizo más que convencerla del planeamiento de vida. Tampoco tenía gatos o perros. Ni peces o periquitos. Las estanterías repletas de libros ocupaban sus ratos libres en el hogar. Había cenado ligero y después del vaso de leche con galletas, escuchando las noticias de la radio a un nivel adecuado para no molestar a los vecinos, se fue a dormir.
-Hoy fue especialmente problemático. Aparte de estropearse dos surtidores, un vehículo se da a la fuga tras repostar y el señor del auto Mercedes a la hora de pagar por prepago tiene problemas con su tarjeta de crédito. El mal educado me grita cómo si fuera culpa mía. En fin. Quizás podría dar un paseo por el Parque del Retiro, antes de dormir -masculló, apagando la luz de la lámpara-. De camino, lucía una magnífica luna nueva…
Marina fue cerrando los ojos y cruzando las manos encima del suave camisón, a la altura del pecho. Se concentro entonces en la respiración. Poco a poco, desaparecieron los muebles de la habitación de matrimonio, básicamente las mesillas y la cómoda caoba con espejo, así como las vaporosas cortinas enfrente de ella que se agitaban en la ventana abierta de par en par. Rompiendo las cadenas de la gravedad que la atrapaba, se sentía cada vez más etérea. La figura incorpórea se despegaba de la mujer tumbada en la cama solitaria. Lo supo a ciencia cierta, pues con la cabeza girada veía emerger a la silueta fantasmagórica de si misma que se reflejaba en el espejo de las hojas corredera del armario empotrado. La suprema facilidad para concentrarse y adentrarse en la oscuridad interior, la permitía ignorar a los monstruos del pensamiento y encontrar el alma para sacarlo del recipiente material, realizando viajes astrales desde que tenía uso de razón. El ente de Marina levito por la habitación hasta que salió despacio por la ventana. Echó un vistazo a los bloques de viviendas, sin luces encendidas, alrededor de la plaza con bancos en los jardines y grandes árboles que daban sombras. También al parque infantil, sucio y sin gente en aquellas horas nocturnas. Incluso los más trasnochadores no paseaban a sus perros, si. La figura incorpórea pegó los brazos al camisón de luz y ascendió hasta que a vista de pájaro escudriñaba las luces del municipio durmiente. Se concentró algo más. De la espalda surgieron blanquecinas alas. Al amparo del cielo estrellado de verano, extendió lentamente las plumas y llegado el momento preciso de la máxima envergadura, salió disparada, dejando una estela de brillo lunar.
-Esta noche hay prisa… -susurró, mientras la estrella fugaz se desvaneció sobre el estanque con las barcas y dio paso al fantasma que levitaba.
La figura incorpórea de Marina se desplazó hacia los árboles cercanos y se posó en uno de los jardines. Paseaba entre aspersores que regaban, pero el agua la atravesaba como si no existiera, a pesar de ser consciente de la situación y su estado dimensional. Sin embargo, algo inusual captaba su atención. Una sombra se escondía en los arbustos que había más adelante. Por primera vez en mucho tiempo estaba nerviosa, se sentía observada y eso era totalmente imposible para los humanos. No quiso correr riesgo y se volvió a concentrar, desplegando las enormes alas de luz. Flexionó las rodillas a medida que la figura sombría abandonó su escondite y emprendió la carrera por ella. Con un simple batir de alas estaría a salvo, no obstante, la curiosidad por saber de aquella silueta la hizo esperar al último instante, por si pudiera distinguir algo.
-No te vayas, por favor -se detuvo enfrente de ella una figura sombría. Por favor.
-¿Quién eres? -preguntó Marina.
-¿Eso importa? -respondía, rodeándola a pasos lentos- Veo que has sacado la luz del interior.
-Entonces… -caviló, con voz temblorosa -, has elevado tu oscuridad a este plano dimensional.
-En efecto -afirmó la figura incorpórea que absorbía la luz de Marina-. Ahora mismo mi cuerpo permanece acostado, como el tuyo, y mi alma y mente también divagan por aquí. Yo no me dedico sólo a viajar, por lo que veo.
-Qué tiene de malo…
-Mi labor es mucho más elevada -reía, mostrando una dentadura retorcida y ojos de locura.
-Lo siento -sentía un repentino escalofrío-, tengo que marcharme.
-Yo, no tengo alas para poder volar -gritó de forma desaforada a la figura que salió disparada al cielo-. Camino como los demás mortales. Una noche más, en cuanto abandone este Parque, me alimentaré de los pobres desdichados que se crucen en mi camino. Disfrutare del sabor de cada alma y… quien sabe… quizá vaya a buscar la tuya… me oyes
Gritaba una y otra vez, a la estrella fugaz que cruzaba el firmamento.
Como de costumbre, había terminado la jornada del turno de tarde en la gasolinera en la que llevaba muchos años de trabajo. Al volante del pequeño coche circuló por la carretera radial de la M-40, sin apenas circulación a esas horas, sobre las 00.50 am, sentido del municipio de Fuenlabrada. Nadie la esperaba cuando abrió la puerta del piso, ya que era soltera convencida desde bien jovencita y el paso de los años no hizo más que convencerla del planeamiento de vida. Tampoco tenía gatos o perros. Ni peces o periquitos. Las estanterías repletas de libros ocupaban sus ratos libres en el hogar. Había cenado ligero y después del vaso de leche con galletas, escuchando las noticias de la radio a un nivel adecuado para no molestar a los vecinos, se fue a dormir.
-Hoy fue especialmente problemático. Aparte de estropearse dos surtidores, un vehículo se da a la fuga tras repostar y el señor del auto Mercedes a la hora de pagar por prepago tiene problemas con su tarjeta de crédito. El mal educado me grita cómo si fuera culpa mía. En fin. Quizás podría dar un paseo por el Parque del Retiro, antes de dormir -masculló, apagando la luz de la lámpara-. De camino, lucía una magnífica luna nueva…
Marina fue cerrando los ojos y cruzando las manos encima del suave camisón, a la altura del pecho. Se concentro entonces en la respiración. Poco a poco, desaparecieron los muebles de la habitación de matrimonio, básicamente las mesillas y la cómoda caoba con espejo, así como las vaporosas cortinas enfrente de ella que se agitaban en la ventana abierta de par en par. Rompiendo las cadenas de la gravedad que la atrapaba, se sentía cada vez más etérea. La figura incorpórea se despegaba de la mujer tumbada en la cama solitaria. Lo supo a ciencia cierta, pues con la cabeza girada veía emerger a la silueta fantasmagórica de si misma que se reflejaba en el espejo de las hojas corredera del armario empotrado. La suprema facilidad para concentrarse y adentrarse en la oscuridad interior, la permitía ignorar a los monstruos del pensamiento y encontrar el alma para sacarlo del recipiente material, realizando viajes astrales desde que tenía uso de razón. El ente de Marina levito por la habitación hasta que salió despacio por la ventana. Echó un vistazo a los bloques de viviendas, sin luces encendidas, alrededor de la plaza con bancos en los jardines y grandes árboles que daban sombras. También al parque infantil, sucio y sin gente en aquellas horas nocturnas. Incluso los más trasnochadores no paseaban a sus perros, si. La figura incorpórea pegó los brazos al camisón de luz y ascendió hasta que a vista de pájaro escudriñaba las luces del municipio durmiente. Se concentró algo más. De la espalda surgieron blanquecinas alas. Al amparo del cielo estrellado de verano, extendió lentamente las plumas y llegado el momento preciso de la máxima envergadura, salió disparada, dejando una estela de brillo lunar.
-Esta noche hay prisa… -susurró, mientras la estrella fugaz se desvaneció sobre el estanque con las barcas y dio paso al fantasma que levitaba.
La figura incorpórea de Marina se desplazó hacia los árboles cercanos y se posó en uno de los jardines. Paseaba entre aspersores que regaban, pero el agua la atravesaba como si no existiera, a pesar de ser consciente de la situación y su estado dimensional. Sin embargo, algo inusual captaba su atención. Una sombra se escondía en los arbustos que había más adelante. Por primera vez en mucho tiempo estaba nerviosa, se sentía observada y eso era totalmente imposible para los humanos. No quiso correr riesgo y se volvió a concentrar, desplegando las enormes alas de luz. Flexionó las rodillas a medida que la figura sombría abandonó su escondite y emprendió la carrera por ella. Con un simple batir de alas estaría a salvo, no obstante, la curiosidad por saber de aquella silueta la hizo esperar al último instante, por si pudiera distinguir algo.
-No te vayas, por favor -se detuvo enfrente de ella una figura sombría. Por favor.
-¿Quién eres? -preguntó Marina.
-¿Eso importa? -respondía, rodeándola a pasos lentos- Veo que has sacado la luz del interior.
-Entonces… -caviló, con voz temblorosa -, has elevado tu oscuridad a este plano dimensional.
-En efecto -afirmó la figura incorpórea que absorbía la luz de Marina-. Ahora mismo mi cuerpo permanece acostado, como el tuyo, y mi alma y mente también divagan por aquí. Yo no me dedico sólo a viajar, por lo que veo.
-Qué tiene de malo…
-Mi labor es mucho más elevada -reía, mostrando una dentadura retorcida y ojos de locura.
-Lo siento -sentía un repentino escalofrío-, tengo que marcharme.
-Yo, no tengo alas para poder volar -gritó de forma desaforada a la figura que salió disparada al cielo-. Camino como los demás mortales. Una noche más, en cuanto abandone este Parque, me alimentaré de los pobres desdichados que se crucen en mi camino. Disfrutare del sabor de cada alma y… quien sabe… quizá vaya a buscar la tuya… me oyes
Gritaba una y otra vez, a la estrella fugaz que cruzaba el firmamento.