MENA
24-May-2014, 22:13
DESALOJO INMEDIATO
Mena
«Cum enim dixerint pax et securitas tunc repentinus eis superveniet interitus sicut dolor in utero habenti et non effugient » (1 Tesalonicenses 5:3)
Vuuz al-Imehín vuuz Rätaz se revolvió incómodo tras su escritorio. Miró de reojo a la Inspectora y volvió a concentrar la mirada ámbar en el documento entre sus largas manos.
“Desalojo inmediato”. Un grosero timbre rojo estampado sobre la página resumía su contenido. “Desalojo inmediato”.
—¿Sabe usted cuánto hemos invertido en los cultivos? ¿Cuánto tiempo? —Vuuz sabía que no existía modo de disuadir a la Inspectora. No tanto debido al hecho de que ésta fuera la simple portadora de la orden, sino a que los decretos del Ministerio eran incuestionables e irrevocables. La Inspectora, por supuesto, sólo se encogió de hombros. Vuuz suspiró—. ¿No hay modo de aplazar su ejecución… por lo menos para rescatar algo de…? —No aguardó la respuesta. La conocía de sobra—: Imposible, ¿verdad?
Colocó el papel sobre el escritorio y estampó la rúbrica. Notificado. Sólo restaba transmitir la orden a todos los departamentos y coordinar el apagado de los hornos. Pasó un dedo sobre la pantalla y se desplegó una interminable lista. Más de quinientos laboratorios. Sobre el 80% de éxito en los cultivos. Uno de ellos realmente brillante, prometedor… Ahora, toda la investigación se iría a la ruina. Y la empresa. Y él mismo.
Repasó el documento. Leyó al azar párrafos de aquí y acullá. Palabras sueltas. Cifras con decimales infinitos. “Contaminación cruzada”. “Permisos pendientes”. “Horarios laborales”. Bajo el 1,638564etc. %. Sobre el 67,2876etc. % estimado. Blablablá. “DESALOJO INMEDIATO”.
Buscó algo similar a “Compensación”… Se sonrió ante la ocurrencia: Debía cerrar todo. Botar a la basura los cultivos. Despedir al personal. Apagar los hornos… Y nada de compensación.
—Qué diablos —concluyó Vuuz. Tenía que hacerlo. Mientras más rápido, mejor—. Voy a dar las instrucciones… —La Inspectora asintió. No parecía una mala tipa. Por lo menos no había traído a la prensa consigo. Eso era un alivio dentro de la tormenta.
Vuuz ajustó el micrófono a la altura de sus labios y transmitió la orden, paso por paso. “Desalojo inmediato”, repitió al final. Estampó su rúbrica sobre la pantalla y el proceso comenzó.
Todo el personal fue retirado. Laboratorio tras laboratorio. Galaxia tras galaxia.
Los hornos se apagaron. Sistema tras sistema. Sol tras sol.
Los cultivos fueron destruidos. Planeta tras planeta. Civilización tras civilización.
Vuuz hundió la cabeza entre sus manos, escuchando los bips de confirmación, conciente de que cada experimento arrasado en cada laboratorio era un paso más hacia su ruina personal. Se lamentó, en especial, por aquel planeta, el tercero desde su correspondiente horno-sol ahora oscurecido. Aquel al que los mismos cultivos extinguidos por la orden de “Desalojo inmediato” habían denominado Tierra. El mejor éxito en su dilatada carrera de cultivador de civilizaciones.
Un verdadero desperdicio, timbrado, despachado y notificado por el Ministerio.
Suspiró con fuerzas y despidió a la Inspectora. Se asomó a la ventana tras servirse un trago.
—¡Qué se le va a hacer! —filosofó, bebiendo del amargo y fuerte licor de Kil—: Obligado a empezar de nuevo… —Apuró el resto del contenido de su vaso y volvió a sentarse tras su escritorio, sintiéndose algo más optimista. Mañana empezaría de nuevo; esta vez, con todos los papeles en regla.
“Negocios son negocios”, brindó con más licor de Kil.
Mena
«Cum enim dixerint pax et securitas tunc repentinus eis superveniet interitus sicut dolor in utero habenti et non effugient » (1 Tesalonicenses 5:3)
Vuuz al-Imehín vuuz Rätaz se revolvió incómodo tras su escritorio. Miró de reojo a la Inspectora y volvió a concentrar la mirada ámbar en el documento entre sus largas manos.
“Desalojo inmediato”. Un grosero timbre rojo estampado sobre la página resumía su contenido. “Desalojo inmediato”.
—¿Sabe usted cuánto hemos invertido en los cultivos? ¿Cuánto tiempo? —Vuuz sabía que no existía modo de disuadir a la Inspectora. No tanto debido al hecho de que ésta fuera la simple portadora de la orden, sino a que los decretos del Ministerio eran incuestionables e irrevocables. La Inspectora, por supuesto, sólo se encogió de hombros. Vuuz suspiró—. ¿No hay modo de aplazar su ejecución… por lo menos para rescatar algo de…? —No aguardó la respuesta. La conocía de sobra—: Imposible, ¿verdad?
Colocó el papel sobre el escritorio y estampó la rúbrica. Notificado. Sólo restaba transmitir la orden a todos los departamentos y coordinar el apagado de los hornos. Pasó un dedo sobre la pantalla y se desplegó una interminable lista. Más de quinientos laboratorios. Sobre el 80% de éxito en los cultivos. Uno de ellos realmente brillante, prometedor… Ahora, toda la investigación se iría a la ruina. Y la empresa. Y él mismo.
Repasó el documento. Leyó al azar párrafos de aquí y acullá. Palabras sueltas. Cifras con decimales infinitos. “Contaminación cruzada”. “Permisos pendientes”. “Horarios laborales”. Bajo el 1,638564etc. %. Sobre el 67,2876etc. % estimado. Blablablá. “DESALOJO INMEDIATO”.
Buscó algo similar a “Compensación”… Se sonrió ante la ocurrencia: Debía cerrar todo. Botar a la basura los cultivos. Despedir al personal. Apagar los hornos… Y nada de compensación.
—Qué diablos —concluyó Vuuz. Tenía que hacerlo. Mientras más rápido, mejor—. Voy a dar las instrucciones… —La Inspectora asintió. No parecía una mala tipa. Por lo menos no había traído a la prensa consigo. Eso era un alivio dentro de la tormenta.
Vuuz ajustó el micrófono a la altura de sus labios y transmitió la orden, paso por paso. “Desalojo inmediato”, repitió al final. Estampó su rúbrica sobre la pantalla y el proceso comenzó.
Todo el personal fue retirado. Laboratorio tras laboratorio. Galaxia tras galaxia.
Los hornos se apagaron. Sistema tras sistema. Sol tras sol.
Los cultivos fueron destruidos. Planeta tras planeta. Civilización tras civilización.
Vuuz hundió la cabeza entre sus manos, escuchando los bips de confirmación, conciente de que cada experimento arrasado en cada laboratorio era un paso más hacia su ruina personal. Se lamentó, en especial, por aquel planeta, el tercero desde su correspondiente horno-sol ahora oscurecido. Aquel al que los mismos cultivos extinguidos por la orden de “Desalojo inmediato” habían denominado Tierra. El mejor éxito en su dilatada carrera de cultivador de civilizaciones.
Un verdadero desperdicio, timbrado, despachado y notificado por el Ministerio.
Suspiró con fuerzas y despidió a la Inspectora. Se asomó a la ventana tras servirse un trago.
—¡Qué se le va a hacer! —filosofó, bebiendo del amargo y fuerte licor de Kil—: Obligado a empezar de nuevo… —Apuró el resto del contenido de su vaso y volvió a sentarse tras su escritorio, sintiéndose algo más optimista. Mañana empezaría de nuevo; esta vez, con todos los papeles en regla.
“Negocios son negocios”, brindó con más licor de Kil.