Blasero1
03-Sep-2013, 03:42
El mirador, ofrece magníficas vistas del entorno. El astronauta lleva mucho tiempo sentado en el banco metálico, no muy lejos da la base minera, abandonada hace años. Abre la boca hasta casi desencajar la mandíbula e inhala oxígeno, y bosteza, exhalando el aliento que por un momento empaña el interior del cristal del casco. Se estira, seguidamente cruza las piernas y recuesta, apoyando los brazos en el respaldo. Mira a lados y sólo encuentra más bancos vacíos. Después de orinar en el traje, está aliviado. Se levanta y camina, despacio, hasta llegar a la barandilla que resguarda del infinito precipicio rocoso. A través de las pantallas para proteger los ojos de la radiación, a simple vista observa las turbulencias atmosféricas del volátil planeta, incluso puede distinguir las tormentas eléctricas, también, los resplandecientes anillos interiores de asteroides. Por el audio, escucha los sonidos del exterior; ecos, como cantos de ballenas con las que surca el cosmos. En absoluto, se siente afortunado por tan magnífica ocasión.
-¡Serás imbécil! -susurra- ¿Pero qué has hecho?
Se le escapan risas nerviosas. Se atraganta y tose con fuerza, repetidas veces. El nudo del estómago, sube imparable. Le acelera el corazón, ahoga la garganta e inundan los ojos de lágrimas. Cuando los labios empiezan a temblar, respira despacio, hondo, hasta que consigue calmarse. La desazón ahora no estrangula, sino el rugir de tripas y fuerte dolor estomacal persiste, pues no ingiere alimentos desde hace dos días.
“Vas a morir”
-¿Cómo?
Al dar la media vuelta, la vista se pierde en los anillos exteriores. Resalta el cinturón lejano de pequeñas lunas. Y más cercanos, los satélites pastores produciendo huecos en los anillos o fijando sus bordes. El mar de surcos de fragmentos cristalinos y rocas de color rojizo, gira con él, al compás del campo magnético del planeta. Los destellos repentinos del próximo asteroide, llaman su atención. El astronauta se exalta, pues entre los resplandores solares de la superficie, él cree ver algo, quizás, una sombra.
-¿Qué demonios?
Camina hasta uno de los telescopios de columna, busca en los bolsillos del traje y echa la moneda. Sostiene entre sus manos el instrumento óptico, se acerca, golpeando el casco en el visor. Con la respiración entrecortada, la impresión eriza el bello, cuando distingue una silueta en el terreno que agita las manos al espacio.
-¡No puede ser! -susurra. Cierra los ojos y al abrirlos, el espejismo oscuro ha desaparecido.
“Va a morir”
Lo escucha perfectamente, al lado. Gira rápidamente, para encontrar otro astronauta enfrente suya.
-¡Gracias a Dios! -grita por el micrófono, a pleno pulmón- Empezaba a perder la razón ¿eres del equipo de salvamento del buque estelar, verdad? ¿Cuándo habéis llegado? No he visto aterrizar la nave auxiliar.
-Llegamos hace un momento, por la otra cara del grandioso asteroide -escucha por los auriculares y acto seguido, recibe un golpe en el casco-, ¿pero a quién se le ocurre viajar de polizón? ¡A estas alturas de siglo! Joder, muchacho, ¿ni puedes trabajar como los demás, para costear el viaje del crucero galáctico, o pedir el dinero a tus padres? Anda, vamos a la base minera que nos esperan.
-Lo siento, de verdad -responde angustiado, pues el sistema primario de soporte vital, por medio de la pantalla alerta del nivel de reserva de oxígeno y agua.
-Has tenido mucha suerte, chaval, porque el próximo barco estelar no visita esta escala turística, hasta el mes que viene ¿por qué no se regresaste con tu grupo de excursión?
-Fui a echar un vistazo a las instalaciones de la mina.
-¡Pero si sólo es un montón de chatarra, de módulos lunares inutilizados y abandonados! Hace años que terminaron las prospecciones mineras, se llevaron todos los aparatos y maquinaria de valor ¿mejor un pozo que la soberbia vista del mirador?
-Quería hacer una foto del lugar, para enseñarla a mis amigos del barrio -su guante palpaba el bolsillo de utensilios, donde llevaba la cámara- Sabe, cuando regresemos a la tierra, no pienso hacer más locuras. En estos dos días, he pensado mucho, incluso llegué a creer que moriría aquí.
-¿La mina? -comunicó el acompañante, caminando la estrecha pasarela metálica que cruzaba el desfiladero profundo del paraje lunar.
-Le comenté al guía de mi grupo que me encontraba indispuesto y quería volver al puerto, con el resto de los excursionistas de regreso. Aprovechando el angosto camino de vuelta, me separé discretamente de los astronautas, para visitar la mina fuera del itinerario turístico. Anduve por las instalaciones, observando por las ventanillas de los módulos lunares. Todos vacíos. Después, fui a la torre de prospección, ya que la entrada de la mina está cerrada. Rodeé el vallado de metal, sin encontrar un hueco. Entonces, decido escalar. Con mucho esfuerzo pude sobrepasar la valla, pero justo al descender, un saliente de metal me desenganchó el sistema de depuración de oxígeno. Me solté, sobresaltado por el cordón umbilical que se agitaba a causa del escape presurizado. Caigo al suelo. Y pierdo el conocimiento por asfixia, en el momento preciso que lo puedo conectar de nuevo.
-Bueno, chaval, ya casi llegamos -señala las susodicha torre e instalaciones, tras el valle desértico.
-Al despertar y escalar otra vez la valla, con sumo cuidado, descubro que el buque espacial ha zarpado del puerto. Desde entonces, llevo dos días esperando que regresaran por mí.
-Chaval -se detuvo a puertas de los módulos mineros abandonados-, la nave está ahí detrás, en la antigua plataforma de carga ¿sabes que te van a arrestar, verdad? ¿Y que la multa, más los gastos del pasaje y ocasionados por el rescate, irán por cuenta de tus padres, verdad?
-¡No, esta vez, pienso pagarlo con mi trabajo! A partir de ahora, se acabaron las tonterías. He aprendido la lección -se ve reflejado en el visor extravehicular lunar, del astronauta de salvamento.
-Chaval ¿sabes cuál el aparato más importante del traje que llevas puesto?
-Pues… el soporte vital, claro.
-¡No, chaval! ¡Es la baliza de emergencia! Sí, el dispositivo del traje que manipulaste, para soltar del cordón de seguridad. Que hábilmente colocaste en la mochila del último excursionista de regreso al buque, poco antes de que tú tomaras el sendero de la mina. Aquel que sirve para contabilizar de forma automática a los pasajeros en la pasarela de embarque, antes de entrar en la cámara de descompresión.
-¡Por supuesto! -reía y daban una palmada sus guantes- Era la única forma de escapar a este lugar. Sabe, soy maestro en pasar desapercibido. Durante la travesía de la Tierra hasta llegar aquí, he asistido a todas las fiestas de música electrónica, del ciclo nocturno, sin relacionarme con los demás pasajeros para no levantar sospechas. Dedicando buena parte de las horas diurnas a dormir a pierna suelta en las cómodas tumbonas de cubierta ¡magnífico barco! Fíjese, incluso mis padres piensan que estoy en el viaje de fin de curso, con los amigos universitarios. Y a mis amigos, les dije lo contrario.
-La I.A que gestiona tanto las condiciones ambientales como el sistema de luminotecnia y pantallas que protegen al barco estelar del espacio, es de última generación -transmitía con orgullo, el astronauta de salvamento.
-He deleitado el buffet libre. Visto las películas del cine. Y disfrutado como un niño del magnífico parque acuático de a bordo, por cierto ¿mi equipaje todavía está en las taquillas de los vestuarios, no? La más cercana a las duchas -puntualizó.
-No lo sé -comunicó.
-Menos mal que se han percatado de la ausencia de este traje, porque intenté avisar por la radio, pero está limitada por el campo magnético del planeta ¿lo sabe, verdad?
-Chaval -transmitía-, a la empresa naviera espacial, le importa bien poco el traje desechable de astronauta, es más, cuentan con la pérdida o desaparición de una cantidad determinada al año. Todo lo contrario que la baliza, un dispositivo carísimo.
-No entiendo…
El astronauta de salvamento, se agarra el casco con los dos guantes y lo gira. Escapando el oxígeno presurizado al vacío, se lo quita.
El chaval entonces se ve a sí mismo, diciendo; “Vas a morir”, una y otra vez.
-¡Serás imbécil! -susurra- ¿Pero qué has hecho?
Se le escapan risas nerviosas. Se atraganta y tose con fuerza, repetidas veces. El nudo del estómago, sube imparable. Le acelera el corazón, ahoga la garganta e inundan los ojos de lágrimas. Cuando los labios empiezan a temblar, respira despacio, hondo, hasta que consigue calmarse. La desazón ahora no estrangula, sino el rugir de tripas y fuerte dolor estomacal persiste, pues no ingiere alimentos desde hace dos días.
“Vas a morir”
-¿Cómo?
Al dar la media vuelta, la vista se pierde en los anillos exteriores. Resalta el cinturón lejano de pequeñas lunas. Y más cercanos, los satélites pastores produciendo huecos en los anillos o fijando sus bordes. El mar de surcos de fragmentos cristalinos y rocas de color rojizo, gira con él, al compás del campo magnético del planeta. Los destellos repentinos del próximo asteroide, llaman su atención. El astronauta se exalta, pues entre los resplandores solares de la superficie, él cree ver algo, quizás, una sombra.
-¿Qué demonios?
Camina hasta uno de los telescopios de columna, busca en los bolsillos del traje y echa la moneda. Sostiene entre sus manos el instrumento óptico, se acerca, golpeando el casco en el visor. Con la respiración entrecortada, la impresión eriza el bello, cuando distingue una silueta en el terreno que agita las manos al espacio.
-¡No puede ser! -susurra. Cierra los ojos y al abrirlos, el espejismo oscuro ha desaparecido.
“Va a morir”
Lo escucha perfectamente, al lado. Gira rápidamente, para encontrar otro astronauta enfrente suya.
-¡Gracias a Dios! -grita por el micrófono, a pleno pulmón- Empezaba a perder la razón ¿eres del equipo de salvamento del buque estelar, verdad? ¿Cuándo habéis llegado? No he visto aterrizar la nave auxiliar.
-Llegamos hace un momento, por la otra cara del grandioso asteroide -escucha por los auriculares y acto seguido, recibe un golpe en el casco-, ¿pero a quién se le ocurre viajar de polizón? ¡A estas alturas de siglo! Joder, muchacho, ¿ni puedes trabajar como los demás, para costear el viaje del crucero galáctico, o pedir el dinero a tus padres? Anda, vamos a la base minera que nos esperan.
-Lo siento, de verdad -responde angustiado, pues el sistema primario de soporte vital, por medio de la pantalla alerta del nivel de reserva de oxígeno y agua.
-Has tenido mucha suerte, chaval, porque el próximo barco estelar no visita esta escala turística, hasta el mes que viene ¿por qué no se regresaste con tu grupo de excursión?
-Fui a echar un vistazo a las instalaciones de la mina.
-¡Pero si sólo es un montón de chatarra, de módulos lunares inutilizados y abandonados! Hace años que terminaron las prospecciones mineras, se llevaron todos los aparatos y maquinaria de valor ¿mejor un pozo que la soberbia vista del mirador?
-Quería hacer una foto del lugar, para enseñarla a mis amigos del barrio -su guante palpaba el bolsillo de utensilios, donde llevaba la cámara- Sabe, cuando regresemos a la tierra, no pienso hacer más locuras. En estos dos días, he pensado mucho, incluso llegué a creer que moriría aquí.
-¿La mina? -comunicó el acompañante, caminando la estrecha pasarela metálica que cruzaba el desfiladero profundo del paraje lunar.
-Le comenté al guía de mi grupo que me encontraba indispuesto y quería volver al puerto, con el resto de los excursionistas de regreso. Aprovechando el angosto camino de vuelta, me separé discretamente de los astronautas, para visitar la mina fuera del itinerario turístico. Anduve por las instalaciones, observando por las ventanillas de los módulos lunares. Todos vacíos. Después, fui a la torre de prospección, ya que la entrada de la mina está cerrada. Rodeé el vallado de metal, sin encontrar un hueco. Entonces, decido escalar. Con mucho esfuerzo pude sobrepasar la valla, pero justo al descender, un saliente de metal me desenganchó el sistema de depuración de oxígeno. Me solté, sobresaltado por el cordón umbilical que se agitaba a causa del escape presurizado. Caigo al suelo. Y pierdo el conocimiento por asfixia, en el momento preciso que lo puedo conectar de nuevo.
-Bueno, chaval, ya casi llegamos -señala las susodicha torre e instalaciones, tras el valle desértico.
-Al despertar y escalar otra vez la valla, con sumo cuidado, descubro que el buque espacial ha zarpado del puerto. Desde entonces, llevo dos días esperando que regresaran por mí.
-Chaval -se detuvo a puertas de los módulos mineros abandonados-, la nave está ahí detrás, en la antigua plataforma de carga ¿sabes que te van a arrestar, verdad? ¿Y que la multa, más los gastos del pasaje y ocasionados por el rescate, irán por cuenta de tus padres, verdad?
-¡No, esta vez, pienso pagarlo con mi trabajo! A partir de ahora, se acabaron las tonterías. He aprendido la lección -se ve reflejado en el visor extravehicular lunar, del astronauta de salvamento.
-Chaval ¿sabes cuál el aparato más importante del traje que llevas puesto?
-Pues… el soporte vital, claro.
-¡No, chaval! ¡Es la baliza de emergencia! Sí, el dispositivo del traje que manipulaste, para soltar del cordón de seguridad. Que hábilmente colocaste en la mochila del último excursionista de regreso al buque, poco antes de que tú tomaras el sendero de la mina. Aquel que sirve para contabilizar de forma automática a los pasajeros en la pasarela de embarque, antes de entrar en la cámara de descompresión.
-¡Por supuesto! -reía y daban una palmada sus guantes- Era la única forma de escapar a este lugar. Sabe, soy maestro en pasar desapercibido. Durante la travesía de la Tierra hasta llegar aquí, he asistido a todas las fiestas de música electrónica, del ciclo nocturno, sin relacionarme con los demás pasajeros para no levantar sospechas. Dedicando buena parte de las horas diurnas a dormir a pierna suelta en las cómodas tumbonas de cubierta ¡magnífico barco! Fíjese, incluso mis padres piensan que estoy en el viaje de fin de curso, con los amigos universitarios. Y a mis amigos, les dije lo contrario.
-La I.A que gestiona tanto las condiciones ambientales como el sistema de luminotecnia y pantallas que protegen al barco estelar del espacio, es de última generación -transmitía con orgullo, el astronauta de salvamento.
-He deleitado el buffet libre. Visto las películas del cine. Y disfrutado como un niño del magnífico parque acuático de a bordo, por cierto ¿mi equipaje todavía está en las taquillas de los vestuarios, no? La más cercana a las duchas -puntualizó.
-No lo sé -comunicó.
-Menos mal que se han percatado de la ausencia de este traje, porque intenté avisar por la radio, pero está limitada por el campo magnético del planeta ¿lo sabe, verdad?
-Chaval -transmitía-, a la empresa naviera espacial, le importa bien poco el traje desechable de astronauta, es más, cuentan con la pérdida o desaparición de una cantidad determinada al año. Todo lo contrario que la baliza, un dispositivo carísimo.
-No entiendo…
El astronauta de salvamento, se agarra el casco con los dos guantes y lo gira. Escapando el oxígeno presurizado al vacío, se lo quita.
El chaval entonces se ve a sí mismo, diciendo; “Vas a morir”, una y otra vez.