PDA

Ver la Versión Completa : Relato Relato: Infosomático



amunsar
03-Mar-2013, 23:20
INFOSOMÁTICO

Karlas se quedó con el pie apoyado en la piedra lacada, una mano agarrada a la barriga del balcón de hierro, sosteniendo con la otra la correa de la mochila.
Estaba maquillado y vestido para desaparecer en la noche en cuanto llegase al pequeño bosque cercano, pero, antes de eso, debía superar a los perros, los tiradores y la verja.
Se descolgó del muro; sus pies sonaron como posavasos. Rodó hacia un arbusto del parterre y luego se levantó para correr. Sus pies sonaron como ratones bufando.
Llegó hasta la verja y apoyó la espalda, seguro de no electrocutarse gracias al maillot aislante, de modo que podía ver la mansión en su totalidad. Era de color carne con ventanas negras, excepto donde se daba la fiesta, en que las ventanas eran de luz. Sobre la torreta de vigilancia del sudeste el guardia movía un foco; el haz se acercaba. Los perros comenzaron a ladrar en alguna parte del perímetro.
Karlas sacó el manorrotor de cerámica y cortó la verja sin provocar ningún estallido eléctrico. Miró hacia ambos lados. Los guardias se comunicaban por eartallking en susurros apurados mientras los perros se acercaban haciendo un ruido de perros bufando. Y ladraban con ansia.
Karlas rodó al otro lado de la verja y dejó a los pies del hueco una mina claymor—z activada. El foco lo atrapó y se vio obligado a rodar de nuevo mientras los guardias comenzaban a disparar, y levantaban chispas y gravilla a su alrededor. Sintió un golpe con advertencia de silbido en el muslo, pero no cayó. O era un roce o la bala lo había atravesado limpiamente.
Podía correr y corrió, obviando el sigilo. A su espalda la claymor—z estalló como si un ángel de combate se hubiera tirado un pedo, iluminando la mansión, fabricando una sombra de Karlas de cinco metros sobre el suelo, lanzando los restos de un perro guardián por encima de la verja, reventando la propia verja como si fuese un muelle roto.
Karlas llegó a los árboles y siguió huyendo. Se quitó el guante de la mano izquierda con los dientes y se tocó el muslo. Poca sangre. Bastante dolor. Buena señal. Podía seguir corriendo. Los oídos comenzaron a olvidarse de la explosión y le permitieron detectar las patas y las gargantas de los perros supervivientes, así que se detuvo, apoyando la espalda en un árbol. Sacó la pistola, se asomó y disparó dos veces. Uno de los perros había llegado tan cerca que al morir y rodar por el impulso de su carrera quedó casi a sus pies, negro, blando y vencido.
Karlas siguió corriendo. Ahora podía oír el bramido de las motocicletas de los guardias. Llegó hasta el lago y se tiró en la subcanoa. Cerró la tapa sobre su cabeza y activó el sistema automático. La subcanoa comenzó a desplazarse hacia el centro del lago y se hundió a 0,6 metros, mientras sus monitores se encendían como alitas de mariposa y comenzaban a mostrarle vacilantes imágenes del cercano y fangoso lecho, de las motos derrapando en la orilla y los guardias acercándose con rifles. Algunas balas entraron como agujas traslúcidas en el agua y dos de ellas impactaron en el carbono64 de la subcanoa, produciendo un sonido de lata de pintura que no llegó a nada. Karlas ordenó una corrección del automático a 1,4 metros de profundidad. Dejó trabajosamente la mochila a un lado y se volvió sobre su espalda. Tenía muy poco hueco en ese sarcófago, pero el suficiente para bajarse los pantalones y ver una herida recta en el exterior del muslo, como una sonrisa de payaso que se había corrido hacia la rodilla y que ahora se corría hacía la ingle.
Otra bala sonando a eco con falsete.
Sacó el kit de primeros auxilios de la mochila y se puso una grapa blanda en la herida, para que su carga bioquímica le cortase la sangre y le activase la saturación de plaquetas hasta el nivel de una regeneración sobrenatural.
3,8 metros de profundidad y monitores reflejando un vaivén oscuro y húmedo.
En un minuto no sentiría ningún dolor, aunque los analgésicos le llenarían la boca con sabor a plomo. Se metió un chicle de hierbabuena y dejó caer la cabeza en el suelo de la subcanoa. Apoyó la mano sobre la mochila y la preciosa tarjeta i78 que le llevaba a su Infomentor.


Con la autorización falsa entró en el perímetro de la Ciudad Aguja. Si los Privatecorps le hubiesen visto cojear, lo habrían detenido para un sondeo rápido de criminalidad, pero la segunda grapa blanda le había dejado el muslo como un balón de corcho y el diafragma rebosante de una cierta sensación de euforia. Andaba bien, aunque ya ni los chicles de hierbabuena podían apartar el sabor metálico en la lengua. Karlas intuyó que expulsaría la anestesia vomitando y con un considerable dolor de cabeza.
Una vez en Ciudad Aguja, quizá el único lugar de Europa con servicio de limpieza, ventilación y alcantarillado en orden, Karlas se sintió seguro. Otros humanos hacían recados de poca importancia, como llevar un ventilador a un taller o comprar una antena nyfi habilitada para tres frecuencias. Humanos legales con identificaciones legales que podían dar parte del Infomentor para el que operabaj.
Levantó la mano pidiendo un taxi gubernamental con pago a cuenta de FRA—7147—gamma, una de las múltiples identidades falsas su Infomentor. Todos los servicios gubernamentales eran de arrendamiento para uso esporádico, porque en Ciudad Aguja ningún humano poseía nada; eran arrendatarios hasta del suelo que pisaban, por el que alguien pagaba un impuesto anual de mantenimiento. Alguien hecho de ceros y unos.
En la puerta del edificio de certificados de hardware, un humano era sometido a un escaneo antivirus antes de que se le permitiese la entrada. Comprobaban su retina por mero protocolo ya que, desde hacía años, los buenos piratas infosomáticos habían aprendido a preparar a sus humanos para tales rastreos. El que estaba por fin entrando en el edificio podía perfectamente llevar la orden de colocar un puerto ip de conexión ilegal para su Infomentor.
La piratería infosomática era la vanguardia de la economía de supervivencia en Ciudad Aguja.
Karlas se montó en el taxi y facilitó el PIN de FRA—7147—gamma. El taxista suspiró, fastidiado, después de meter el código en su sistema de cobro, y se volvió en escorzo para negar con la cabeza. Karlas sabía que a veces su Infomentor anulaba una identidad falsa por seguridad antes de avisarle, pero en esa ocasión sintió que algo iba mal. Se bajó del taxi y comenzó a caminar.


Por el camino habían intentado atracarle para robarle el contenido de la mochila. A Karlas solía bastarle con enseñar el arma para evitar tales estupideces, pero en esta ocasión se vio obligado a disparar al tipo en una pierna. Seguramente se trataba de un humano que había perdido su empleo y quería ganar méritos para ser contratado por otro Infomentor. Karlas sentía lástima de aquellos Ronin. Cada vez que el AR, el servicio de Alerta Real, atrapaba a un pirata infosomático, varias familias se quedaban sin empleo y sin tarjetas de arrendamiento para permanecer en sus hogares, o para tan siquiera sacar medicinas en un ambulatorio.
Karlas le había dejado al pobre diablo el kit de primeros auxilios en el suelo; aún quedaban un par de grapas blandas. Le dejó igualmente un paquete de chicles de hierbabuena.
Llegó a su piso ip, que no era otra cosa que una vivienda a través de la cual el Infomentor podía comunicarse con el entorno real y transmitir órdenes a sus humanos, y en el que esos humanos dormían y se duchaban de vez en cuando, como si fuese su hogar.
Como si tuviesen algo en propiedad.
Las pantallas estaban apagadas. La AR, sin duda. Por suerte, no habían encontrado el piso ip ya que no había ningún policía esperándole y ninguna cinta gauss precintaba el material informático. No, al cabrón lo habían pillado en la red.
Tenían una puerta trasera, una mini ip prácticamente invisible para que el Infomentor pudiese dejarle un somamail en caso de urgencia.
Karlas separó el mueble bar y abrió la trampilla de pared. Había una pequeña pantalla amarillenta encendida, con un viejo sistema linetrim que solo se enseñaba ya en escuelas de informática tradicional o en algunos servicios de inteligencia. Afortunadamente, Karlas era un humano bien preparado.
El mensaje era el siguiente: «AR me ha atrapado. El juicio ha durado 27 centésimas de segundo. Mis cargos por delitos de interferencia en el soma y piratería infosomática, competencia agresiva y robo de hardware, me han hecho merecedor de un condena de 65 años y cuatro meses en un bucle ciego, y la inhabilitación de por vida para acercarme a un ip somática. En resumen, estimado humano, intentarán que yo no vuelva hacerle encargos ni a usted ni a nadie de ningún tipo. La estimación oficial es que vulneraré las prescripciones legales en siete años, tres meses, dos días y unas catorce horas. Mi propia estimación es más favorable, como puede imaginar. Mientras tanto, me es pesaroso anunciarle que, como ustedes dicen, debe buscarse la vida. Todas mis identidades y, por tanto, cuentas de acceso, han sido borradas. En compensación, tiene usted mi permiso para usar la tarjeta i78 que le encargué robar como mejor le convenga. Durante un tiempo no voy a necesitarla allí donde me mandan. Un saludo».
Karlas cerró la puertecilla todo lo educadamente que pudo. Agarró el mueble bar por uno de sus laterales y le derribó bruscamente contra el suelo. Las botellas eran bien reales e hicieron un ruido casi mejor que el de las claymor-z.
—¡JODER!
Aún cogió un par de vidrios bastante enteros y los tiró contra la pared. Uno de los cristales le hizo un corte en la mano. Sangró un rato antes de darse cuenta. Se había quedado sin empleo, sin tarjetas para comprar, sin un sitio donde quedarse en una ciudad en la que los humanos, todos, no eran más que arrendatarios.
Afortunadamente, él no tenía ninguna familia.
Y le quedaba la tarjeta i78 para intentar venderla, yendo por piernas a uno y otro piso ip que pudiese servirle. No estaba todo perdido. Quizá pudiese aguantar hasta que el viejo cabrón formado por ceros y unos, y un billón de distintas formas de codicia, pudiese escapar de su encierro virtual.
La mano le sangraba bastante.
Desafortunadamente, le había regalado su kit de primeros auxilios, con las últimas grapas blandas, al pobre diablo que le había intentado atracar hacía un par de horas.
—¡Puta ciudad! —masculló negando con la cabeza.
Luego reparó en que una de las botellas había sobrevivido a su acceso de ira. Parecía whisky, aunque la etiqueta estaba borrosa. Se echó un chorro en a mano herida. El escozor le atravesó la piel, la carne, los nervios y el hueso, transformó el calor en frío y el frío en calor, y le hizo gruñir con cansancio. Luego se echó la botella al gollete y dio un buen trago de lo que, finalmente, acabó siendo whisky.
Mucho mejor que la hierbabuena para acabar con aquel sabor a plomo y con el dolor.
—Pues a buscarse la vida —dijo observando un pequeño trozo de la inmenso Ciudad Aguja a través de la ventana—. A buscarse otra vez la vida.


El despacho era propio de los que ellos usaban para recibir humanos; para que los humanos se sintiesen mínimamente cómodos. Había una mesa de roble, dos sillones (uno de ellos vacio), dos esculturas griegas decorando las esquinas de la puerta, cortinas de tela y una biblioteca con libros de papel.
Karlas estaba echado hacia delante en el sillón, los antebrazos sobre las rodillas y el tarro de doble fondo entre las manos. No hacía falta mostrarlo con descaro para que las cámaras de seguridad registraran su valija, sobre todo porque él no estaba usando ningún inhibidor de señales. En el cuerpo principal del tarro había 20 cl de ácido sulfúrico, en el doble fondo, estaba la i78 y, en la tapa, un botón que, al pulsarse, comunicaba ambos departamentos. Si alguien intentaba joder a Karlas, la i78 se iba a la mierda, y sin esa pequeña tarjeta, el dueño de la mansión no podía hacer ciertos trucos de magia en el mundo virtual.
Trucos de los que marcan la diferencia entre un simple Infomentor de Ciudad Aguja y el dueño de un enorme terreno en el límite de la Marca Tranquila, con cientos de humanos a su servicio y un sistema de seguridad privado. Por qué los Infomentores sentían la necesidad de crecer y enriquecerse como los humanos, y crear enormes sistemas de seguridad somátic, era algo que ningún humano sabía ni podía plantearse; se daba por hecho, igual que en su momento se daba por hecho que ciertas personas pudieran querer tener más dinero del que gastar en mil vidas.
En aquel momento Karlas estaba a solas, pero tras la puerta del despacho había dos guardias armados con material para matar personas.
Se oyó un leve rumor eléctrico proveniente de una de las estatuas, cosa que le hizo darse la vuelta. Sin el i78, al parecer el Infomentor no podía hacer algunas otras cosas, como que su voz saliese de las paredes, o estas se llenasen de brillos y señales ópticas.
—Buenas tardes —dijo la estatua—. Creo que tiene algo que me pertenece.


La transacción no fue mal y Karlas había encontrado un nuevo Infomentor. No sería demasiado generoso en sus pagos y le controlaría los pasos a través de algún guardia o mecanismo de espionaje, pero al menos también le había facilitado un PIN para ciertos arrendamientos a cambio de la i78 y… bueno, le había condonado algunas deudas.
Karlas cruzó a pie la verja que, tan solo dos días antes, había violado con una claimor-z en una explosión que se había llevado por delante también a varios perros guardianes. Se sentía de nuevo reconfortado al haber encontrado nuevo amo, y uno que le permitía conservar algunas posesiones como la pequeña subcanoa que le esperaba en el lago, más allá de lo árboles… y su propia puñetera vida.

amunsar
03-Mar-2013, 23:21
Hola a todos.
Me presento al foro poniendo, del tirón, un relato para la revista digital.
Saludo a todos.

amunsar
07-Mar-2013, 08:32
Hola a todos de nuevo.
No tengo ni idea de cómo puedo ver si a la gente le está gustando o no el relato.
Un saludo.

Admin
07-Mar-2013, 11:40
Te explico cómo va esto de calificar el trabajo...
En la parte de arriba derecha del hilo que abres hay una herramienta denominada "Calificar tema";

http://www.portalcienciayficcion.com/foro/attachment.php?attachmentid=2741&stc=1&d=1362649110

Los resultados aparecen después del nombre del hilo;

http://www.portalcienciayficcion.com/foro/attachment.php?attachmentid=2742&stc=1&d=1362649110

Ten en cuenta que normalmente, la gente suele esperar a que haya un número significativo de relatos para hacerse un idea más global y así luego votarlos.
Además, yo por ejemplo todavía tengo pendiente leer el tuyo porque he estado muy liado estos días. Pero pronto lo comento... :xd:

oriafontan
07-Mar-2013, 13:45
Desde luego el relato es dinámico pero me ha parecido algo "brusco" que has sacrificado a favor del dinamismo cierta lógica para situar al lector que de repente es abrumado con un montón de palabras extrañas y situaciones de pura acción sin conocer a qué obedecen.

Pero se deja leer pero me dejó una sensación "fría" pese a la escena del marginado.

Muy interesante el uso de palabras nuevas.

"La piratería infosomática era la vanguardia de la economía de supervivencia en Ciudad Aguja".

info- somática (referida al cuerpo claro, interesante palabra.)

Los nombres propios son sugerentes.

Nieves Delgado
07-Mar-2013, 23:28
A mí me ha resultado bastante denso. Interesante, pero denso. Me lo he tenido que leer un par de veces para entenderlo, y me ha pasado un poco como a Oria; demasiados datos de golpe. Por lo demás, nada que decir; buena estructura y buena prosa.

¡Ah, y bienvenido al foro! :saludo:

Admin
09-Mar-2013, 21:16
A mi me parece que algunas partes podrían resumirse, o al menos, me hubiese gustado que fueran más cortas y concisas. Pero reconozco que yo tengo mucha tendencia a la sintesis...:ejemje:
La idea es interesante, aunque por alguna razón no ha acabado de cuajarme del todo.
Pero bien en líneas generales. :xd:

incursora
17-Apr-2013, 14:02
Tema interesante narrado desde la acción de principio a fin. Por mi parte no me ha aburrido, me ha mantenido en tensión.

¡Saludos de incursora!