nekoland
25-Jan-2013, 15:13
"Mientras escribo" es un libro de Stephen King que recomiendo leer. No sólo aporta una visión del proceso de escritura que suena a franqueza, sino que además es una lectura muy divertida. :pensar:
Estos son algunos fragmentos del libro a modo de reseña:
“La voz pasiva no entraña peligro. No obliga a enfrentarse con ninguna acción problemática.
Escribe el tímido: «La reunión ha sido programada para las siete.» Es como si le dijera una vocecita: «Dilo así y la gente se creerá que sabes algo.»
¡Abajo con la vocecita traidora! ¡Levanta los hombros, yergue la cabeza y toma las riendas de la reunión! «La reunión es a las siete.» Y punto. ¡Ya está!
¿A que sienta mejor?”
***
Mi caja de herramientas es el siguiente: desconfía del adverbio. Recordarás, por las clases de lengua, que el adverbio es una palabra que modifica un verbo, adjetivo u otro adverbio. Son las que acaban en -mente. Te ruego que sólo uses adverbios en el diálogo en ocasiones muy especiales, y sólo si no puedes evitarlo:
—¡Suéltalo! —exclamó amenazadoramente.
—Devuélvemelo —suplicó lastimosamente—. Es mío.
—No sea tonto, Jekyll —dijo despectivamente Utterson.
frente a
—¡Suéltalo! —exclamó.
—Devuélvemelo —suplicó—. Es mío.
—No sea tonto, Jekyll —dijo Utterson.
***
Algunos escritores intentan esquivar la regla antiadverbios inyectando esferoides al verbo de atribución. A cualquier lector de novelas baratas le sonará el resultado:
—¡Suelte la pistola, Utterson! —graznó Jekyll.
—¡No pares de besarme! —jadeó Shayna.
—¡Qué puñetero! —le espetó Bill.
No caigas en ello. Te lo pido por favor. La mejor manera de atribuir diálogos es «dijo».
***
¿Verdad que no hace falta leer el libro para saber si has escogido uno fácil o difícil? Los fáciles contienen gran cantidad de párrafos cortos (incluidos los de diálogo, que pueden tener sólo una o dos palabras) y mucho espacio en blanco. Son como algunos helados que llevan mucho aire. Los libros difíciles, con densidad de ideas, narración o descripción, presentan un aspecto más macizo, más apretado. El aspecto de los párrafos es casi igual de importante que lo que dicen. Son mapas de intenciones.
***
La secuencia «frase-tema más descripción y profundización» le exige al escritor organizar sus ideas, además de protegerlo de las divagaciones. En las redacciones no pasa nada si se divaga; de hecho es casi de rigor, pero en registros más formales causa muy mal efecto. La escritura es pensamiento depurado. El que haga una tesis y le salga
igual de organizada que una redacción de instituto sobre el tema «Por qué me excita Shania Twain», que sepa que lo tiene crudo.
***
No recuerdo muchos casos en que sintiera la necesidad de describir el aspecto físico de los actores de una historia mía. Prefiero dejar que les ponga cara y cuerpo (y ropa) el lector. ¿A que tienes bastante con saber que Carrie White es una alumna de instituto solitaria, con acné y un vestuario de juzgado de guardia? Del resto puedes encargarte tú, sin necesidad de que te la describa grano a grano y falda a falda.
Casos de perdedores en el instituto los conoce todo el mundo; si yo describo el mío, excluyo el tuyo y pierdo una parte del vínculo de comprensión que deseo forjar entre los dos.
La clave de una buena descripción empieza por ver con claridad y acaba por escribir con claridad, mediante el uso de imágenes frescas y un vocabulario sencillo.
***
Estos son algunos fragmentos del libro a modo de reseña:
“La voz pasiva no entraña peligro. No obliga a enfrentarse con ninguna acción problemática.
Escribe el tímido: «La reunión ha sido programada para las siete.» Es como si le dijera una vocecita: «Dilo así y la gente se creerá que sabes algo.»
¡Abajo con la vocecita traidora! ¡Levanta los hombros, yergue la cabeza y toma las riendas de la reunión! «La reunión es a las siete.» Y punto. ¡Ya está!
¿A que sienta mejor?”
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Mi caja de herramientas es el siguiente: desconfía del adverbio. Recordarás, por las clases de lengua, que el adverbio es una palabra que modifica un verbo, adjetivo u otro adverbio. Son las que acaban en -mente. Te ruego que sólo uses adverbios en el diálogo en ocasiones muy especiales, y sólo si no puedes evitarlo:
—¡Suéltalo! —exclamó amenazadoramente.
—Devuélvemelo —suplicó lastimosamente—. Es mío.
—No sea tonto, Jekyll —dijo despectivamente Utterson.
frente a
—¡Suéltalo! —exclamó.
—Devuélvemelo —suplicó—. Es mío.
—No sea tonto, Jekyll —dijo Utterson.
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Algunos escritores intentan esquivar la regla antiadverbios inyectando esferoides al verbo de atribución. A cualquier lector de novelas baratas le sonará el resultado:
—¡Suelte la pistola, Utterson! —graznó Jekyll.
—¡No pares de besarme! —jadeó Shayna.
—¡Qué puñetero! —le espetó Bill.
No caigas en ello. Te lo pido por favor. La mejor manera de atribuir diálogos es «dijo».
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¿Verdad que no hace falta leer el libro para saber si has escogido uno fácil o difícil? Los fáciles contienen gran cantidad de párrafos cortos (incluidos los de diálogo, que pueden tener sólo una o dos palabras) y mucho espacio en blanco. Son como algunos helados que llevan mucho aire. Los libros difíciles, con densidad de ideas, narración o descripción, presentan un aspecto más macizo, más apretado. El aspecto de los párrafos es casi igual de importante que lo que dicen. Son mapas de intenciones.
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La secuencia «frase-tema más descripción y profundización» le exige al escritor organizar sus ideas, además de protegerlo de las divagaciones. En las redacciones no pasa nada si se divaga; de hecho es casi de rigor, pero en registros más formales causa muy mal efecto. La escritura es pensamiento depurado. El que haga una tesis y le salga
igual de organizada que una redacción de instituto sobre el tema «Por qué me excita Shania Twain», que sepa que lo tiene crudo.
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No recuerdo muchos casos en que sintiera la necesidad de describir el aspecto físico de los actores de una historia mía. Prefiero dejar que les ponga cara y cuerpo (y ropa) el lector. ¿A que tienes bastante con saber que Carrie White es una alumna de instituto solitaria, con acné y un vestuario de juzgado de guardia? Del resto puedes encargarte tú, sin necesidad de que te la describa grano a grano y falda a falda.
Casos de perdedores en el instituto los conoce todo el mundo; si yo describo el mío, excluyo el tuyo y pierdo una parte del vínculo de comprensión que deseo forjar entre los dos.
La clave de una buena descripción empieza por ver con claridad y acaba por escribir con claridad, mediante el uso de imágenes frescas y un vocabulario sencillo.
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