Admin
08-Oct-2012, 03:42
—Apaga el motor de distorsión y activa los retropopulsores de frenada, Tanny.
La IA obedece servicialmente.
—Impulso de deformación desactivado. Propulsión superlumínica detenida, Berg. Recorridos 100.000 años luz en apenas 5 meses, y volvimos a regresar al punto de partida.
—¡Todo un éxito! ¿Nos veis desde control? ¡Aquí estamos!
Pero el silencio es la única respuesta a las vibrantes palabras del cos-monauta...
—¿Control? ¿Gaelle? ¿No me oís?
—Nadie en los escáneres. Alguna cosa ha salido mal.—Anota Tanny metódicamente.
—¡Qué demonios! ¿Dónde se han metido todos?
—Los sensores indican que la estabilidad de la burbuja Warp ha fluctuado la línea temporal.
—¿Y dónde estamos ahora?
—Di mejor... «cuándo».
—¿Acaso hemos viajado en el tiempo, Tanny?
—Estamos en el año 3647 del futuro, si mis cálculos son correctos...
Berg toma velozmente conciencia del significado de tales palabras... Su mundo se derrumba por completo y su rostro languidece como si una enfermedad hubiera salpicado de desesperación desgarradora hasta el último resquicio de su genoma.
—Gaelle... —murmulla entre sollozos, consciente que ya jamás volverá a disfrutar de su amada.
—Berg, lo siento—comenta la IA en un inusual tono de humanidad.
Pasan los minutos entre desesperados gimoteos y exclamaciones plañi-deras... Incapaz de razonar con lucidez, es finalmente Tanny quien sugiere un plan de acción.
—Regresemos a la Tierra, si te parece bien.
Berg asiente, trastornado, y la nave enciende motores dirigiéndose a toda prisa hacia la cuna de la humanidad...
A medida que la astronave se arrima al planeta, el confundido astronauta va profundizando cada vez más en las consecuencias de su inusual situación. Nadie que conozca puede seguir ya con vida, y lo que encuentre llegado a destino, es un desconcertante misterio. A medida que se acercan, detectan algo realmente insólito...
—¿Qué diablos es esa cosa en órbita?
—No me consta, Berg.
—¡Es gigantesco!
—Tiene un radio de 127´42 kilómetros, para ser exactos.
—Verdaderamente increíble...
—Más lo es que no hay señales de vida humana en el planeta Tierra.
—¡Eso es imposible!
—El scanner biomolecular no miente.
La situación parecía no poder empeorar más, pero sin embargo, lo hace a pasos colosales... Durante su ausencia, la humanidad parece haberse extinguido por completo.
—¿Qué puedes contarme acerca de la estructura de... «eso»?—pregunta conmocionado el humano.
—Aleación desconocida. Imposible análisis biométrico. Ninguno de mis detectores atraviesa esa especie de coraza.
Una hipótesis angustiosamente apocalíptica se apodera de Berg: ¿Acaso esa nave extraterrestre aniquiló todos los humanos?
—Un momento... algo sale de la estructura.
—¿Qué es? ¡Por Dios Tanny! ¿Dime de qué se trata?
—Se acerca veloz, no puedo darte más datos.
El objeto se coloca a un par de kilómetros de la nave, y el cosmonauta lo observa atemorizado.
—Parece... en verdad que no lo sé, pero... diría que es una especie campo de fuerza con algo dentro...
—Imposible analizar su interior. Visualmente parecería ser la mitad de grande que nuestra nave.
Justo después de la vaga sentencia de la IA, Berg empieza a sentir un intenso dolor agudo en la sien y en sus extremidades. Incluso comienza a retorcerse progresivamente...
—¿Te ocurre algo? ¿Qué sucede?
—Tanny, algo va mal... el dolor... es penetrante... Como si me arrastrara...
Sus células empiezan a centellear insistentemente hasta que, repentinamente, desaparece por completo.
Oscuro.
Silencio.
Destellos…
—¿Es usted Humano?—pregunta una sutil voz tácita.
El astronauta abre pesadamente los ojos, medio adormecido.
—¿Es usted humano? —insiste el extranjero.
—Yo... sí, por supuesto que lo soy. ¿Dónde estoy?
—Usted ha sido transportado al interior de la estación UVR. Por favor, sígame...
Berg, muy turbado, se incorpora torpemente. Ante sus ojos, un ser de apariencia humanoide y resplandeciente le observa minuciosamente.
—No entiendo nada. ¿Quién eres? ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde están todos?
—Por favor, sígame...
Con un gesto conciliador, el ser invita apaciblemente al cosmonauta a acompañarle... y éste accede titubeante.
El interior de la UVR es todavía más extraño que el exterior. El material de construcción parece holográfico: una extraña mezcla entre virtualidad y campos de energía fotónicos.
El ser, a su paso, parece interactuar con el entorno, como si estuviera trabajando al mismo tiempo que guía al humano hacia donde sea que se dirigen.
Las zancadas de ambos son lentas, pero sin embargo, parecen moverse muy deprisa, como si el suelo acelerase sus movimientos progresivamente.
—No había visto ningún humano desde... —runrunea el extraño humanoide.
El misterioso paseo pronto llega a su fin. Un gigantesco hangar, que se extiende hasta donde la vista alcanza, se asienta majestuoso sobre lo que parece ser una especie de sistema computacional cuántico de aspecto solemne y extraordinariamente avanzado.
—Ya hemos llegado.
—¿Llegado? ¿A dónde?
—Al virtualizador, por supuesto.
—¿Virtu… qué?
—Sí, ya sabe, el lugar donde se desprende de su cuerpo biológico para emprender su virtualización.
Berg retrocede sobresaltado y adopta una postura defensiva y desafiante. Ignora el completo significado de tales palabras, pero deduce instintivamente que atentan contra su condición humana.
El ser, muy sorprendido por su reacción, empieza a cavilar y finalmente profiere:
—Hum... me temo que he cometido un error con Usted. ¿Puedo saber su procedencia?
—En el 2073 hicimos una prueba de motor de curvatura y algo salió mal. Avancé por error en el tiempo hasta 3647, y me encontré con que la humanidad había desaparecido. Luego fui transportado a esta... «estación» gigante, y ahora tú quieres no se qué de virtualizarme —explica Berg, visiblemente nervioso y alarmado.
—Ya veo. Si me lo permite, indagaré en su memoria para ayudarle a comprender. Según mis datos, en su época empezó todo...
El enigmático y brillante humanoide semitransparente, se acerca al humano muy despacio para no levantar susceptibilidades. Pronto los recuerdos del cosmonauta afloran como un torrente germinado.
*
—Gaelle, ya estoy en casa... ¿Gaelle?
—Oh, cariño, no te había oído. Estaba probando el ingenio ese de realidad virtual que nos regalaron Marcus y Sarah...
—¿Otra vez con lo mismo? Ese artefacto nos embobará a todos...
—No digas eso, si ni siquiera lo has probado. La inmersión es increíble... ¡Parece de verdad!
—Yo si te quiero de verdad, Gaelle.
—Y y o a ti, Berg.
*
—¿Empieza a entender ahora?—pronuncia el ser.
—Me temo que no del todo...
—La globalización extendida planetariamente permitió a todos los países disfrutar de la tecnología virtual. Con el tiempo, estos sistemas desenca-denaron una inmersión total en mundos virtuales de posibilidades infinitas. Entiéndalo, al principio fue sólo una aplicación para paliar el malvivir de personas discapacitadas e impedidas, pero muy pronto, y debido a lo adictivo de su uso, se instauró masivamente en todos los hogares a escala planetaria. Con el transcurrir de los años, cada vez eran más las personas que preferían la inmersión virtual a la vida biológica que llevaban. En 2175 una ley permitió el volcado de datos cerebrales en máquinas, para vivir sin cuerpo. Las personas se consagraron masivamente a la existencia virtual, pues esta no concebía límites de ningún tipo. Paulatinamente, durante centenares de años, la Tierra se despobló y esta estación para albergar mentes, creció. Hacía más de mil años que no encontraba un humano en estado biológico, y pensaba que todos ya se habían virtualizado... Hasta que le vi a Usted.
Berg no hubiera creído nada, si no fuese porque esa estación era la prueba viviente de tales acontecimientos. Desamparado y solamente por decir algo, pregunta anodinamente:
—¿Y tú? ¿Quién eres?
—Soy el ingeniero holográfico de la UVR (Universe Virtual Reality). Me ocupo del mantenimiento y buen funcionamiento de la maquinaria que recrea el universo virtual.
—Y Gaelle... está... ¿Virtualizada?
—Su esposa se unió al mundo virtual a la edad de 73 años. Aunque, obviamente, en la actualidad puede tener el aspecto que quiera.
El panorama que se cierne sobre Berg es desalentador: acceder a vivir virtualmente, o morir de viejo y completamente solo en un mundo sin sus semejantes. El holograma, amablemente le sugiere en tono conciliador...
Al cabo de unos meses...
*
—¡No te lo pierdas! Los Rooper han configurado un entorno presencial que permite fusionar tu avatar virtual con... ¿Me escuchas? ¿Pero qué estás haciendo...?
—Nada, Gaelle... estaba pensando en... cosas mías. Veamos eso que me comentas...
:saludo:
La IA obedece servicialmente.
—Impulso de deformación desactivado. Propulsión superlumínica detenida, Berg. Recorridos 100.000 años luz en apenas 5 meses, y volvimos a regresar al punto de partida.
—¡Todo un éxito! ¿Nos veis desde control? ¡Aquí estamos!
Pero el silencio es la única respuesta a las vibrantes palabras del cos-monauta...
—¿Control? ¿Gaelle? ¿No me oís?
—Nadie en los escáneres. Alguna cosa ha salido mal.—Anota Tanny metódicamente.
—¡Qué demonios! ¿Dónde se han metido todos?
—Los sensores indican que la estabilidad de la burbuja Warp ha fluctuado la línea temporal.
—¿Y dónde estamos ahora?
—Di mejor... «cuándo».
—¿Acaso hemos viajado en el tiempo, Tanny?
—Estamos en el año 3647 del futuro, si mis cálculos son correctos...
Berg toma velozmente conciencia del significado de tales palabras... Su mundo se derrumba por completo y su rostro languidece como si una enfermedad hubiera salpicado de desesperación desgarradora hasta el último resquicio de su genoma.
—Gaelle... —murmulla entre sollozos, consciente que ya jamás volverá a disfrutar de su amada.
—Berg, lo siento—comenta la IA en un inusual tono de humanidad.
Pasan los minutos entre desesperados gimoteos y exclamaciones plañi-deras... Incapaz de razonar con lucidez, es finalmente Tanny quien sugiere un plan de acción.
—Regresemos a la Tierra, si te parece bien.
Berg asiente, trastornado, y la nave enciende motores dirigiéndose a toda prisa hacia la cuna de la humanidad...
A medida que la astronave se arrima al planeta, el confundido astronauta va profundizando cada vez más en las consecuencias de su inusual situación. Nadie que conozca puede seguir ya con vida, y lo que encuentre llegado a destino, es un desconcertante misterio. A medida que se acercan, detectan algo realmente insólito...
—¿Qué diablos es esa cosa en órbita?
—No me consta, Berg.
—¡Es gigantesco!
—Tiene un radio de 127´42 kilómetros, para ser exactos.
—Verdaderamente increíble...
—Más lo es que no hay señales de vida humana en el planeta Tierra.
—¡Eso es imposible!
—El scanner biomolecular no miente.
La situación parecía no poder empeorar más, pero sin embargo, lo hace a pasos colosales... Durante su ausencia, la humanidad parece haberse extinguido por completo.
—¿Qué puedes contarme acerca de la estructura de... «eso»?—pregunta conmocionado el humano.
—Aleación desconocida. Imposible análisis biométrico. Ninguno de mis detectores atraviesa esa especie de coraza.
Una hipótesis angustiosamente apocalíptica se apodera de Berg: ¿Acaso esa nave extraterrestre aniquiló todos los humanos?
—Un momento... algo sale de la estructura.
—¿Qué es? ¡Por Dios Tanny! ¿Dime de qué se trata?
—Se acerca veloz, no puedo darte más datos.
El objeto se coloca a un par de kilómetros de la nave, y el cosmonauta lo observa atemorizado.
—Parece... en verdad que no lo sé, pero... diría que es una especie campo de fuerza con algo dentro...
—Imposible analizar su interior. Visualmente parecería ser la mitad de grande que nuestra nave.
Justo después de la vaga sentencia de la IA, Berg empieza a sentir un intenso dolor agudo en la sien y en sus extremidades. Incluso comienza a retorcerse progresivamente...
—¿Te ocurre algo? ¿Qué sucede?
—Tanny, algo va mal... el dolor... es penetrante... Como si me arrastrara...
Sus células empiezan a centellear insistentemente hasta que, repentinamente, desaparece por completo.
Oscuro.
Silencio.
Destellos…
—¿Es usted Humano?—pregunta una sutil voz tácita.
El astronauta abre pesadamente los ojos, medio adormecido.
—¿Es usted humano? —insiste el extranjero.
—Yo... sí, por supuesto que lo soy. ¿Dónde estoy?
—Usted ha sido transportado al interior de la estación UVR. Por favor, sígame...
Berg, muy turbado, se incorpora torpemente. Ante sus ojos, un ser de apariencia humanoide y resplandeciente le observa minuciosamente.
—No entiendo nada. ¿Quién eres? ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde están todos?
—Por favor, sígame...
Con un gesto conciliador, el ser invita apaciblemente al cosmonauta a acompañarle... y éste accede titubeante.
El interior de la UVR es todavía más extraño que el exterior. El material de construcción parece holográfico: una extraña mezcla entre virtualidad y campos de energía fotónicos.
El ser, a su paso, parece interactuar con el entorno, como si estuviera trabajando al mismo tiempo que guía al humano hacia donde sea que se dirigen.
Las zancadas de ambos son lentas, pero sin embargo, parecen moverse muy deprisa, como si el suelo acelerase sus movimientos progresivamente.
—No había visto ningún humano desde... —runrunea el extraño humanoide.
El misterioso paseo pronto llega a su fin. Un gigantesco hangar, que se extiende hasta donde la vista alcanza, se asienta majestuoso sobre lo que parece ser una especie de sistema computacional cuántico de aspecto solemne y extraordinariamente avanzado.
—Ya hemos llegado.
—¿Llegado? ¿A dónde?
—Al virtualizador, por supuesto.
—¿Virtu… qué?
—Sí, ya sabe, el lugar donde se desprende de su cuerpo biológico para emprender su virtualización.
Berg retrocede sobresaltado y adopta una postura defensiva y desafiante. Ignora el completo significado de tales palabras, pero deduce instintivamente que atentan contra su condición humana.
El ser, muy sorprendido por su reacción, empieza a cavilar y finalmente profiere:
—Hum... me temo que he cometido un error con Usted. ¿Puedo saber su procedencia?
—En el 2073 hicimos una prueba de motor de curvatura y algo salió mal. Avancé por error en el tiempo hasta 3647, y me encontré con que la humanidad había desaparecido. Luego fui transportado a esta... «estación» gigante, y ahora tú quieres no se qué de virtualizarme —explica Berg, visiblemente nervioso y alarmado.
—Ya veo. Si me lo permite, indagaré en su memoria para ayudarle a comprender. Según mis datos, en su época empezó todo...
El enigmático y brillante humanoide semitransparente, se acerca al humano muy despacio para no levantar susceptibilidades. Pronto los recuerdos del cosmonauta afloran como un torrente germinado.
*
—Gaelle, ya estoy en casa... ¿Gaelle?
—Oh, cariño, no te había oído. Estaba probando el ingenio ese de realidad virtual que nos regalaron Marcus y Sarah...
—¿Otra vez con lo mismo? Ese artefacto nos embobará a todos...
—No digas eso, si ni siquiera lo has probado. La inmersión es increíble... ¡Parece de verdad!
—Yo si te quiero de verdad, Gaelle.
—Y y o a ti, Berg.
*
—¿Empieza a entender ahora?—pronuncia el ser.
—Me temo que no del todo...
—La globalización extendida planetariamente permitió a todos los países disfrutar de la tecnología virtual. Con el tiempo, estos sistemas desenca-denaron una inmersión total en mundos virtuales de posibilidades infinitas. Entiéndalo, al principio fue sólo una aplicación para paliar el malvivir de personas discapacitadas e impedidas, pero muy pronto, y debido a lo adictivo de su uso, se instauró masivamente en todos los hogares a escala planetaria. Con el transcurrir de los años, cada vez eran más las personas que preferían la inmersión virtual a la vida biológica que llevaban. En 2175 una ley permitió el volcado de datos cerebrales en máquinas, para vivir sin cuerpo. Las personas se consagraron masivamente a la existencia virtual, pues esta no concebía límites de ningún tipo. Paulatinamente, durante centenares de años, la Tierra se despobló y esta estación para albergar mentes, creció. Hacía más de mil años que no encontraba un humano en estado biológico, y pensaba que todos ya se habían virtualizado... Hasta que le vi a Usted.
Berg no hubiera creído nada, si no fuese porque esa estación era la prueba viviente de tales acontecimientos. Desamparado y solamente por decir algo, pregunta anodinamente:
—¿Y tú? ¿Quién eres?
—Soy el ingeniero holográfico de la UVR (Universe Virtual Reality). Me ocupo del mantenimiento y buen funcionamiento de la maquinaria que recrea el universo virtual.
—Y Gaelle... está... ¿Virtualizada?
—Su esposa se unió al mundo virtual a la edad de 73 años. Aunque, obviamente, en la actualidad puede tener el aspecto que quiera.
El panorama que se cierne sobre Berg es desalentador: acceder a vivir virtualmente, o morir de viejo y completamente solo en un mundo sin sus semejantes. El holograma, amablemente le sugiere en tono conciliador...
Al cabo de unos meses...
*
—¡No te lo pierdas! Los Rooper han configurado un entorno presencial que permite fusionar tu avatar virtual con... ¿Me escuchas? ¿Pero qué estás haciendo...?
—Nada, Gaelle... estaba pensando en... cosas mías. Veamos eso que me comentas...
:saludo: